lunes, 8 de octubre de 2012

RICARDO ESCALANTE, VENEZUELA A FUEGO LENTO

La reelección del presidente Hugo Chávez Frías, con harto ventajismo en el uso de los medios de comunicación y con el aparato del Estado a su servicio, significa la continuación de las mismas políticas de los últimos 14 años.  La disidencia, a pesar de la desventaja, sigue siendo casi la mitad del país y, por supuesto, es temprano para saber si Capriles habrá consolidado su líderazgo como alternativa y esperanza opositora.

Chávez se relegitimó y se dio el fortificante baño de masas que siempre le ha empalagado. Hoy aparece proyectado con la falsa imagen internacional del demócrata respetuoso de de la voluntad popular, a quien muchos fuera del país le conceden el beneficio de la duda y respaldan su proyecto “revolucionario” a cambio de contribuciones y operaciones económicas.

Como las campañas electorales conducen de manera implacable a la búsqueda de errores y también de culpables de las derrotas, hay que decir que si la oposición hubiese hecho sus elecciones primarias en septiembre u octubre del año pasado –como lo proponía Pompeyo Márquez-, Capriles habría tenido más tiempo para superar las evidentes deficiencias de su discurso y afinado el mensaje, que en los meses iniciales estuvo plagado de deficiencias.  Le faltó tiempo para llegar más a centros poblados en los cuales el nivel de conocimiento del Presidente es sólido, y habría reunido –tarea difícil- más dinero para llegar al electorado.  Pero, en el desesperado intento por imponer un candidato de sus preferencias, los partidos Acción Democrática, COPEI y otros, se empeñaron en demorar la decisión hasta febrero.

Al modificar su discurso e introducir cambios de fondo en la campaña, el joven aspirante a la Presidencia tuvo un espectacular remate que hacía pensar a muchos que Chávez era cosa del pasado.  Demostró, por un lado, gran fortaleza física y, por el otro, que quería ser Presidente.  No perdió un solo minuto.

Transcurrida ya la consulta popular, es inevitable echar un vistazo a las condiciones éticas, económicas, políticas y sociales del país, y a sus perspectivas. Después de 14 años en el poder, la moral de un amplio sector de venezolanos está reblandecida por el manejo impropio del Estado; la economía no tiene el sector económico privado que antes producía empleo y garantizaba buena parte del abastecimiento, los partidos políticos son débiles y carecen de liderazgo, y las organizaciones sociales están agrietadas y desmoralizadas. Las cifras oficiales muestran una sociedad sometida al imperio del hampa, que se ha multiplicado con el estímulo oficial.

Hoy, después de las elecciones, en Venezuela sigue vigente el desafío de crear una nueva organización política, judicial y administrativa, que con independencia desempeñe las funciones del Estado para garantizar las funciones económicas y sociales.  ¿Lo hará Chávez? Imposible por dos razones: Porque él sabe destruir, no dialoga, no rectifica y ha causado grave daño al país y porque, además, el aspecto físico delata que está seriamente enfermo y existe la posibilidad de su muerte en un tiempo no lejano.  Si esto último ocurriera, la Constitución de la República establece (artículo 237) que deberá haber una nueva elección dentro de los 30 días siguientes.

Es, por otra parte, necesario entrar en consideraciones de tipo económico para advertir que ya se agotó la promesa chavista de continuar el despilfarro y que, por el contrario, seguirá la inflación de dos dígitos, los precios de la gasolina tendrán que aumentar de manera significativa y el bolívar será devaluado. Las condiciones del país empeorarán a pesar de los actuales altos precios del petróleo en los mercados internacionales.  Para dar apenas una idea de las circunstancias en que se iniciará el nuevo período constitucional, son suficientes unas pocas cifras que constituyen el talón de Aquiles de los venezolanos:

De acuerdo con cifras oficiales, en trece años de gobierno, es decir, hasta 2011, la deuda externa del gobierno central había pasado de 28.455 millones de dólares, a 107.428 millones de dólares.  A esa cifra había que agregar 10 mil millones de dólares por concepto de repatriación de intereses, que constituían deuda del gobierno con empresas, así como los pasivos financieros de PDVSA (algo más de 40 mil millones de dólares) y el monto correspondiente al Fondo Chino, que amerita una explicación adicional.

Hasta ese mismo momento (2011), el Fondo Chino -que no es otra cosa que venta de petróleo a futuro y, en consecuencia, es deuda externa- había llegado a 38.500 millones de dólares. Al comenzar el año 2012, la voracidad del gobierno de Chávez estableció nuevos contratos con Pekín, que han elevado esa deuda a cien mil millones de dólares.  La administración “bolivariana” recibió y gastó ese inmenso caudal, que compromete las exportaciones de crudo a razón de 500 mil barriles por día a precios indexados durante un período que puede llegar a 25 años, dependiendo de las oscilaciones de los precios y los intereses a que hubiere lugar.  Y, como si fuera poco, en el último año ha pactado la compra de equipos militares a Rusia, Bielorrusia y otros países, por más de 10 mil millones de dólares, que también son deuda externa.  Existen, asimismo, deudas con contratistas y pasivos laborales de PDVSA y por otros conceptos,  por un monto superior a 15 mil millones de dólares.

Todo lo anterior plantea el comienzo del nuevo período constitucional con deudas superiores a 300 mil millones de dólares, con el agravante de que la eficiencia de la industria petrolera se desmoronó por falta de personal capacitado y porque el mantenimiento y la renovación de equipos es insuficiente.  Ese deterioro de PDVSA es causante de los accidentes del complejo refinador de Paraguaná, de El Palito y otros, a lo cual se debe añadir un elemento que siempre ha estado en la opinión pública:  El suministro de cien mil barriles diarios de petróleo a Cuba en condiciones incobrables, así como las deudas acumuladas por exportaciones  hechas en términos similares a través de Petrocaribe, sin que PDVSA hubiese elevado su capacidad de producción y exportación, lo que conduce a pensar que el ingreso petrolero real de los venezolanos ha sido puesto en la picota por Chávez. 

Ahhh, y un pequeño pero significativo elemento es la posibilidad de que los precios del petróleo bajen en algún momento, sobre todo porque Estados Unidos, que ha sido tradicionalmente importador de hidrocarburos, está pasando a ser productor en gran escala y reduciendo de manera acelerada su dependencia energética del exterior.  ¿Soportaremos 20 años así?


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