Somos
en los otros y con los otros, o sea en y con nuestros congéneres, y también en
y con lo otro, es decir, aquello que no siendo persona está presente en
nuestras vidas: la naturaleza y la cultura objetivada en las cosas materiales e
ideales. En este marco interactuamos, expresa y tácitamente, conciente e
inconcientemente. Pero no somos siempre iguales, cambiamos, y al cambiar somos
distintos de quienes hemos sido.
Vamos
siendo describe mejor la condición humana en tránsito permanente que si
dijéramos somos, pues esto último es parcialmente correcto. Ese fantasma
llamado identidad, ese reflejo que irradian los hombres, la naturaleza y la
cultura en el espejo del ser de cada uno, en su vida psíquica, sentimental y
emocional, o sea el mundo en uno y con uno, es un revoltijo, un desorden dentro
del orden.
El
desorden es la materia de la realidad; el orden son las formas, las fórmulas y
las normas. De otra manera, la vida frente a las preceptivas, los moldes y los
modelos que aquellas generan.
La
vida es movimiento, acción, fluir constante, dinámica, un río que corre con
fuerza de la montaña hacia el mar. Las formas, en cambio, son el río mismo, los
cauces, la pendiente, la gravedad, la creciente y la bajante, la ley, la regla,
la costumbre.
El
agua del río está siempre renovándose; las formas, en cambio, duran y perduran,
aunque también cambian y en parte se trasvasan. La realidad es siempre
presente, las formas adscriben a todos y a cada uno de los tiempos dentro del
tiempo total. Sin embargo, el pasado y el futuro sólo son posibles de percibir
y construir en el presente y desde el presente.
Las
formas se convierten en modelos, en preceptivas, en deber ser. La vida, en
cambio, busca ansiosamente el ser, las esencias. La vida expresa rebeldías, las
formas acatamiento, sumisión, disciplina.
Como
dijimos, no se es de una vez y para siempre. No somos definitivamente. En suma,
lo humano es la ecuación representada por la lucha constante entre los
múltiples y sucesivos ir siendo y los diversos deber ser históricamente
concebidos y consagrados.
Como
el ir siendo no tiene limites a priori, la vida se liga a lo infinito, a lo
ilimitado, en cambio las formas son limitantes. Así, la aventura humana expresa
la inacabable lucha entre lo infinito y
lo histórico, entre infinito y tiempo.
De
modo que si la vida es la esencia, el ser, la sustancia de lo humano, las
formas, los carriles, los escenarios, están constituidos por la naturaleza y la cultura.
Con
todo, contenido y continente no son elementos separados ni contrapuestos. La
contraposición, en este caso, es un recurso intelectual cognitivo para explorar
lo existente. Sustancia y formas se necesitan, se implican, aunque puedan
entrar en colisión, del mismo modo que la razón implica la sinrazón, el acierto
al desacierto y el bien al mal, tanto en la vida multiforme que es la realidad
viviente como en el campo de las ideas abstraídas de la realidad. Así, no se
puede entender la idea de dinámica sin la de estática, ni, por consiguiente, la
de paz sin la de guerra.
La
vida se plasma en realizaciones que se independizan de aquella, pero que no se
conciben sin ella. Dicho de otro modo,
existe vida viviendo, o vida en acto, y también existe vida formalizada. La
primera es campo exclusivo de los humanos concretos, la segunda es la de sus
productos o creaciones.
La
vida es una fuerza indómita. Las formas son moldes, y pueden llegar a ser
cárceles. En todo caso, las cárceles de los hombres son siempre creaciones
suyas.
Lo
humano, entonces, está representado por la contradicción constante entre la
necesidad y la libertad, por un lado, y entre la materia y las formas, por el
otro. Ambos pares de opuestos también se hallan en lucha constante entre si.
Sin embargo, aunque todos esos opuestos busquen la resolución o superación de
esas contradicciones, si ésta se logra, siempre constituye triunfo y derrota
para cada uno, aunque no definitivos, por cierto. Toda resolución de aquella
implica para cada opuesto ser condicionado con mayor o menor rigor por el otro.
Es
decir, bien y mal, la paridad valor-disvalor
primordial y superior a todas los demás,
expresa una lucha por la realización de cada uno en términos de combate,
de coexistencia, de necesitarse mutuamente.
Decimos
entonces que la identidad de lo humano, o lo que es lo mismo, la humanidad de
los hombres, va siendo en un proceso continuo de la realidad, y es en tanto
enfoque y percepción cognitivos cuando hacemos un corte en su evolución. No
obstante, una vez más, ir siendo y ser se necesitan y se oponen continuamente y
no podrían existir sino de ese modo, así como la idea de móvil no es posible
sin la idea de fijo. En suma, los opuestos se necesitan y se implican en la
realidad tanto como en la teoría, del mismo modo que el análisis y la síntesis
en el conocimiento.
carlos@schulmaister.com
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