domingo, 11 de noviembre de 2012

RAFAEL L. BARDAJI, ADIOS AMERICA, LIBERTAD DIGITAL, MADRID

Enhorabuena a los suicidas de todos los colores y condición: Obama ha vuelto a ganar. Para los progresistas, esos de las alineaciones cósmicas, era lo justo y necesario; sorprendentemente, para los de centro reformista y para el Gobierno español, también. 


Los primeros, porque se identifican con un líder político que basa su gestión en más impuestos, más gasto social y más deuda, que es lo que le pone a la izquierda; los segundos, porque creen, erróneamente, que Obama va a ayudar a Rajoy para superar la negativa de Merkel a flexibilizar las ayudas a España. 

El cortoplacismo no les deja ver el bosque, pues lo cierto es que Obama supone un grave riesgo para la prosperidad y la seguridad de todos los españoles, catalanes incluidos. De manera inmediata, los resultados electorales, que suponen una reválida para el presidente demócrata y refuerzan la mayoría republicana en el Congreso, con conservadores fiscales próximos al Tea Party, hace pensar que una salida pactada a eso que se ha llamado el precipicio fiscal sea impensable de aquí a final de año, cuando la Ley de Control Presupuestario entre finalmente en vigor, con sus drásticos recortes del gasto y de los ingresos por IRPF.

Es más, aunque el Congreso llegara a un entendimiento con la Casa Blanca al respecto, aplazando o limitando los recortes, y por tanto su impacto en la subsidiada economía americana, todo apunta a que Obama elegirá reducir los gastos militares para poder pagar sus programas sociales. De mantenerse los términos actuales, esto supondría una caída del 50% del presupuesto del Pentágono en los próximos años. A Obama no le importa porque en su plan entra una drástica reducción de la presencia militar americana en todo el mundo, pero el vacío que piensa dejar sí que preocupa, y mucho, a quienes han sido sus aliados en el Golfo y en el Pacífico, y nos debiera preocupar también a los europeos.

Sea como fuere, si la economía americana pierde sus brotes verdes, prisionera del déficit y la abultadísima deuda a resultas de la imposición legal de la austeridad fiscal en el 2013, no será una buena noticia para nadie. Y menos para quienes confiamos en que su rápida recuperación sirva de locomotora global. Los economistas del Servicio de Investigación del Congreso (CRS) preven que Estados Unidos entre en recesión y que, si el problema no se resuelve durante el primer semestre del año que viene, se degrade la calificación de su deuda pública, con el riesgo de que los inversores extranjeros comiencen a abandonarlo. Este escenario es más probable con Obama como presidente que si hubiera ganado Romney, y la idea de que un dólar débil como consecuencia de la dinámica interna es más beneficioso para la España del euro no tiene en cuenta el cataclismo global que significaría la crisis de la deuda norteamericana y la caída de la confianza en el país.

En segundo lugar, Obama tiene otros cuatro años por delante para materializar su giro estratégico en materia exterior, del Atlántico al Pacífico. Es China, no Europa, lo que le importa, y su compromiso con la estabilidad del mundo pasará, como ya pasa de hecho, por la robotización de las actividades militares americanas. Esto es, por golpear y matar sin apenas presencia humana. El plan de drones de la Casa Blanca no tiene nada que envidiar a Terminator. Si durante su primer mandato el más europeo de todos los presidentes americanos ha sido también el menos interesado por Europa y el menos volcado en alimentar las buenas relaciones con sus, hasta ahora, principales aliados, nada hace pensar que en el segundo vaya a cambiar. Al contrario. Cierto, en España podemos celebrar que tiene interés en que no le fastidiemos su política económica, o, sobre todo, que el Pentágono nos tenga en su mapa y encuentre positivo tener sus destructores con sistemas antimisiles balísticos en la base de Rota. Pero es poco agradable retrotraernos a la relación estratégica que inauguró Franco con Eisenhower, allá por 1953, por mucho que ahora las bases sean plenamente españolas. Aunque a la Armada le vaya bien con este acuerdo, al país creo que no.

En fin, la política de "liderazgo desde detrás", ejercido con fruición por Obama, ha logrado dejar patas arriba todo el mundo árabe y musulmán. 

Las promesas de la llamada primavera árabe y el respaldo del presidente americano a las alternativas a los dictadores en esa zona del mundo han acabado en frustración, con una ola de islamismo creciente desde Marruecos a Afganistán, con Libia convertida en Estado fallido y despensa de armas para Al Qaeda en el Magreb, Egipto en manos de los Hermanos Musulmanes, Siria sumida en una espiral de caos y violencia y foco de salmistas y terroristas, Líbano a punto de estallar, Jordania bajo presión, Yemen como el país más peligroso del mundo, Bahrein ocupado por Arabia Saudí e Irán a punto de poder fabricar su primera bomba atómica. 

La inclinación natural del presidente norteamericano a apoyar a los islamistas moderados debería ser un punto de preocupación para España, al fin y al cabo a tan solo 14 kilómetros de un Marruecos crecientemente inestable, con una Argelia donde cualquier cosa puede producirse y un Mali fuera de todo control.

La crisis económica y la retirada selectiva del mundo esconde un declive mucho más profundo y amenazador para el futuro de América y de todo el mundo libre. Nada más arrancar el primer mandato de Obama, en enero de 2009, uno de sus asesores me dijo: "Rafael, lo que el presidente quiere es que América sea un país normal". En el ascensor, camino de la salida de su despacho, tuve tiempo para replicarle:

Si lo entiendo. Entiendo que aspire a tener cinco semanas de vacaciones pagadas en verano, más 18 o 20 días festivos desperdigados por todo el año; a poder visitar excelentes museos en cualquier ciudad, por grande o pequeña que sea, de París a León; a gastarse el dinero público en programas sociales y subsidios en vez de en seguridad... Pero si los europeos hemos podido hacer todo eso ha sido gracias a que Estados Unidos ha pagado por ello, con el Plan Marshall, con el estacionamiento de 300.000 soldados en suelo europeo durante 60 años, asumiendo el coste de una estrategia y una infraestructura nuclear y convencional, etc. ¿Quién va a pagar todo eso ahora? ¿China, Arabia Saudí?

Obama ha logrado en sus cuatro primeros años provocar un giro crucial, de una sociedad basada en la libertad individual, la innovación, el riesgo personal a otra donde una mayoría espera que Papá Estado sea el garante de sus derechos y de su bienestar. 

En ese sentido, mi amigo tenía razón, Obama ha acercado América a Europa. Lástima que las sociedades subsidiadas, como las que se parecen a la América que quiere Obama, acaben por estallar. Los americanos podían haber elegido ayer luchar contra el declive o abrazarlo. Y han optado por lo segundo. Es comprensible, pues ejercer de líder desgasta y conlleva un alto precio. Pero su voto no puede ser motivo de alegría más que para quienes no ven más allá de su ombligo. Obama significa menos América justo cuando lo que necesitamos es todo lo contrario.


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