viernes, 28 de septiembre de 2012

PEDRO PAÚL BELLO, DE NUESTRA HISTORIA RECIENTE

Como es el caso de todos los países latinoamericanos, los procesos políticos de Venezuela hunden sus más profundas raíces originarias en los acontecimientos sociales, políticos, económicos e institucionales, similares y también diversos, a los que nacieron y luego evolucionaron a partir del descubrimiento y colonización de esta sub-región a partir de su descubrimiento por parte de las Metrópolis Iberas España y Portugal. 
Éstas aportaron la Fe católica, sus maneras diferentes de ser pueblos, sus instituciones aún mal definidas, especialmente en España que apenas vivió poco más de dos siglos de feudalismo, lapso que ocurrió entre el fin de la invasión visigoda y la conquista musulmana finalizada con la toma de Granada. Y España aportó, también, esa característica predominante en su población de entonces, que los estudiosos han denominado “el ethos de la subjetividad.”
Venezuela padeció, desde la tercera década del siglo XVI y hasta la primera del siglo XX, una guerra civil intestina que comenzó con alzamientos, cada vez más importantes, de esclavos negros e indígenas, la cual se confundió con la paralela guerra de Independencia, de la que se desarrolló una forma de feudalismo de Caudillos regionales que, instalados como Señores feudales en sus respectivas regiones, elegían y derrocaban Presidentes de la República pues éstos dependían de sus apoyos militares. Esta situación terminó cuando uno de ellos, Juan Vicente Gómez, se hizo de absoluto poder, fundó el Estado Moderno venezolano y derrotó al caudillismo dándole fin.
Gómez instaló una dictadura que se extendió por 27 años, durante los cuales ejerció un poder único, pero supo  escoger, para sus equipos de gobierno, a los ciudadanos entonces más destacados en las diferentes instancias del saber. En la primera década de su tiempo de mando, creó una institución de formación militar y contó con el inicio de la explotación petrolera en el país, actividad que confió a empresas extranjeras especializadas en ese ramo. La guerra desapareció de la vida nacional, pero aquellos quienes se sublevaron contra su tiranía, sufrieron persecuciones y terribles cárceles. Cuando murió, en diciembre de 1935, dejó en la Presidencia de la República a un militar formado en la institución que había creado, quien era de gran solvencia y tenía otra mentalidad política: el Gral. Eleazar López Contreras supo abrir el país al ejercicio progresivo y gradual de la democracia.
En los años terminales del gobierno de Gómez, ya el petróleo se manifestaba como recurso económico de gran importancia. Durante el gobierno de López Contreras fue factor de desarrollo productivo, característica que se mantuvo en el siguiente período gubernamental del sucesor de López, el Gral. Isaías Medina Angarita. Derrocado éste por una Logia Militar a la que se asoció el Partido izquierdista Acción Democrática, ese producto adquirió otra característica que se desarrolló mucho más en el tiempo sucesivo:  fue factor de renta que facilitó el crecimiento progresivo de un Estado alimentado por una economía rentística. El Partido AD, que apenas duró tres años en el poder y fue derrocado por otro golpe militar y carecía de planes alternativos y de proyectos para gobernar, constituyó una alianza de clases que concitó sectores de intereses económicos y sociales antagónicos y contradictorios:  un sector industrial en incipiente desarrollo y producía bienes de consumo y otro sector conformado por obreros sindicalizados radicados en las principales ciudades del país. Así se instaló en Venezuela, con retraso respecto a otros países del sub-continente, un modelo político --el populista-- que para aquel tiempo daba ya muestras de ser insostenible. En efecto, luego de un fuerte crecimiento inicial, dependiente de las importaciones de bienes naturales de consumo por parte de los países europeos que padecieron la primera guerra mundial, y después de la crisis económica mundial de los años 30, estos países vieron que como sus economías se debilitaban de manera progresiva, porque los países más desarrollados reducían gradualmente la demanda de los bienes que importaban de la América Latina. En tal condición, los países exportadores se vieron obligados a tener que aumentar sus exportaciones para mantener sus ingresos, lo que generó una progresiva caída de los precios de estos bienes generada por dicho aumento dicho pues los productos exportados iban a mercados en los que el consumo de esos bienes había llegado al tope.
