Mientras no nos saquemos de la cabeza
ciertas falacias, no dejaremos de ser una oposición frustrada. Una de esas
falacias es la de que somos mayoría, pero un sistema electoral perverso nos
arrebata el triunfo en las elecciones.
Si fuésemos mayoría no podrían robarnos
los votos, salvo mediante el fraude aritmético, como el de Marcos Pérez Jiménez
en 1952, cuando el dictador mandó a cambiar las cifras del resultado final, que
daban el triunfo a la oposición, y se puso a ganar al gobierno, provocando la
renuncia de la mayoría del Consejo, por lo que tuvieron que nombrar otro que
acatase sus órdenes. Tal tipo de fraude hoy es imposible por muchos factores.
Lo cual no significa que ahora no se cometan hechos fraudulentos, pero de otra
naturaleza.
Para probar que somos mayoría se arguye,
entre otras cosas, que en el referendo constitucional y en las elecciones
parlamentarias sacamos más votos que el gobierno. Pero es obvio que en los
votos de la oposición en esos casos muchos fueron ocasionales, incluso de
chavistas incómodos o disgustados, que sumaron sus votos a los opositores, pero
sin ser realmente de oposición.
Desde luego que la votación opositora ha
venido creciendo y va a crecer aún más. La tarea primordial de la
oposición en estas circunstancias es cómo lograr que ese crecimiento sea
constante y firme, hasta convertirnos en mayoría, aun habiendo fraude.
Otra de las falacias de la oposición es la
tendencia a subestimar al chavismo. A menudo se dice que el gobierno no ha
hecho nada en catorce años, y al mismo tiempo se le acusa de populista y
demagogo. Pero si es populista y demagogo es porque algo ha hecho, solo que lo
ha hecho mal, con obras incompletas, abandonadas antes de terminarlas, o de
mala calidad. No se puede negar, por ejemplo, que en los últimos meses se ha
desarrollado en todo el país un vasto plan de viviendas. Otra cosa es que haya
sido en menor cantidad de lo prometido y necesario, y sobre todo que sean
construcciones defectuosas, hechas con materiales de mala calidad y sin los
servicios elementales, pero que en todo caso cumplen sus fines electoreros.
La tarea de la oposición en lo adelante no es sencilla ni fácil. Se trata de convertir en mayoría la minoría que hoy somos. Lo cual supone correlativamente convertir la actual mayoría chavista en minoría. Que ello es posible lo prueba que esa mayoría chavista ha ido disminuyendo progresivamente en los catorce años de gobierno de Chávez, mientras que la minoría opositora ha ido creciendo, incluso en mayores proporciones
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