Buenos días, amigas y amigos.
No suelo presentar este tipo de eventos. Creo
que los que nos dedicamos a este oficio de comunicar, tenemos un lugar muy
importante tras las cámaras, las teclas o los micrófonos. Somos testigos y
cronistas, pero, a la hora de ejercer el oficio, no es nuestro el rol
protagónico. Sin embargo, hoy he decidido cambiar y estoy ante ustedes en un
papel que, sin duda, me honra. ¿Por qué hoy sí? Pues por dos razones
fundamentales.
En primer lugar, porque nunca, en estos
largos catorce años, el país había estado tan cerca de un cambio de gobierno
por la vía de los votos. Y esta circunstancia tan extraordinaria, después de
tantos años de desesperanza e impotencia, nos obliga a los que creemos en la
paz, en la convivencia entre todos los ciudadanos, en el progreso. No es el
momento para cálculos mezquinos y personalistas. Aquí hay que echar el resto y
todos debemos meter el hombro.
Y,
en segundo lugar, por una razón más sencilla y, sin duda, más importante:
porque yo creo en Henrique Capriles Radonski.
A Capriles lo conocí, como tantos en
Venezuela, en 1999, cuando se estrenaba, con escasos 26 años, como Presidente
de la Cámara de Diputados del antiguo Congreso Nacional. Para alguien como yo,
que venía de una formación política bastante ortodoxa y convencional, era ésta
una circunstancia insólita, difícil de entender: ¿un muchacho presidiendo la
Cámara? Definitivamente, el país estaba entrando en unos tiempos completamente
distintos del quehacer político. Y había que aceptarlos y asumirlos.
Por eso me resulta absurdo ese
cuestionamiento que ahora hacen algunos, señalando a Capriles como un
representante de nuestro pasado político. Nada tengo, en lo personal, contra
ese pasado; todo lo contrario: me honra y enorgullece porque de allí vengo.
Pero, ante las trampas de cierto discurso político, hay que subrayar una y otra
y otra vez, lo que para la inmensa mayoría es obvio y evidente: que nadie
representa mejor el nuevo tiempo de nuestro país y su futuro –porque él es la
encarnación de ese futuro- que Henrique Capriles Radonski.
Con una nueva Constitución, Capriles sale del
Parlamento para buscar un nuevo destino político en la Alcaldía de Baruta, en
la ciudad de Caracas. Destino al que llega, como al anterior, por los votos.
Porque Capriles nunca ha llegado a nada sino es por los votos, por la decisión
de las mayorías, por la voluntad popular. Él mismo lo dijo recientemente, en el
Estado Sucre, marcando una distancia que nunca está demás: “Yo voy a ser
Presidente porque el pueblo me va a elegir. Esos son otros que pretendieron
llegar al poder por el Golpe de Estado. Yo todo lo que he logrado ha sido con
votos”.
Su gestión en la Alcaldía de Baruta fue por
demás exitosa, tanto que hasta le valió la reelección. Y allí, entre tantos
éxitos, le tocó vivir una de las experiencias más terribles: la cárcel. Fue,
desde un primer momento, un preso político del poder más alto. Se pretendía
rendirlo, humillarlo y desmoralizarlo. Pero nada de eso se logró. Todo lo
contrario: a la calle salió un hombre más maduro y reflexivo, más lleno de
valor, coraje y convicción. Y lo más importante: salió, a diferencia de tantos
otros, libre de rencores y sin saber lo que es la sed de venganza. Y un líder
así, libre de reconcomios, complejos y frustraciones, es lo que más
necesitamos.
Luego se planteó nada menos que la
Gobernación del Estado Miranda, en ese momento en manos de uno de los hombres
más importantes del régimen. La tarea resultaba titánica y casi imposible: era
enfrentarse a un poder sin límites y sin escrúpulos. Y por primera vez escuchamos
una especie que, obstinadamente y sin sustento, se sigue repitiendo hasta estos
días que corren: si Capriles gana sobrevendrá el caos, la inestabilidad, la
ingobernabilidad, el desastre.
Pues bien, es necesario repetirlo y gritarlo
todas las veces que sea necesario: en Miranda no sólo no sobrevino el caos,
sino que, aún con recursos mermados, se impuso el orden, el progreso, la
modernidad, el Gobierno honesto y franco, transparente; el Gobierno del
bienestar y la igualdad para todos.
Y si así ocurrió en Miranda, pues digámoslo
de una vez: así también ocurrirá en toda Venezuela una vez que Henrique
Capriles sea elegido nuestro Presidente.
Este evento de hoy tiene una importancia muy
especial. Venimos de un Gobierno muy largo que se ha caracterizado por hablar y
hablar y hablar. Casi podríamos decir que se ha tratado de un Gobierno de puras
palabras. Pero ya es hora de recuperar el tiempo perdido y entrar en la acción.
Y es la convocatoria para esa acción la que nos reúne en esta mañana.
Uno de los elementos que más ha contribuido
al éxito de Henrique Capriles como funcionario público, es que siempre se ha
sabido rodear de un excelente equipo de colaboradores. Como no tiene complejos
y no le amedrenta la sombra de los demás, puede buscar siempre el concurso de
los mejores. Y esa es una diferencia importante. Nadie llega lejos solo. Todo
se logra en equipo, y como el problema es de todos, tenemos que resolverlo
todos juntos.
Hoy Henrique Capriles nos presentará lo que
serán sus acciones en sus primeros cien días de gobierno. Plan que ha elaborado
con múltiples colaboradores, de las más disímiles disciplinas; expertos todos,
voces autorizadas en sus respectivos campos. Es, y no hay que ser modestos al
decirlo, la reunión de los mejores, de la inteligencia nacional, como sólo la
pudo convocar un auténtico líder.
Y es que, necesario es decirlo, Henrique
Capriles no se nos presenta como un predestinado, como el superhombre que envió
la Providencia. ¡Dios nos libre! Él es un venezolano de su tiempo, joven,
vigoroso, sano –sobre todo de mente y espíritu-, jalado a esta causa sólo por
el amor a sus semejantes, a sus conciudadanos, y al país que todos debemos
construir para mejor herencia de nuestros hijos y nuestros nietos.
Por eso estoy esta mañana en este acto.
Porque, como tantos compatriotas, me he reencontrado en Henrique Capriles con
la Venezuela de mis mejores esperanzas. Porque, como esa Venezuela joven que
representa Capriles, tampoco quiero rendirme. Porque, como él y la inmensa
mayoría de venezolanos que lo siguen y lo apoyan, creo en el porvenir, en el
progreso, en la paz, en la prosperidad, en la educación, en la salud, en la
seguridad, en el bienestar, en la felicidad de todos y cada uno de nosotros
como ciudadanos, y, sobre todo, creo en la democracia.
Publicado
por Laura Rodriguez en Editoriales | septiembre 11, 2012
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