En Venezuela no hay peligro de una
“guerra civil”, como irresponsablemnte lo señalara Chávez en dias pasados, en
medio de sus temores por la inminente derrota electoral del 7 de octubre.
Tampoco se plantea “al menos una crisis”, a pesar de que estamos ante una
elección muy particular, en la que los venezolanos escogeremos entre un régimen
totalitario, autocrático o simplemente militar; y, un régimen democrático en el
que impere el diólogo, la tolerancia y el respeto mutuo.
Es difícil para el chavismo aceptar su
derrota, es decir, el fin de un proyecto disparatado en el que se han impuesto
la corrupción y la ineficiencia en términos jamás imaginados. De allí el fraude
continuado que se intenta. No sólo ventajismo, que refleja deshonestidad, sino
falta de transparencia. Todavía no se ha aceptado la indispensable revisión del
Registro Electoral, ni el acceso completo al sistema, como tampoco se ha
abierto a la observación internacional el proceso. El 7 de octubre el chavismo
intentará desconocer los resultados. Los grupos paramilitares protegidos y
armados por el régimen podrían actuar para causar terror y desestabilizar, bajo
las órdenes precisas de algunos a quienes se les debe recordar que los actos de
esos grupos se atribuyen al Estado y los dirigentes de éstos serán los
responsables individuales por todo lo que pueda ocurrir. El chavismo inisitirá en la “rebelión”
despues del 7 de octubre, la misma que intentaron en 1992 que provocó
centenares de muertos, hechos que tendrán que aclararse en su oportunidad.
Trás los conflictos internos se impone
la justicia, la reparación de las víctimas y la paz, es decir, la
reconciliación nacional. Es una práctica que se ha desarrollado en los últimos
tiempos, en cuya formación han participado los órganos internacionales, en
especial las Naciones Unidas. En el Consejo de Derechos Humanos se designó hace
algunos meses un Relator Especial para la promoción de la verdad, la justicia,
la reperación y las garantías de no repetición. Sabemos que en los países que
salen de un conflicto, no necesariamente armado, el estado de derecho suele ser
débil, cuando no inexistente. A ello se agrega la falta de confianza que hay en
las instituciones, especialmente en el poder judicial. La impunidad no tiene
cabida en estos procesos de reconciliación, únicos que garantizan la paz a
largo plazo en las sociedades que han vivido tales situaciones.
Hemos vivido un largo período de
conflicto que sin ser armado no deja de ser traumático. El cambio en Venezuela
trás la elección del 7 de octubre debe darse en forma pacífica y cívica. A eso
apostamos todos, como lo ha dicho Capriles en su campaña. Un pais para todos,
en donde la camisa roja deje de ser una carta de identidad. Debemos buscar la
reconciliación nacional, la paz interna, la coexietncia y el respeto mutuo, lo
que no excluye la aplicación de la justicia. No se trata, de ninguna manera, de
revancha o venganza. Simplemente de justicia.
Es cierto que debemos olvidar algunas
cosas, pero nadie tiene derecho a perdonar en nombre de las víctimas y acá las
ha habido, lo sabemos todos. Aquellos que en cumplimiento de órdenes superiores
han condenado a muchos que hoy mueren física y moralmente en las cárceles
políticas del país; los que de alguna manera –por participación intelectual o
material- han estado involucrados en crímenes o en ejecuciones extrajudiciales
que no se han resuelto y que tienen claros elementos políticos; los que no han cumplido con sus deberes como
representantes del Estado o que han actuado valiéndose de esa condición para
perseguir, reprimir y castigar; en fin, aquellos que han participado en el
saqueo de las arcas públicas y en la destrucción del Estado y de sus empresas,
deberán responder ante la justicia, en procesos, claro está, ajustados a
derecho, imparciales y honestos, muy distintos a los que se han llevado a cabo
estos años en los que se han utilizado los órganos del Estado para sancionar
sin piedad a quienes se oponen al régimen.
En enero del año próximo se inicia un
período de transición que debe manejarse con sabiduría, pero también con
firmeza, para reestablecer el estado de derecho y la democracia. Al recurrir a
formas de justicia cónsonas con estos procesos se abre el espacio de la
justicia transicional, un mecanismo que permite flexibilizar las normas y los
procedimientos jurídicos, en favor de la paz. La justicia transicional supone
la constitución de Comisiones de la Verdad, el procesamiento de algunos, el
perdón de otros y la reparación de los daños causados a las víctimas, sin
descuidar la memoria.
vitoco98@hotmail.com
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