Auspiciado pues, por la Cepal, Venezuela entró en el modelo de sustitución de exportaciones. Cuando el gobierno militar que derrocó a Acción Democrática asumió el poder, trató de establecer en la economía venezolana un modelo opuesto al cepalista: la diversificación de las exportaciones. Ese modelo, apoyado en el aumento progresivo del consumo de petróleo en el mundo generado al término de la II Guerra Mundial, permitió que dicho gobierno, en los diez años durante los cuales ejerció el poder, pudiera desarrollar en el país un proceso de alto crecimiento modernizador:  construcción de modernas autopistas, represas, desarrollo de nuevas industrias, modernas plantas de producción de energía,  inicio del desarrollo de subproductos del petróleo aguas abajo, vasto plan de desarrollo de viviendas para la población, erradicación de los ranchos o tugurios, etc. Ante los ojos del mundo, Venezuela crecía y se desarrollaba de asombrosa manera. Tanto fue así, que en los informes económicos y sociales anuales que la Cepal prepara para América Latina, se hacia la lista de las cifras económicas de todos los países de la sub-región y se presentaban, aparte, las cifras de Venezuela, pues distorsionaban los promedios del resto de dichos países.
En el año de 1957, el país se sublevó contra el gobierno que, en el terreno político, ejercía una muy fuerte dictadura militar. En enero de 1958, una gran proporción de los componentes de las Fuerzas Armadas desconoció al Presidente Marcos Pérez Jiménez y, así, se abrió Venezuela, de nuevo, al ejercicio político democrático. Fue entonces cuando la Cepal insistió en que fuese establecido su modelo sustitutivo en este país. En las primeras elecciones que se celebraron en diciembre del mismo año, venció el partido AD que retomó el poder: Entonces, se reinstaló de nuevo en Venezuela el modelo populista.  
El nuevo Presidente, Rómulo Betancourt, asumió el poder en marzo de 1959. Persona muy inteligente y capaz, Betancourt, quien venía de la izquierda radical, había madurado mucho su pensamiento. En efecto, asumió realizar un gobierno de centro formado en el contexto de una coalición de tres partidos políticos: el suyo, Acción Democrática, el socialcristiano Copei y el centrista Unión Republicana Democrática, el cual se separó del gobierno un año después. En enero de mismo año 59, Fidel Castro Ruz había triunfado e instalado su Revolución en Cuba y pese a que Castro quiso acercarse a él  --como a otros Presidentes latinoamericanos--  Betancourt no lo aceptó.
Pero en los planes de Castro estaba, desde entonces, la generación de un bloque de extrema izquierda en América Latina, con principal interés en Venezuela dada su estratégica situación geográfica y su riqueza petrolera que valía de por sí, pero que significaba, también y a través del petróleo, vinculaciones importantes con el Medio Oriente.    El rechazo de Betancourt provocó que Castro iniciara, en los años 60, un avieso proyecto con el que pretendía derrocar a Betancourt y hacer de Venezuela base principal para el desarrollo de su plan de expansión comunista en todo el sub-continente.  Guerrilleros cubanos entraron al territorio venezolano y, junto a comunistas del país, se fueron a las montañas del norte, en oriente y en occidente, al tiempo que generaron en la capital Caracas, y en otras ciudades, guerrillas urbanas que se mantuvieron durante el gobierno Betancourt, aunque cada vez más reprimidas por las Fuerzas Armadas venezolanas.
El siguiente gobierno venezolano fue ejercido por Raúl Leoni, también de AD, quien mantuvo la lucha armada contra las guerrillas comunistas, alcanzando casi al fin de su mandato, el controlarlas suficientemente. Fue tanto así, que propuso a quienes aún se mantenían en las montañas, un plan de pacificación que incluía la rendición y entrega de armas por parte de éstos, a cambio de su reintegración en la vida normal de la sociedad venezolana. El Presidente Leoni no pudo culminar su propuesta, pero su sucesor, Rafael Caldera, quien asumió la Presidencia en 1969, si logró hacerlo durante el suyo. Sin embargo, para los años 70-71, un sector minoritario y subversivo que no se acogió a la propuesta de pacificación y aún estaba en las montañas, pese a la total derrota militar del plan Castrista, hizo la propuesta y tomó la consiguiente decisión, de no aceptar la pacificación propuesta por los gobiernos Leoni-Caldera y, como contrapartida alterna, ejecutar un plan de penetración de militantes comunistas en las Fuerzas Armadas venezolanas, en sus diversas unidades componentes.
