sábado, 10 de noviembre de 2012

CARMEN BEATRIZ FERNANDEZ, LOS OTROS NUMEROS DE VENEZUELA

¿Ganó Chávez a Capriles con la holgura que se ha dicho? Un conteo argumentado del voto dejaría las diferencias en 7,5 millones contra 7 millones de votos solamente.


La cifra de votos oficial que obtuvo Capriles en las elecciones del pasado 7 de octubre en Venezuela vienen de las cuentas oficiales del CNE, el órgano rector electoral, que hablan de 6.583.000 electores que votaron bien y sin enredos, a los que deben sumarse unos 350.000 electores que fueron confundidos por las distintas argucias presentes en el tarjetón. Debemos entender que por Capriles votaron (o creyeron hacerlo) todos los que presionaron su cara en el tarjetón electoral. Pero no.
De ellos 66.000 votaron por una tarjeta denominada ‘Unidad Democrática’ que estampaba la cara de Capriles y que luego transfería votos a una candidata cuasi-desconocida llamada Reina Sequera. Hubo otros 287.000 cuyo voto se anuló por hacerlo por otros tres partidos que en teoría también apoyaban a Capriles y cuya cara aparecía marcada en el tarjetón, pero que se retiraron a ultima hora.
Dicho de otra forma: las triquiñuelas del tarjetón , que contaron con la venia de una institución electoral que flexibilizó al máximo las posibilidades de inscripción, retiro y confusión entre partidos y candidatos para la elección presidencial, robaron su voto a más de 350.000 venezolanos que creyeron votar por Capriles
Coacción al voto voluntario
Por otro lado, en cuanto a los reales números de Chavez, al total de votantes que muestran las cifras oficiales de 8.185.120 votos deben restársele los votantes que fueron producto de la ‘Operación remolque’ que funcionó de manera activa y muy eficiente tras las 4 de las tarde del día de las elecciones.
Es importante distinguir entre las movilizaciones electorales, que facilitan el traslado voluntario de los electores, y que son parte del “deber ser” de un partido con una maquinaria electoral bien articulada, y esta operación “remolque” que representa un acarreo forzado. En Venezuela el voto es un derecho y no un deber, punto que está consagrado en la Constitución Nacional. Como derecho al fin el votante puede decidir ejercerlo o no. No ejercelo puede ser, de hecho, una forma libre de expresar disgusto, desmotivación o rechazo.
La misma denominación de la operación es muy sugerente: se remolca a quien está paralizado o averiado, se remolca a alguien contra su voluntad. La definición del DRAE es explícita: remolcar es “traer a otra u otras, contra la inclinación de éstas, al intento o la obra que quiere acometer o consumar”. Y este remolque se hizo casa por casa, buscando votante por votante, en un eficiente cruce de información de los electores que no habían votado a las tres de la tarde contra las bases de datos del 1×10 del chavismo, construidas desde las misiones sociales del Estado.
Como muestra el expediente del periodista Joseph Poliszuk la operación remolque se activó con la presencia física de la Guardia Nacional, como custodia del operativo, de forma tal que los acarreados no votaron libremente, lo cual viola lo establecido en la Constitución. Así pues, a esos 8.185.000 votos oficiales que obtuvo Chávez habría que quitar esos al menos 600.000 acarreados bajo coacción, que estima Felix Seijas en un sustentado reporte del las elecciones.
Dos bloques sociales
No se cuestiona el resultado final, ni que hubiera fraude electrónico alguno. Las máquinas funcionaron pulcramente. Tampoco se entra aquí a analizar elementos especulativos, ni aldocumentado ventajismo publicitario, ni a las leyendas urbanas de los iraníes, chinos y multicedulados votando. Nada de eso es cuantificable con un mínimo de verosimilitud, todos pertenecen al reino del ‘quizás’. Las estimaciones presentadas se hacen con datos duros. Y con esos datos Chávez ganó porque tenía más votos. Chávez hubiera ganado aún sin la operación remolque y sin las triquiñuelas del tarjetón. Quizás entonces la victoria hubiera sido menos “perfecta”, como la denóminó el presidente electo,  pero probablemente el chavismo democrático se sentiría mejor y más digno.
Esos quinientos mil votos de diferencia plasman con claridad que en nuestra sociedad existe un real equilibrio de fuerzas políticas. Un virtual empate. Toca entenderse y encontrar los consensos que nos unen. Toca reconocer al otro: su fuerza y sus razones. Encontrarnos y reconciliarnos en nuestras diferencias. Amalgamarnos como sociedad. Los dos bloques de este país están obligados a entenderse.
Las elecciones regionales del 16D representan una muy buena oportunidad para restablecer el equilibrio de poderes en el país. ¿Habrá más ventajismo? Si ¿Habrá abuso de poder? Si ¿Será parcial el CNE, la entidad electoral? Si ¿Aún así puede la oposición ganar las ocho gobernaciones de mayor importancia poblacional? Rotundamente, sí.
Hasta ahora este CNE había pecado por omisión, por hacerse la vista gorda con el ventajismo electoral. Más recientemente con unas migraciones a destiempo el CNE pecó además por acción y hace todo lo posible por dejar en evidencia cada día que no es un ente imparcial. Podría hacer mucho mejor trabajo, sin duda. Recordemos, sin embargo, que este CNE es el producto de su designación cuando existía un parlamento monocromo. Eso pasó, justamente, cuando la oposición decidió dejar de participar políticamente producto de un desánimo colectivo como el que hoy embarga a muchos. La oposición no debería repetir ese error.


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