«Parece cierto que somos libres, pero, con más emotividad que
reflexión sufragamos y elegimos a las víboras que no demoran su propósito de
sitiarnos para impedir que prosigamos siéndolo»
Declaro mi resistencia
frente a la difundida presunción según la cual el Vulgo, aparte de
permitir que se le conduzca como «rebaño» a «sufragar», conceda el «sepelio» de
su Libertad previa paga de mendrugos o para complacer a un «Neo Señor de
Vasallos»: versión masculina de la deidad maléfica «Discordia», que urde en la
obscuridad. Frecuentemente intimida, pero igual muchas veces persuade a sus
víctimas para que le consientan cualquier cosa por inconcebible que luzca.
El «Ser Humano» nace
obviamente libre: y esa condición, «de facto y Derecho», ha de regir su
existencia. Pudiera ser «pobre» e «ignorante», que ambas tragedias suelen
padecerse inseparables, pero tendrá el irrenunciable impulso de pensar y obrar
de acuerdo con sus deseos. No querrá ser escrutado cuando camine en busca de satisfacción,
no admitirá se le explore la psique. El «humano» lo es por racional y
porque la Libertad le es inmanente, primero, y por emplear el don de
la inteligencia para emancipar sus actos ante los maestros de la
manipulación que lo sitian e imprecan.
La Libertad jamás
será «sepulta»: e, irrestrictamente, configura el limen en la
«exposición de motivos» de la Carta Fundamental de los Inalienables y
Humanos Derechos. Y lo es para el pensamiento, la acción y la
devota necesidad espiritual de cada quien: no irrumpió para ofrendarla,
transigir o capitular.
Análogo
a la vida, es irrenunciable. No se confiere y de ella no se discute
jurídicamente, no admite discernimientos opuestos respecto a su esencialismo.
No se puede platicar en su rededor «conforme a» lo «establecido» en (…) la
Constitución y (…) las cualesquiera otras cosas (…) La Libertad es
primacía, nunca parto de asambleístas o comisarios de regímenes. No fue, no es
ni será enmienda de opereta en parlamentos que pretenden consagrarla mediante
ceremonias.
La Libertad no es
la presea que los «feudatarios» veintiún cacas, ya en fase de pandemia
ultimomundana, pueden otorgar a su antojo. No en postrimerías, habría que
invertir los padecimientos: que esos a los cuales extendimos «contratos de
prestación servicios» sean los que nos pidan permiso a los ciudadanos y nos
consulten mediante referendos.
Los pintorescos «actos de
caciques» presuntamente legitimados, que intentan socavar nuestra dignidad,
hallarán la resistencia de nuestra primacía. Mucho más cuando estén flanqueados
por tropas de bien remunerados matones, o «marxenarios» (1) por estipendios, de
los veintiún cacas aventados: con el gas metano de la flatulencia política, con
su fétida opulencia de nuevorrico «pacífico» (pero, ¿que «está armado» y por
ello «no debemos equivocarnos»?).
La Libertad
no es la conquista de corajudos «que lucharon por su consecución», una
impagable deuda que tenemos al pendiente con próceres independentistas, con
«investidos de autoridad» para dictar indultos o con organizaciones
internacionales para la defensa de los Derechos Humanos. La Libertad es,
«in puris naturalibus» (2), el pensamiento y su ulterior acto de
ejecución: el sumo pontífice de cada uno de los seres racionales.
Entre el más apetitoso de
los banquetes y un plato para escatófagos, el Vulgo suele insólita e
insosteniblemente escoger aquello que lo infectará y aniquilará. Expando mi
confesión: es una realidad que a mí hiere y ante mi olfato hiede
porque el suicidio no lo redimirá frente a los soberbios a los cuales
«ciego reelige»: o, falaz, «invidente exculpa».
NOTAS.-
(1) En el curso
de la intesta Centuria XXI, pocos sospechaban que los petropredadores
exhumarían la tesis criminal de Marxfalso para desgracia de la Humanidad.
(2) En estado
de pureza absoluta (Lat.)
alberto jimenez ure
jimenezure@hotmail.com
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