Las conciencias de la mayor parte de los seres humanos habitando el planeta en estos momentos, fueron forjadas en una era totalmente anormal, un siglo de guerra, revoluciones y totalitarismo que se inició con el asesinato del Archiduque Francis Ferdinand en Sarajevo, un Junio 28 de 1914. La esperanza más brillante para la humanidad en estos momentos, es que esa era bestial haya finalizado en Noviembre 9 de 1989 con el derrumbe del muro de Berlín.
La Unión Soviética, durante gran parte del siglo pasado, fue el astro rey en un sistema planetario político de países que, primero por la fuerza de las bayonetas, les fuera arrebatada su libertad al final de la Segunda Guerra mundial, para luego de consolidar esa unión de voluntades colectivas, se dieran a la seducción de infinidad de otros que, sin haber encontrado el camino, se hundían el mas vergonzosa de las miserias. Se erguía el muro de Berlín, se iniciaba ese largo conflicto que conoceríamos como la guerra fría. Pero después de medio siglo de confrontaciones, en 1991 Boris Yelsin, erguido sobre un tanque de guerra en la explanada del parlamento ruso, declaraba la muerte de la Unión Soviética.
El microchip es una invención liberadora y su efecto ha sido el poner el poder en manos de individuos a expensas de autoridades centrales, ya sean públicas o privadas. Los eventos en Rusia y Europa Oriental son un testimonio del poder de las comunicaciones. Los tiranos no pudieron controlar el que la gente tuviera contacto con el mundo exterior y como uno de los grandes pensadores de la era afirmaba: “El Internet te hará libre.” La Unión Soviética se derrumbaba pero de forma anárquica y sin un plan claro de navegación. Los años posteriores nos invitaban a comprobar el que las democracias prematuras y sin residuos de sociedad civil, pueden acarrear enfermedades aun más graves que las que se tratan de remediar.
Rusia iniciaría un atrabancado proyecto de reformas vía rápida que se asemejara a una terapia de choque. Pero el sistema comunista había ya degenerado en tal corrupción que, ante esta apertura, emergía una sociedad de criminales en donde operaban aproximadamente 4,000 bandas. Se llegó a estimar el que hasta un 40% del PIB era controlado por el crimen organizado. Y lo hemos repetido hasta el cansancio; en un país sin estado de derecho, administración honesta, sin bancos saludables y un respeto sagrado a los derechos de propiedad, es imposible crear una economía de mercado. Este caos fue el premier causante de la crisis que explotara en Agosto de 1998, para derivar en la devaluación del Rublo y una pérdida del 80% en su mercado de valores.
En el centro de esta caótica situación es que surge el nuevo y enigmático líder de Rusia; Vladimir Putin. Ante su peculiar visión de cómo en los años de Gorbachov y Yeltsin la autoridad escurría de las instituciones centrales hacia los grupos de interés como los oligarcas y la mafia, acuñaba su frase de, “la nueva dictadura de la ley”. Putin entendía claramente que el futuro de su país no se podría labrar, si no se reformaban instituciones vitales en esos momentos en control del crimen organizado. Estilo su Alma Mater, la KGB, se da a la implementación de reformas claves liberando la economía como privatizaciones, menos gobierno y más competencia, reducción y simplificación de impuestos, pero sobre todo, respeto al estado de derecho.
Con la mano dura tan requerida y habiendo aprendido lo peligroso que puede ser la democracia mal entendida, la economía rusa se ha recuperado de forma impresionante, de nuevo crece agresivamente y los inversionistas del mundo que desertaron ante la crisis de 1998, han regresado. Un gobierno debe ser fuerte para cumplir con su responsabilidad de proteger vida, libertad y propiedad de sus ciudadanos. Putin le ha dado al país ese ansiado liderazgo después de años de desorden y anarquía.
En estos momentos la economía Rusa es la #8 del mundo y su PIB es casi el triple del mexicano y crece al ritmo del 6% anual. Su ingreso per cápita es el doble del nuestro.
Rusia es un país inmensamente rico en recursos naturales—con depósitos de carbón, petróleo, gas natural, grandes bosques de las más finas maderas y toda clase de minerales estratégicos. Pero su verdadero potencial reside en los millones de jóvenes empresarios que se forman en estos momentos, porque ellos si entienden lo que verdaderamente es el capitalismo democrático. En los cientos de miles de estudiantes que a diario acuden a los mejores institutos técnicos y de educación superior, desarrollando ese capital intelectual para el cincelado de su futuro. Margaret Thatcher afirma el que si somos pacientes con Rusia, veremos una potencia inclusive superior a China.
Hace más de 30 años cuando escuchaba a Milton Friedman, jamás me imaginé el que en estos momentos el futuro del capitalismo democrático que él tanto ha promovido durante más de 60 años, fuera estar enraizando en lo que en aquella época era territorio del diabólico comunismo.
En estos momentos el medio oriente se desgarra y se desangra en medio de sus odios ancestrales. Europa occidental luce vieja, artrítica y arrugada—. Chile se ha convertido en el único país de América Latina próspero y democrático—. El resto del continente luego de, cómo dice Hernando de Soto—una salida de caballo fino—se encuentra en un vergonzoso retroceso con situaciones como las de Venezuela, Bolivia, Ecuador, y muy prestos en la sala de espera de la mediocridad, México y el resto.
A mediados del siglo XIX cuando los EU navegaban sobre la ola de la revolución industrial, en su espíritu de aventura buscaban un futuro aun mejor y se daban a conquistar el salvaje territorio del oeste, totalmente virgen. El dicho de moda de la época era: Go west, señalando el camino de las oportunidades—y vaya que si conquistaron el oeste del gran país construyendo milagros como California—la quinta economía del mundo.
En estos inicios del nuevo milenio, el consejo a los nuevos exploradores y aventureros aparentemente debe ser; Go East—puesto que es ahí donde se cincela el futuro de la humanidad. No hay duda de que el siglo XXI seguirá siendo de predominancia americana, pero será también el de China, Rusia y la India, emergiendo en lugar de la Europa del siglo pasado.—Me parece, y lo vislumbro con tristeza, deba ser otro siglo perdido para América Latina con su salida de caballo fino en los 90s, para luego “agarrar el trote” de las mulas que solo saben del arado, y lo jalan con resignación por los caminos que solamente les permite ver el “tapojos” de su amo.
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