“No busco saber las respuestas, busco comprender las preguntas” Confucio
Aunque no soy ni pretendo ser un
técnico electoral, sí me precio de conocer a algunos muy competentes y
valientes, que no se resignan con seguir la corriente sino que se empeñan en buscar
la verdad de nuestro “sistema de elecciones”.
El viernes anterior al 7-O,
mientras esperaba la visita de unos amigos, casi distraído me encontré con una
entrevista en Globovisión de la periodista Patricia Junot de CNN a Tibisay
Lucena, flamante presidente del CNE, y me llamó poderosamente la atención las
veces que Lucena enumeraba la cantidad de “software” que la oposición había
revisado, diseñados y previstos para la votación del domingo. Aquella profusión
de máquinas y sistemas inventados para que los venezolanos ingresáramos a los
centros de votación, nos filtraran por nuestra huella y escogiéramos al
candidato de nuestra preferencia me prendió una alarma hasta ese momento no
identificada.
Unos días atrás, gracias a un amable anfitrión, había estado en
una reunión, muy amplia y vario pinta, donde escuchamos al rector Vicente Díaz
intentar explicar los pasos y la justificación de algunas de esas enrevesadas
máquinas, compradas a altísimos precios, en dólares, que nos iban a instalar
como alcabalas obligadas para poder votar; allí también me llamó la atención
que algunos conspicuos representantes de sectores opositores oyeran estas
descripciones con una aceptación casi plácida, mientras que otros, como yo, no
nos gustaba lo que oíamos.
Todo esto me fue creando una sensación de peligro
que conjuraba el optimismo asentado en el ánimo gracias a las manifestaciones
de apoyo que explotaban por la campaña que encabezaba Henrique Capriles con un
esfuerzo físico casi inhumano y que, a mi maniática manera de que querer ver
las cosas, se me mostraba como una rebelión muy decidida, cívica pero resuelta, de un pueblo harto de Chávez y el
chavismo. Detrás de Capriles marchaban todas las clases sociales sin
distinción: empleados públicos, profesionales, técnicos, estudiantes, obreros,
curas, desempleados, madres y abuelos, etc. Se podía apostar que la mayoría se
había desatado contra la corrupción, la ineficacia, la inseguridad y el insulto
prepotente del Tirano; la votación se ofrecía como una mera formalidad: el país
se había rebelado, se repetía otro 23 de enero de 1958 cuando todos celebraron
el fin de la anterior dictadura. No
ocurrió así.
La noche del 7-O nos anunciaron una
calculada derrota, rápidamente aceptada por la dirigencia opositora, y la
frustración se impuso a la esperanza. Comenzaba una sesión de explicaciones
sobre las razones de la derrota cada cual más inverosímil pero contundente. Se
aduce, entre otras fábulas, que una maquinaria roja, que ya hubieran querido
los nazis, movilizó en dos horas a millón y medio de electores remolones con la
ayuda de motos, camiones, autobuses y hasta guardias nacionales; que las
Fuerzas de Defensa de Israel son un atajo de torpes comparados con las huestes
de Jorge Rodríguez; que a última hora aparecían votos rojos cuales cucarachas y
chiripas como si en la Sala de Totalización del CNE los votos entran por
oleadas uniformes. Y así fue aceptado por la MUD y Capriles.
Sin embargo, hubo un hecho sin
parangón en nuestra historia y es que esa noche, al día siguiente, y creo que
hasta ahora, Venezuela se puso de luto, triste; nadie ha festejado una victoria
y muchos no creen en la derrota. En barrios populares, en las zonas foráneas y
rurales, en las ciudades y sus urbanizaciones de toda clase, el pueblo se sabe
y se siente burlado, no se traga esas explicaciones, no las cree ¿Por qué? Esta
es una pregunta importante que debe ser respondida por la dirigencia social, y
no solamente la política; cual pastores, los que tienen voz deben pensar y
hablar con la verdad, dejar atrás mitos y mentiras convenientes que quieren ser
repetidas hasta convertirlas en verdad.
El pueblo de Venezuela es un pueblo
bueno pero no es un pueblo tonto, nuestra raíz llanera nos ha enseñado a no
contradecir pero sin creer. Hacen mal los que desprecian su instinto y su
temple. El pueblo quiere oír la verdad que intuye y no la engañifa que se le
quiere vender con envoltura de conveniencia.
Todas las explicaciones increíbles
ensayadas para hacer tragar al elector esas ruedas de molino sólo buscan
enmascarar la verdad: votamos con un sistema electoral perverso, diseñado por
el chavismo para controlar el Poder.
No es verdad que el Registro
Electoral ha sido revisado –“auditado”, se dice- y depurado por nuestras
universidades, como se afirma machaconamente en programas amigos de la
televisión. El número de votantes no concuerda con el crecimiento de la
población. En el REP hay muertos, doble cedulados y hasta fantasmas con un
mismo apellido, por decir lo menos. Allí hay una “reserva” a la que echar mano.
El REP debe ser público y de acceso a todos pero no lo es, sólo se les da a los
partidos y grupos de oposición los nombres y las cédulas, mas no las
direcciones, y así no es posible comprobar esos supuestos votantes. La ley dice
que el REP es público pero el CNE no la acata.
A lo anterior hay que sumar que
votamos con máquinas electrónicas, que reciben los votos, los mezclan, los
transmiten y los cuentan sin control de los votantes. Un sistema impuesto por
un CNE parcializado y electo sin respeto a la ley y la Constitución, totalmente
sumiso al chavismo: todos sus miembros fueron postulados y electos por el
chavismo. Ese sistema electrónico ha sido descartado, por inseguro, por la gran
mayoría de los países democráticos y en las localidades donde se ensaya está
controlado estrictamente por organismos ajenos al sistema electoral que los
instala. Sin intenciones de parecer irónico, puedo destacar que Argentina,
Bolivia y Ecuador (ALBA) están tentados a ensayar el voto electrónico mientras
Alemania, Italia, Holanda y Japón lo han descartado después de ensayarlo por
inseguro. Cuba espera la muerte de Fidel a ver qué hace.
Ahora bien, si todo lo anterior es
verdad ¿Qué hacer? Tenemos unos neofascistas de ocasión que no les gusta que se
hable de esto; una especie de nueva Inquisición a la que les respondemos como
Galileo: “Eppur si muove” (y sin embargo se mueve, la tierra alrededor del
sol). Otros preferimos confiar en el pueblo y decirles la verdad para que con
ella retomen su rebeldía natural, histórica. Las elecciones pueden ser un
camino de liberación si así se las entiende y si no se traicionan ¡Ya basta!
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