Ese plan alcanza acogida y comienza a realizarse inmediatamente. Van a transcurrir diez años, hasta la década de los 80, para que los infiltrados comienzan a manifestar su presencia en esa institución Militar. Antes de finalizar el período de gobierno 1969-1973 del Presidente Caldera, los síntomas de agotamiento del modelo populista --que no era el suyo pero tenía tiempo en ejecución--   ya se manifestaban, pero conflictos en el Medio Oriente causaron un primer aumento en el año 1973, que elevó el precio del petróleo venezolano de un promedio anterior de $ 2 a $ 7 por barril, y luego a $ 14 por barril, en el siguiente gobierno de Carlos Andrés Pérez (AD), apenas iniciado en 1974, para alcanzar después la entonces impensable cifra de $ 34/b, que distorsionó totalmente la economía venezolana.
Tal distorsión fue potenciada por un plan gigantesco de desarrollo producido por el gobierno en ejercicio de Carlos Andrés Pérez, bautizado por éste “La Gran Venezuela” que, quizá por creer equivocadamente que el auge petrolero sería continuo e irreversible, no sólo hizo disponer de recursos reservados para utilización gradual futura del entonces recién creado Fondo de Inversiones de Venezuela, sino que utilizado para invertirlos en macro-proyectos de alto costo, con el agravante de haberse recurrido, además, al fatídico mecanismo de solicitar préstamos a la Nación para ser invertidos en el faraónico Plan de la Nación.
No transcurrió mucho tiempo para que tan fatales decisiones mostraran su rostro de dramáticas consecuencias. El siguiente gobierno de Luis Herrera Campins (socialcristiano), que también disfrutó de muy altos precios del petróleo, luego de una ligera caída de los anteriores precios, tuvo que pagar  las consecuencias, cuando la crisis petrolera generada a partir de una situación originada en México, derrumbó los precios del producto y obligó   devaluar la moneda venezolana, el bolívar, en febrero de 1983, un día denominado “el viernes negro.”
El país entero fue sorprendido por este acontecimiento pues no habían, los venezolanos, alcanzado a percatarse de que el petróleo era un bien tan susceptible, como los demás, de perder su valor en los mercados. De ese momento en adelante, los precios del petróleo continuaron en caída constante, mientras el modelo político populista avanzaba a su definitivo estrangulamiento y fin, dado que era incapaz de satisfacer, al mismo tiempo, las aspiraciones y reivindicaciones que pretendían los sectores aliados del populismo. La “torta” a repartir se había empequeñecido y no alcanzaba para todos, lo que significaba la ruptura de una alianza en la que cada parte quería recibir la mejor parte de esa torta.
La caída del petróleo significó, también, continuos aumentos del costo de los productos de consumo para la vida y salud de los ciudadanos o necesarios para la construcción de bienes como viviendas, carreteras y para el posterior desarrollo industrial. No fue, entonces, por casualidad sino por esa causalidad, que en los años 80 del siglo XX, la penetración comunista iniciada en las FFAA desde inicios de los 70, comenzara a manifestarse:  en efecto, al menos cuatro intentos conocidos de golpes de Estado fueron planificados y ejecutados con fracasos que, sin embargo, no fueron del conocimiento de la mayor parte de la población venezolana. Por otra parte, la desaparición física de la mayor parte de los grandes dirigentes de los partidos tradicionales y las luchas internas en el seno de los mismos, así como entre los adversarios competidores, aumentado por las carencias que afectaban a los ciudadanos de todos los sectores sociales, terminaron con el retiro del apoyo popular hacia los partidos políticos; las cifras de abstención electoral crecieron de manera impresionante y la democracia recuperada en 1958 fue puesta en entredicho.
En tal ambiente descompuesto, la conspiración militar de los comunistas (se habla de unos 600 oficiales comprometidos dentro de las FFAA) fijó, en 1988, que ante los anteriores fracasos ya señalados, no intentarían acción alguna, sino hasta que la mayor parte de los participantes en ella hubiese alcanzado el comando de fuerzas efectivas de tropa, aviación y marina. En diciembre del mismo año 1988, se realizaron elecciones para elegir nuevo Presidente de la República. El Presidente en cargo era Jaime Lusinchi (AD), quien salió de la presidencia con apoyo muy amplio (más del 60%).  El candidato vencedor fue Carlos Andrés Pérez, del mismo partido (AD), quien, en su discurso de iniciación, expresó que el Presidente saliente había acabado con los recursos económicos del país. “Limpió la botija,” fue la expresión que uso el Presidente Pérez en ese discurso. Además, de manera casi inmediata, presentó al país un Programa de Ajustes Económicos, cuya pertinencia era inobjetable, pero significaba fuertes restricciones para la población en general: aumentos significativos de los costos de bienes de consumo; electricidad, teléfono y demás servicios; medidas económicas que favorecían la acumulación de dinero a sectores de la producción en la idea de limitar la fuga de divisas, etc., todo lo cual fue rechazado por los sectores de población afectados.
