El martes 9 se produjo la rueda de prensa de
Henrique Capriles, el héroe de los 6.500.000 votos obtenidos por la oposición.
Fue una lección de entereza, decencia y liderazgo. Al fin teníamos un líder,
ese por el que clamábamos hacia años, uno bien dispuesto a encabezar la
decisión de medio país de no entregarse
¿Quién de aquellos que votaron por Henrique
Capriles no lloró, pataleó, maldijo, se deprimió, tomó Lexotanil o ahogó sus
penas en licor la noche del 7 de octubre? Al día siguiente, cuando sin tener
muchas ganas de despertarme y con el corazón encogido decidí que echarse a
morir no estaba en mis planes, recibí el primer mensaje en mi celular: “Cero
propinas, en socialismo no se dan propinas”.
Quise responderle a la persona que me le
envió que esa era una reacción infantil, en realidad irracional, pero me
contuve porque comprendí que era muy pronto para que los frustrados electores
asimiláramos la derrota de manera sensata. Esa tarde me puse de acuerdo con
otras deprimidas de mi familia para ir a tomarnos un café y luego al cine.
En la pastelería de Los Palos Grandes donde
nos reunimos, un señor de cierta edad, correctamente vestido con paltó y
corbata, se paseaba como un poseído entre las mesas gritándoles a los
mesoneros: “pídanle propinas a Jaua, que se las de Cilia Flores, pídanselas a
Jorge Rodríguez”. Sentí pena ajena.
Luego en el cine Woody Allen, con su “De Roma
con amor”, nos permitió reír a carcajadas durante casi dos horas y olvidar por
ese rato aquella opresión en el pecho. Al otro día empezó a circular por
Internet un mensaje de especial sutileza titulado ¡Que se jodan!, salido de la
elegante y filosófica pluma, es decir teclado, de alguien que no entra en el
grupo de los que nos vamos a “joder” porque hace años se autoexilió.
Ese día comenzaron también a circular
mensajes de personas que elogiaban la hazaña de Henrique Capriles y el trabajo
de la Mesa de la Unidad Democrática sin faltar los que achacaban la pérdida al
eterno fraude, pero había un cierto equilibrio entre unos y otros. Lo único
curioso es que las mismas personas que enviaban correos con las alabanzas antes
señaladas luego rebotaban el “Que se jodan.
Me resultó inevitable preguntarme cuál es la
madurez política de quienes reenvían todo lo que reciben sin analizar su
contenido, motivaciones y efectos.
El martes 9 en horas de la noche se produjo
la rueda de prensa de Henrique Capriles, el héroe de los 6.500.000 votos
obtenidos por la oposición. Fue una lección de altura, entereza, decencia y
liderazgo.
Al fin teníamos un líder, ese por el que
clamábamos hacia años, uno bien dispuesto a encabezar la decisión de medio país
de no entregarse para que la bota de Chávez nos aplaste. Entonces llovieron los
elogios, pero persistía el malestar por lo que dijeron los exit poll hasta las
3 o 4 de la tarde del domingo 7 y lo que dijeron las actas cuyos resultados
fueron leídos por Tibisay Lucena esa noche.
Y aunque Capriles se refirió al ventajismo y
abusos cometidos por el gobierno, y los denunció de nuevo en su rueda de prensa
como lo había hecho durante toda la campaña, comenzó a tomar cuerpo no solo el
fantasma del fraude electrónico sino algo mucho más masoquista y destructivo:
las culpas del candidato Capriles y de la MUD por no haber previsto la derrota
o no haberla evitado.
En esta última imputación se destacan algunos
comunicadores sociales que han hecho de la crítica vitriólica a la dirigencia
opositora, un deporte que practican con el mayor desparpajo y desvergüenza.
Dicen hoy y se desdicen al día siguiente sin siquiera pestañear y eso desde
hace trece años. Es algo que podríamos llamar caradurismo comunicacional. Uno
que se fue escapado a Miami después de haber ocasionado una multa
milmillardiana a Globovisión y que mantuvo una postura anti Capriles durante
casi toda la campaña, declaró el domingo 7 de octubre a los medios de aquella
ciudad, que Capriles había ganado por ocho millones de votos pero que estaba
negociando con el CNE disminuir esa cantidad para no humillar al presidente.
