La política verdadera no es fácil. Muchas
veces se la confunde, a la politiquería, con “la ciencia de lo posible” o
política, según la ha definido Karl Deutsch.
Esto implica que debemos preguntarnos a
menudo: para alcanzar esa ciencia de lo posible, ¿hasta donde está permitido
actuar? Y, aun más, ¿qué es lo correcto y qué lo incorrecto para lograr esa
posibilidad que nos permita decir que estamos en el ámbito de la política, y no
de la politiquería? Por supuesto, para accionar con seguridad, hay que recurrir
a la ética, vinculándola con la práctica política.
Hago a mis alumnos, constantemente, la
pregunta: ¿hace usted reflexiones éticas a diario? Como pueden imaginarse hay
múltiples respuestas. Sin embargo, considero que los periodistas y
comunicadores, locutores también, deben hacer reflexiones éticas
permanentemente. La situación de la premura en torno a la información
noticiosa, el llamado impacto mediático, la compulsión que producen los medios
de comunicación, la tentación del palangre, hace que los riesgos en la
profesión sean muchos. ¡Ah!, ¿y los políticos?
Deberían meditar en torno a sus principios y
valores. A lo que están dispuestos a perder y a ganar una vez que logran el
poder, y si asumen esa tarea para servir a los demás con verdadero altruismo.
Las ayudas en política se han dado siempre.
De alguna manera hay que financiar las campañas electorales. Por supuesto, se
hacen controles, se supervisan las finanzas, se averigua de dónde salen las
tales ayudas. Ahora aumentaron las cantidades y se utilizan más como un
intercambio que como una auténtica ayuda. Sí somos practicantes de una ética
católica, la tarea del político es la del servicio sin ninguna duda. Pero, si
se trata de gente que comulga con la ética utilitaria y/o la maquiavélica, las
ayudas son un simple intercambio. Se recibe una donación y se espera que quien
la recibe devuelva la “ayuda”. ¿En contratos, en dinero, en comisiones? Si no
hay un acuerdo concreto, sino tácito, queda pendiente el “favor” y en el
momento más inesperado hay que devolverlo y con creces.
La ingenuidad y la inocencia en los niños-as
es hermosa. En cambio la ingenuidad en los adultos resulta difícil de perdonar
y a veces hasta imposible de comprender. ¡Hay que hacer reflexiones sobre la
ética a diario, para tomar decisiones correctamente!
Periodista / Prof. universitaria
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