lunes, 12 de noviembre de 2012

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿GRAVE PATOLOGÍA POLÍTICA?, PIDO LA PALABRA VENTANA DE PAPEL,


¿GRAVE PATOLOGÍA POLÍTICA
Cuando una acción gubernamental es determinada por el principio napoleónico “divide y vencerás”, las realidades se enrarecen. Surgen entonces de esa penumbra algunos personajes de la política quienes valiéndose del embrollo generado, se dan a la tarea de ganar el mayor espacio político posible aprovecharse de las circunstancias.
No sólo es posible hablar de la patología como aquella parte de la medicina que estudia la naturaleza de las enfermedades, especialmente de los cambios estructurales y funcionales de los tejidos y órganos que las causan. 
Tan particular término, también puede utilizarse en otras áreas del conocimiento. Siempre y cuando su interpretación no sacrifique su sentido interpretativo. De esta forma, pudiera emplearse para explicar las variaciones o alteraciones que afectan, por ejemplo, el desarrollo de la política. Sobre todo, cuando por sus efectos se incitan contracciones sociales y económicas que perjudican la armonía y estabilidad que procura alcanzarse en todo momento y desde cualquier postura que pueda considerarse.
Cuando la política se desvirtúa a consecuencia de problemas como suelen acontecer cuando una sociedad padece de una precaria concepción de su praxis, se produce un estado de conmoción no necesariamente caracterizado por la agitación violenta de factores políticos. Igualmente puede emerger de condiciones primadas por la indiferencia que abona un terreno en el cual luce impostergable la contribución de sus miembros al enriquecimiento moral y ético de la situación cuestionada. O también, por la obstinación de quienes se arrogan un liderazgo intolerante. En cualquiera de los casos, la política resultará condenada a ser incomprendida. Todo ello puede animar un estado de confusión de tal magnitud por lo cual se posibilitan reacciones ausentes de razones argumentativas.
Cuando esto sucede, puede hablarse de la presencia de una crisis de la política. Crisis ésta confabulada por la indiferencia o por la obnubilación, cuyas perversidades desatan graves problemas. Es decir, aparecen las condiciones necesarias para pensar en la antipolítica como hecho a partir del cual tiende a renegarse la necesaria confrontación que, como realidad de la política, le imprime su mayor sentido. Tanto que, sin su incidencia no se justifica debate alguno, justamente por la falta del antagonismo. Y así la política dejaría de tener razón y justificación. Y eso, lamentablemente, es lo que está notándose en el país y sería lo peor que puede ocurrirle pues sus implicaciones derivarían en un infortunado desenlace.
Es ahí cuando cabe el aforismo napoleónico “divide y vencerás”. Su intencionalidad favorece toda obscura iniciativa asociada con la infamia utilizada como criterio de gestión política. Cuando una acción gubernamental es determinada por este principio, las realidades se enrarecen. Surgen entonces de esa penumbra algunos quienes valiéndose del embrollo generado, se dan a la tarea de ganar el mayor espacio político posible aprovecharse de las circunstancias.
Justamente, maquinaciones de esta naturaleza son parte de las acciones forjadas con propósitos enteramente despóticos pues además de sembrar el terror necesario por el cual la gente se abstiene de actuar con sentido político, se desarraigan instituciones. Inclusive, constitucionalmente diseñadas en aras de consolidar el sentimiento democrático y el ejercicio de las libertades. Por consiguiente, hay que admitir, aunque parezca contraproducente su aseveración, que el país vive una grave patología política.
VENTANA DE PAPEL
UN MAL EJEMPLO A SEGUIR
Muy a pesar de lo que refiere el Himno Nacional cuando canta “seguid el ejemplo que Caracas dio”, el dramaturgo francés Pierre Corneille (1606-1684) decía que “el ejemplo es a veces un espejo engañoso”. Vale este exordio para evidenciar el carácter contradictorio de ciertas personas quienes por afán absolutamente político, incurren en errores que no tienen parangón.
Es chocante estar de acuerdo con quien ante un auditórium tiene un discurso y ante otro expone una arenga diferente. Quien ante un escenario arguye una opinión bastante alejada de la que plantea en otro terreno. O se está o no de acuerdo con una realidad. Sin ambigüedades o ambivalencias que perturben la confianza de quien escucha o atiende la disertación en cuestión.
Actitudes de este tenor no sólo son reveladoras de la ausencia de principios éticos y hasta políticos en quien así puede expresarse. También, del desconocimiento del valor de la palabra dicha. O más aún, del concepto que envuelve lo expresado. En época de elecciones, quienes representan candidaturas se vuelven atrevidos. A veces, insolentes por causa de la imagen que pretenden brindar sin que ésta se corresponda con las capacidades del personaje propiamente.
Basta conque alguien no alcance a comprender el compromiso que se adquiere cuando se es candidato que aspira a la conducción de una organización, por vez primera o porque se juegue la reelección, para incurrir en una serie de errores que van desde las ridiculeces mostradas hasta una elocuencia sin argumentos de peso que le impriman seriedad al discurso. No hay duda de que casos así, sobre todo en países tan polarizados políticamente como Venezuela, constituyen un mal ejemplo a seguir.
NO SE HA APRENDIDO NADA
Ni porque se diga todo lo que se escucha en cuanto a que la racionalidad constituye la razón por la cual el hombre puede prevenir repetir errores o caer de manera seguida por el mismo hueco, sigue habiendo quienes reincidan en las mismas equivocaciones recién cometidas. Aquello que dice la jerga popular de que “nadie escarmienta en cabeza ajena”, es crudamente cierto. Es decir que no suelen sacarse conclusiones de una situación cuando las consecuencias negativas no repercuten sobre uno mismo. Sin embargo, alguien dijo una vez que “la inteligencia no consiste en no cometer errores sino en saber aprender de ellos”.
Pero por razones que rayan en la soberbia, la terquedad o en la prepotencia, muchos se niegan –voluntariamente- a aprender y se empeñan, también, voluntariamente, a caer reiterativamente en los mismos equívocos. ¿No les dice nada el adagio aquel que “el humano es el único animal que cae dos veces en el mismo hueco o que tropieza dos veces con la misma piedra”? Es bien sabido que tomando ciertos caminos ineluctablemente puede uno tropezarse con un muro de piedra. Sucede entonces que frente a ese muro y lejos de pensarlo para dar vuelta atrás, hay quienes insisten en darle cabezazos para derrumbarlo.
Y como es de esperar, termina con la cabeza rota. Además, lamentando la decisión tomada. Las consecuencias lógicas de esta situación, son el daño moral y ético que se hace no sólo quien así se comporte. También al entorno que suscribe dicha actitud pues tiene a revertirle lo expuesto en contra de la misma razón que alentó la conducta demostrada. Todo ello deja ver que, a pesar de lo vivido y escarmentado, es posible inferir que no se ha aprendido nada.
¿UN BASURERO CON UNA CIUDAD POR DENTRO?

