Con gran entusiasmo y con el esfuerzo del
trabajo tesonero muchos venezolanos vemos que un nuevo horizonte se presenta
delante de nosotros. La esperanza ha llenado nuestros corazones, y a medida que
avanzamos en el recorrido el miedo se ha ido disipando. Aunque pareciera que en
nuestro país es habitual vivir en incertidumbre, y muchos se dan a la tarea de
angustiar a la novia con la posibilidad de que su prometido la deje en el
altar. Sin embargo, muchas veces en la vida las mayores alegrías vienen después
de grandes momentos de aflicción; como la felicidad de la mujer que da a luz
una nueva vida, que en un instante llora de dolor y en el siguiente vuelve a
llorar, pero esta vez de alegría.
Si, quizá sea de esta manera, no lo sabemos;
pero lo que sí sabemos es que hemos puesto nuestra confianza en Dios. Sabemos
que estamos determinados a vivir en nuestro país libres de toda opresión, con
lazos de hermandad entre todos; dejando el odio y el rencor atrás y extendiendo
nuestra mirada a un futuro próspero en todas las facetas de la vida nacional.
Un país que le dará ejemplo al mundo de lo que significa la restitución, el
levantarse de las ruinas y reconstruir los muros caídos.
Este es el pensamiento que abarca la mente de
muchos, es la fe que llevamos en nuestros corazones. Pero aún falta algo muy
importante para que esta esperanza se convierta en realidad; pues, todos los
venezolanos nos encontramos frente al compromiso de romper las barreras del
pasado. Si pensamos que nuestros sueños nunca se realizarán, que somos un país
imposible de cambiar; si confesamos estas palabras y por ende actuamos en
función de ellas, entonces nuestros sueños se dormirán en el olvido y la
frustración continuará siendo el pan de cada día. Si pensamos que no contamos
con lo necesario para levantarnos e izar la bandera del triunfo sobre nosotros,
entonces seguiremos siendo subyugados por la maldad.
Hoy es el momento para cada uno de nosotros,
individualmente y como país, de tomar la decisión de alejarnos del mal en todas
sus formas y volver nuestros corazones a Dios. Es el momento de entender que no
hay otra forma de levantar un país sino a través del trabajo; que la
convivencia se hará cada vez más fluida y sólida en la medida en que
desterremos de nuestras mentes las prácticas de retaliación, discriminación y
vejación, a las que muy lamentablemente hemos estado expuestos por muchos años.
Hoy es el momento de llenar nuestros corazones de renovados sentimientos de
fraternidad; el momento de dejar el pasado atrás; el momento de caminar la
segunda milla porque en ella encontraremos la recompensa del que persevera.
Tenemos delante de nosotros a un líder que hasta hace poco era subestimado por muchos. Un hombre de un corazón sencillo pero con el ímpetu de un león que persigue a la presa. Un hombre impulsado por la fuerza del trabajo que arrecia, mientras que los opositores se extienden más en sus disparatados discursos. Nos llena de admiración y de emoción; es como ver la escenificación de la historia de David y Goliat con otros personajes. La historia del pequeño y humilde que le creyó a Dios, y del gigante que cayó tan bajo como alta fue su gloria.
Sin embargo, hermanos venezolanos, un líder
sin todas las manos unidas de un país que trabaje y se esfuerce para respaldar
su visión y hacerla realidad se desvanece junto con sus ideales. Debemos dejar
atrás la idea idólatra del salvador que todo lo puede, que todo lo hará por mí.
Debemos poner nuestra mirada en Dios y nuestras manos a la acción. Creo que
vendrán tiempos mejores, y así como ha abundado la maldad sobreabundará la
gracia de Dios para aquellos que le busquen de corazón sincero. Creo
profundamente que sí hay un nuevo camino para los venezolanos.
¡Creo que Dios es el camino!
"Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida". San Juan 14:6
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