jueves, 1 de noviembre de 2012

NELSON CASTELLANO HERNANDEZ, LOS MAS FELICES

Un estudio reciente de la Universidad de Columbia señalaba que Venezuela es el 2° país más feliz de Latinoamérica, el reporte indicaba que sus ciudadanos se sentían más felices que los alemanes, los colombianos o los españoles.

Evidentemente esto hay que entenderlo en circunstancias en la cual, cada grupo de nacionales juzga su situación dentro de su propia realidad.

Los que elaboran las conclusiones aclaran que para determinar la felicidad, no se basan en la posesión de bienes materiales, sino también en elementos como la salud, el trabajo y la familia.

Cualquiera que viva en Venezuela no puede sino interrogarse sobre semejante afirmación y sobre la razones de sentirnos tan bien como los habitantes de Dinamarca, Finlandia, Holanda o Canadá.

Venezuela tiene 27.150.095 habitantes, de los cuales 50,3% son mujeres y 49,7% son hombres. Es válido preguntarse sobre quienes serían las personas entrevistadas, si consideramos que la mitad de los venezolanos están desesperados por cambiar de gobierno, nos queda solamente la otra mitad.


Imaginamos también que no fueron entrevistados los familiares de las víctimas de los 123.091 homicidios ocurridos durante diez años de este régimen, que dudamos pueden sentirse felices.

Resulta difícil comprender que haya sido la respuesta de los padres, esposas e hijos de los 23.000 licenciados en PDVSA o a los obreros y sindicalistas de las empresas del estado de Guayana, que reclaman que en sus empresas se discuten los contratos colectivos desde hace tres a cinco años.

Suponemos que tampoco manifestaron su opinión los dueños del 34% de empresas que han desaparecido en los últimos 13 años, ni los 300 mil empleados que perdieron sus puestos de trabajo, según el informe del 2012 de Conindustria. Ni tampoco las familias de las 5.370 personas muertas y 15.131 que fueron heridas en las cárceles, desde que asumió el poder Hugo Chávez, en 1999, según el Observatorio Venezolano de Prisiones.

Un país en el cual los secuestros aumentaron 20 veces entre 1999 y 2011, hasta alcanzar la cifra de 1.105 casos, según las cifras oficiales citadas por InsightCrime, no ofrece muchas razones para la felicidad. Sobre todo si a eso agregamos la situación de los hospitales, del transporte urbano, del estado de las carreteras y puentes y la elevada tasa de desempleo.

En Venezuela existen más de 10 mil niños en la calle, según cifras del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), unos 7 millones de menores de 18 años en situación de pobreza y de acuerdo a las informaciones del Instituto Nacional del Menor (INAM), hay 305 mil niños, niñas y adolescentes trabajando en la economía formal, más de un millón en la informal y 206 mil en actividades marginales, desde el robo hasta la explotación sexual, pero normalmente en estos estudios no interrogan a menores de edad.


Otra consecuencia de ese problema es que Venezuela sigue siendo el país con el índice más alto de embarazos a niñas adolescentes, el más alto de América Latina y se sitúa entre 27% y 30%, comparable con países de África.

En los barrios la proporción de embarazos en menores de edad aumenta, un estudio de la UCAB concluyó que en zonas del municipio Sucre como Caucagüita, Fila de Mariches y La Dolorita, y en Antímano, Macarao y Santa Rosalía, de Libertador, una de cada 3 adolescentes es madre.

En maternidades como la de Santa Ana, en el centro de Caracas, la mayoría de los casos sólo tienen 15 o 16 años menos que sus madres.

“Entre 30% y 40% de los partos de aquí son de adolescentes y hemos atendido hasta a niñas de 12 años. Un gran problema es la falta de prevención antes e incluso después de tener el primer bebé, porque 60% de las muchachas vuelve a quedar embarazada un año después y 80% a los dos años”.


Es posible que al Venezolano no le importen los apagones ni la escasez de agua, ni el hampa, ni los arrebatones, ni el tráfico de droga, ni la indiferencia que los representantes del gobierno demuestran, ocupados en sus mansiones de la Lagunita o Miami, o contratando guardaespaldas y comprando camionetas hummer blindadas.

Quizás la explicación habría que buscarla en aspectos sociológicos, podría ser resignación “hay que ser felices a pesar de….”, o porque al compararnos con otras realidades relativizamos las nuestras “A pesar de los problemas estamos bien. Hay muchos países, específicamente, en áfrica, que viven en la más grande miseria…”.

Hay quien piensa que el humor característico del venezolano lo ayuda a sobrepasar los problemas, que la expresión “se sufre, pero se goza” nos ha enseñado a convivir y a ser felices en cualquier circunstancia por negativa que esta sea. Hay quien piensa que “Todos los venezolanos siempre estamos felices, es un don natural y pase lo que pase, siempre sacamos algo divertido de nuestro corazón para olvidar las malas pasadas y hacemos un chiste de todo”.

Es bien probable que el venezolano tenga un alma altruista y se sacrifica personalmente por el beneficio de los otros. Con su aceptación y comportamiento busca aumentar las probabilidades de supervivencia de otros a costa de una reducción de las propias. Podría ser también su fe, que lo lleva a confiar en la providencia divina y a estar “en gratitud con Dios y feliz ante eso, sea cual sea las circunstancias”.

O será más bien desprendido y cree profundamente que “la felicidad la hace uno mismo”, que la felicidad no se compra con dinero, que no puede medirse con la posesión de bienes, sino con la riqueza que proviene de nuestro interior. “Si no eres feliz contigo mismo no eres ni serás feliz con nadie”, “no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita” afirman.


En todo caso el estudio pretende demostrar que los venezolanos somos seres muy felices, nobles, alegres, eso no garantiza a los escépticos que seamos el país más feliz.

Pero si habla de una actitud positiva ante la vida, lo que nos permite presumir que nuestros ciudadanos no se han rendido, que enfrentan la vida con coraje, entusiasmo y “buena nota”, que tienen sueños y aspiraciones. Que trabajan y luchan por conseguir el futuro prometido.

Su fe los lleva a afirmar que “El tiempo de Dios es perfecto” y que el momento vendrá, pero sin permanecer impasibles, ya que a la vez y gracias a su alegría, asumen el día a día con entusiasmo, confiados y avanzando paso a paso hacia el avenir que se han propuesto.

Con cualidades como esas, no podemos sino confiar que Venezuela sabrá encontrar el camino de la paz y de la reconciliación.

Un camino democrático, de respeto, de trabajo conjunto, por un país que brinde felicidad a todos sus ciudadanos.

 

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