Pareciera que aquello de que “Mérida es una Universidad con una ciudad por dentro”, perdió sentido. El problema de la basura, tomó el protagonismo. Se impuso de tal manera, que ahora no sólo se apoderó del paisaje urbano, sino que domina el discurso de los candidatos del statu quo adormecido por la crisis que subyuga buena parte de sus postulados y meras proposiciones.
Frente a dicha situación, Simón Rodríguez, miembro directivo del partido político Socialismo y Libertad, candidato a la gobernación de Mérida, escribe que “para desprestigio del socialismo, han sido los falsos revolucionarios del Psuv los responsables de la mayor parte de estos desmanes urbanísticos. ¿Era inevitable este destino para nuestra ciudad? No, y aún podemos luchar por revertirlo. Podemos rebelarnos contra los políticos y empresarios ladrones que han atentado contra toda racionalidad urbanística y norma ambiental. Podemos dar la pelea por democratizar y transformar la institución universitaria, para tener una casa de estudios comprometida con aportar a la solución de los problemas más urgentes de la población. Se podría elaborar en conjunto con las organizaciones ambientales, planes para el desarrollo de un modelo ecoturístico que permita educar a la población para la preservación del rico patrimonio natural de la sierra andina. Puede realizarse un plan de desarrollo urbano coherente y al servicio de las necesidades de la población, no de los capitalistas y los burócratas de turno. Nuestro proyecto está hecho con el material de lo justo y lo necesario, el material con el que se construyen las verdaderas revoluciones”.
Así pues que de permitir que Mérida siga siendo sometida por marchantes de la política, lejos de todo destino apacible y fortalecido en valores ciudadanos, podría convertirse en un basurero con una ciudad por dentro.
antoniomonagas@gmail.com

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1 comentario:

  1. Estimado amigo, no se de donde saca que "dividir y vencer" es de Napoleón. Por el contrario, es atribuida (dudosamente) a Julio César quien supuestamente expresó "divide et impera"

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