Al día siguiente publicó su acostumbrada
columna en el periódico de su propiedad, hablando pestes de la MUD y del
candidato por haberse dejado derrotar y sin escribir una letra de la patraña
que difundió el día anterior. Otra que ha anunciado varias veces la inminente
muerte de Chávez gracias a sus fuentes fidedignas y que solo cesó en sus sapos
y culebras contra la dirigencia política opositora cuando apareció en escena
Henrique Capriles, a quien aclamaba como vencedor, ahora culpa a la MUD de
habernos engañado y de haber legitimado al CNE al callar sus trampas, tropelías
y por supuesto el fraude electrónico. Y no podía faltar un columnista de los
lunes en El Nacional, que es la reedición del aquel personaje de la Radio Rochela
en sus mejores tiempos, llamado Telaraña, cuya especialidad era anunciar
tragedias y desenlaces fatales de diversa índole.
En esta fauna de carroñeros es imprescindible
incluir a los analistas que vieron todo clarísimo después de conocer los
resultados del 7 de octubre: la campaña fue floja, Capriles no supo llegarle a
la gente, el mensaje carecía de atractivo, etcétera.
Cada quien es libre de reaccionar como mejor
puede y le parece ante un duelo electoral como el que describió magistralmente
la psicoanalista Ana Teresa Torres. Pero lo menos que puede pedirse a quienes
pretenden formar opinión desde sus columnas de prensa, blogs y otras formas de
comunicación pública, es tener un poco de coherencia, de responsabilidad y no
actuar como niños que arman una pataleta cuando no consiguen lo que piden.
El Telaraña a que me he referido antes,
publicó el lunes 1º de octubre una columna exultante en la que no había un
resquicio para la duda sobre el triunfo arrollador de Capriles. El martes 9 del
mismo mes volvió a las andadas: el candidato se medio salvó de su ira
incontenible pero la MUD fue apaleada sin piedad. Incurrió en esa contradicción
flagrante sin una pizca de rubor.
Toda la dirigencia política agrupada en la
MUD, denunció una y mil veces los abusos y el ventajismo del gobierno avalados
por el CNE. El candidato Capriles se desgañitó acusando al gobierno por sus
atropellos a las normas electorales.
Toda la prensa internacional, salvo la de los
países donde gobiernan los indeseables socios del continuista, ha denunciado la
suciedad e inequidad del proceso electoral venezolano. Para los ojos del mundo
Chávez fue reelecto pero con base a dádivas, amenazas, movilizaciones muchas de
ellas forzadas, cadenas radiotelevisivas y control abusivo del espectro comunicacional.
Todo eso lo sabíamos quienes no somos niños y
fuimos a votar con la esperanza de que ocurriera un milagro. Todas las
encuestas serias nos decían que Chávez ganaba pero nos dedicamos a insultar y
acusar de vendidos a sus voceros. Excluyo de la calificación de “serias” a
Oscar Schemel de Hinterlances quien más allá de haber acertado, se dedicó a
servirle de propagandista al gobierno como estrella rutilante de Venezolana de
Televisión.
Hasta la encuestadora Consultores 21 que le
daba una ventaja relativa a Capriles, indicaba que el nivel de aceptación de
Chávez rondaba el 50%. Fuimos a una elección con grandes expectativas y
perdimos, hay tres actitudes hacia las futuras elecciones de cualquier
naturaleza: 1º Irse del país como aconseja el psiquiatra del PSUV Jorge
Rodríguez, 2º No volver a votar y rendirse ante el chavismo avasallante y 3º
Seguir en la pelea para ser parte de esa mitad del país que se niega a emigrar
o a dejarse aplastar.
Por lo que a mí respecta, renuevo mi gratitud
a la Mesa de la Unidad Democrática por haber logrado la hazaña de unir a las
distintas organizaciones políticas y demostrarnos que la política no la hacen
ni energúmenos (as) ni faranduleros (as) ni sifrinos (as) inmaduros (as). Le
reitero mi admiración y respaldo a Henrique Capriles Radonsky por su valor, su
entrega y sus cualidades humanas excepcionales y declaro que votaré una y mil
veces mientras viva, con este CNE y con el que sea.
gamus.paulina@gmail.com
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