A los pocos días de tales discurso y presentación de proyectos, militantes comunistas comprometidos incitaron a la población de Barrios en Caracas y otras ciudades, a salir a las calles, supuestamente en protesta por aumentos en los precios de la gasolina y de los medios de transporte. La protesta fue convertida en saqueos masivos que se extendieron dentro de las ciudades afectadas. La represión que fuerzas de seguridad y militares ejercieron, fue muy fuerte y causó decenas de víctimas. Fue la primera acción comunista después de la anterior suspensión de acciones militares, pero abrió camino para ésta, que ya estaba prevista para finales del año 2001 o inicios del 2002.
Cuando el 4 de febrero de 2002 estalló la subversión militar comunista con un intento de golpe de Estado, la mayor parte de la población estaba absolutamente ausente de lo ocurrido. El Tte. Cnel. Hugo Chávez Frías, quien tenía a su cargo una unidad de paracaidistas, con gran habilidad se las arregló para aparecer como el Jefe del Golpe, que no lo era, pues sobre él, varios militares de igual o mayor rango eran los planificadores y autores intelectuales del mismo. Fracasado ese movimiento y detenido los participantes, el gobierno no se ocupó de hacer efectivos los juicios que debían realizarse a esos militares. El tiempo transcurría mientras el país se agotaba antes las discusiones políticas de los partidos, ya muy desacreditados. Así, en noviembre del mismo año 2002, se produjo un nuevo movimiento, esta vez conducido por un sector de oficiales de la Fuerza Aérea y algunos de la Marina. Este intento fracasó igualmente, pero tampoco los responsables fueron sometidos y sentenciados en juicios. El año 1993, el país vio, no sin asombro, que el Presidente Pérez fue destituido, con apoyo de la mayoría parlamentaria de su propio partido AD y, posteriormente, sancionado y destituido por la Alta Corte Suprema de Justicia.
El Presidente Pérez fue sustituido en el cargo, por designación del Congreso, por el historiador Ramón J. Velásquez, quien ejerció el cargo presidencial hasta que fue electo, en los comicios de diciembre de 1993, el Dr. Rafael Caldera como nuevo Presidente de Venezuela. El Presidente Caldera hubo de dictar sobreseimiento de la causa contra Hugo Chávez, toda vez que ninguna instancia judicial había abierto juicio en su contra, así como tampoco contra otros militares comprometidos.  Además, en ocasión de las elecciones en las que triunfó Caldera, todos los candidatos que compitieron por la Presidencia, con la sola excepción suya, se comprometieron en liberar a Hugo Chávez y a otros pocos militares no liberados. De esa intención se hicieron solidarios, tanto la prensa escrita, como los medios de comunicación y otros sectores de opinión.
CONCLUSIÓN FINAL.
El ascenso de Hugo Chávez al poder y la ejecución de su proyecto comunista por él denominado “Socialismo del Siglo XXI” tiene orígenes en:
1° El plan realizado de penetración de las FFAA, ideado y llevado a cabo por Douglas Bravo en 1970;  2°  La Crisis por Agotamiento del sistema político populista, derivada de: 3°  El derrumbe de los precios del petróleo y las consecuentes limitaciones de la economía venezolana, más,  4° El Plan de desarrollo “La Gran Venezuela” del Presidente Pérez en su primer gobierno; 5° El descrédito por luchas internas y externas de los tradicionales Partidos Políticos venezolanos; 6° Las imprudentes propuesta del Pdte Pérez del Plan de Ajustes Macro-económicos, sin preparar antes a la población afectada y sus acusaciones al saliente Pdte. Lusinchi, de su mismo partido. 7° La supuestamente comprometida actitud de sectores de la oficialidad de las FFAA que, por actitudes reticentes, el Pdte. Pérez no procedió activamente para conjurar las conspiraciones de militares extremistas del comunismo.
ppaulbello@gmail.com

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