martes, 27 de noviembre de 2012

THAELMAN URGELLES, YA NI SE SIENTEN LAS AUSENCIAS PRESIDENCIALES

La desaparición por más de una semana del presidente de la República constituye motivo de rumores e inquietudes en los medios informativos y en las redes sociales, aunque para nada en la gestión gubernamental. La proliferación de hipótesis sobre los motivos de esa nueva ausencia comprenden un amplio arco imaginativo: desde las repetidas conjeturas sobre el presunto agravamiento de su enfermedad hasta la también consabida de una maniobra distraccionista de las que tiene 53 años usando Fidel Castro para llamar la atención de los medios y desorientar a sus enemigos.
CUANDO EL GATO NO ESTA
LOS RATONES HACEN FIESTA
En realidad importa poco la causa de esta nueva desaparición; más relevante resulta la comprobación de que nos encontramos en un proceso netamente totalitario, donde los jerarcas del poder ignoran por completo los requerimientos informativos de la sociedad y donde la opacidad y el secreto se convierten en norma cotidiana de comportamiento del Estado, aceptada sin más por la colectividad.
Hay que aclarar que no en todas las sociedades es necesaria la información sobre el paradero y las actividades del Jefe de Estado. De hecho, en países muy serios y organizados como Suiza, Canadá o Dinamarca, por ejemplo, los altos personeros gubernamentales no suelen ocupar las primeras planas de los medios informativos. Ellos son profesionales de la función pública, a quienes los ciudadanos suponen ocupados en sus necesarias aunque aburridas labores, los consideran apenas servidores de mayor nivel, pero en lo demás unos miembros iguales del cuerpo social.
Es en las sociedades inmaduras y poco educadas, sometidas a una constante efervescencia y manipulación política, donde los jefes de estado o gobernantes tienen la necesidad de convertirse en caudillos, en seres excepcionales por encima de sus compatriotas, quienes llegan a necesitar a tales líderes y a sus seguidores para cumplir hasta el más elemental de sus actos diarios.
Pero lo más llamativo de esta reciente ausencia presidencial es lo poco que ella influye en la marcha de los asuntos públicos. Tratándose de un presidente que ha mantenido un perfil tan pronunciado durante 14 años, en un gobierno donde no se firmaba un cheque sin su conocimiento y autorización, resulta sorprendente que el Caudillo salga de circulación por semanas enteras y el país siga su curso como si nada. ¿Significa esto que nos estamos acercando a Suiza, Canadá o Dinamarca? De ninguna manera y más bien al contrario. Sencillamente en Venezuela el gobierno no ejecuta nada de importancia, todo fluye por inercia y lo único relevante para el Poder es trabajar incansablemente para su preservación y fortalecimiento. Aquí todo se reduce a elecciones, a leyes para incrementar el control social y a la cotidiana fábrica de mentiras, repetidas una y mil veces.
Al parecer, la maquinaria de reproducción de poder ha comenzado a funcionar sola, con la acción de unos pocos operarios bien entrenados y la celosa vigilancia de los asesores cubanos, bien curtidos en el arte de mover el molino para que parezca que se avanza, cuando en realidad todo está estancado, en el mismo lugar, salvo en la acumulación de poder.
@TUrgelles

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