¿Qué
le espera a Venezuela después de esta nueva victoria de Hugo Chávez? Cuatro
grandes temas consumirán la atención del Gobierno y el país. Primero, el tóxico
legado económico que Hugo Chávez hereda de sí mismo. Segundo, el precario estado
de salud del presidente. Tercero, las batallas sucesorias entre sus más
cercanos colaboradores. Y cuarto, los intentos que Chávez y su Gobierno harán
para cambiar la Constitución de manera que, en caso de que el mandatario se vea
impedido de seguir al frente del Estado, pueda designar a su sucesor sin
convocar nuevas elecciones, tal como ahora lo establece la ley.
La
economía. El presidente Chávez comienza su nuevo periodo con una economía
devastada por las políticas que él mismo ha implantado. Los datos son
aterradores: la inflación más alta del mundo, la tasa de cambio y las reservas
internacionales del país en caída libre; unas importaciones que, si bien han
aumentado casi cinco veces desde 2003, no logran paliar el desabastecimiento
crónico (alimentos, medicinas, etc.); la producción petrolera declinando y las
refinerías estallando; la producción agrícola y manufacturera por los suelos;
el endeudamiento desbocado —en 2007 no llegaba a 30.000 millones de dólares y
hoy excede los 200.000 millones— y una enorme conflictividad laboral azuzada
por salarios deteriorados por la inflación. Las distorsiones han alcanzado
niveles que pronto obligarán al presidente a tomar las decisiones económicas
más difíciles e impopulares que le han tocado desde que asumió el poder en
1999.
La
salud de Hugo Chávez. El presidente no está bien. Las múltiples operaciones y
los recurrentes tratamientos de radiación, quimioterapia y otros no han logrado
contener el avance de su enfermedad. En los más altos círculos gubernamentales
de otros países el consenso es que la salud del presidente venezolano es
precaria y tiene bajas probabilidades de curación. La evolución del estado de
salud de Hugo Chávez moldeará la evolución política del país en los próximos
años. La biología podría ser más importante que la ideología en determinar
adónde va Venezuela. Esto lo saben el presidente y sus allegados.
¿Quién
viene después de Chávez? El presidente acaba de designar como vicepresidente a
Nicolás Maduro, uno de sus más cercanos colaboradores y uno de los pocos en su
círculo más íntimo que no proviene de las Fuerzas Armadas. En vista de la
precaria salud del mandatario, este nombramiento reviste hoy más importancia
que en el pasado y es difícil suponer que los cálculos sucesorios no hayan formado
parte de los criterios del presidente a la hora de tomar la decisión. Maduro no
es el único con las posibilidades y las ganas de suceder a Chávez. Varios otros
aliados del presidente tienen las credenciales, el dinero y los vínculos con
grupos militares, políticos y con otros actores internacionales influyentes en
Venezuela como para ser factores de poder muy importantes. Estos otros
aspirantes no acatarán sin reaccionar la decisión de ser excluidos. Saben que
el patrón establecido por el presidente Chávez ha sido que una vez que se llega
al poder no hay que dejarlo. Y que es posible retenerlo durante décadas. Lo que
está en juego es la lotería con el premio más gordo de América Latina.
El
dedo y no los votos. La Constitución venezolana establece que si el presidente
no puede continuar en funciones hay que convocar elecciones. Dadas las
circunstancias, esta es una norma muy inconveniente para Chávez y su equipo. En
sus 13 años en el poder, cada vez que una ley no le ha sido conveniente, el
presidente la ha cambiado. No hay por qué suponer que no hará lo mismo en este
caso. Lo ideal para Chávez y para la continuidad de su proyecto político sería
que su vicepresidente concluya el periodo presidencial en caso de ausencia del
presidente.
¿Qué
hacer? En vista del control del presidente Chávez sobre la Asamblea Nacional,
el Tribunal Supremo y todos los demás órganos del poder, si él decide cambiar
la Constitución es difícil que la sociedad civil y las fuerzas políticas lo
puedan impedir. La única esperanza es que los líderes democráticos del mundo
alcen su voz en protesta y exijan a Hugo Chávez que abandone sus pretensiones
dinásticas y permita que su sucesor sea elegido por el pueblo, y no escogido a
dedo. Será la oportunidad, por ejemplo, para que Dilma Rousseff o Lula da Silva
rompan con el ensordecedor silencio que Brasil ha mantenido con respecto a las
conductas poco democráticas del presidente Chávez. Ya es hora de dejar de
felicitarlo y comenzar a exigirle públicamente que respete los principios
básicos de la democracia.
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