domingo, 16 de septiembre de 2012

CÉSAR MIGUEL RONDÓN, ¿POR QUÉ CAPRILES?, (PALABRAS CON LAS QUE PRESENTÉ AYER A HENRIQUE CAPRILES RADONSKI EN EL ACTO “PRIMEROS 100 DÍAS”),

  Buenos días, amigas y amigos.
  No suelo presentar este tipo de eventos. Creo que los que nos dedicamos a este oficio de comunicar, tenemos un lugar muy importante tras las cámaras, las teclas o los micrófonos. Somos testigos y cronistas, pero, a la hora de ejercer el oficio, no es nuestro el rol protagónico. Sin embargo, hoy he decidido cambiar y estoy ante ustedes en un papel que, sin duda, me honra. ¿Por qué hoy sí? Pues por dos razones fundamentales.
  En primer lugar, porque nunca, en estos largos catorce años, el país había estado tan cerca de un cambio de gobierno por la vía de los votos. Y esta circunstancia tan extraordinaria, después de tantos años de desesperanza e impotencia, nos obliga a los que creemos en la paz, en la convivencia entre todos los ciudadanos, en el progreso. No es el momento para cálculos mezquinos y personalistas. Aquí hay que echar el resto y todos debemos meter el hombro.
Y, en segundo lugar, por una razón más sencilla y, sin duda, más importante: porque yo creo en Henrique Capriles Radonski.
  A Capriles lo conocí, como tantos en Venezuela, en 1999, cuando se estrenaba, con escasos 26 años, como Presidente de la Cámara de Diputados del antiguo Congreso Nacional. Para alguien como yo, que venía de una formación política bastante ortodoxa y convencional, era ésta una circunstancia insólita, difícil de entender: ¿un muchacho presidiendo la Cámara? Definitivamente, el país estaba entrando en unos tiempos completamente distintos del quehacer político. Y había que aceptarlos y asumirlos.
  Por eso me resulta absurdo ese cuestionamiento que ahora hacen algunos, señalando a Capriles como un representante de nuestro pasado político. Nada tengo, en lo personal, contra ese pasado; todo lo contrario: me honra y enorgullece porque de allí vengo. Pero, ante las trampas de cierto discurso político, hay que subrayar una y otra y otra vez, lo que para la inmensa mayoría es obvio y evidente: que nadie representa mejor el nuevo tiempo de nuestro país y su futuro –porque él es la encarnación de ese futuro- que Henrique Capriles Radonski.
  Con una nueva Constitución, Capriles sale del Parlamento para buscar un nuevo destino político en la Alcaldía de Baruta, en la ciudad de Caracas. Destino al que llega, como al anterior, por los votos. Porque Capriles nunca ha llegado a nada sino es por los votos, por la decisión de las mayorías, por la voluntad popular. Él mismo lo dijo recientemente, en el Estado Sucre, marcando una distancia que nunca está demás: “Yo voy a ser Presidente porque el pueblo me va a elegir. Esos son otros que pretendieron llegar al poder por el Golpe de Estado. Yo todo lo que he logrado ha sido con votos”.
  Su gestión en la Alcaldía de Baruta fue por demás exitosa, tanto que hasta le valió la reelección. Y allí, entre tantos éxitos, le tocó vivir una de las experiencias más terribles: la cárcel. Fue, desde un primer momento, un preso político del poder más alto. Se pretendía rendirlo, humillarlo y desmoralizarlo. Pero nada de eso se logró. Todo lo contrario: a la calle salió un hombre más maduro y reflexivo, más lleno de valor, coraje y convicción. Y lo más importante: salió, a diferencia de tantos otros, libre de rencores y sin saber lo que es la sed de venganza. Y un líder así, libre de reconcomios, complejos y frustraciones, es lo que más necesitamos.
  Luego se planteó nada menos que la Gobernación del Estado Miranda, en ese momento en manos de uno de los hombres más importantes del régimen. La tarea resultaba titánica y casi imposible: era enfrentarse a un poder sin límites y sin escrúpulos. Y por primera vez escuchamos una especie que, obstinadamente y sin sustento, se sigue repitiendo hasta estos días que corren: si Capriles gana sobrevendrá el caos, la inestabilidad, la ingobernabilidad, el desastre.
  Pues bien, es necesario repetirlo y gritarlo todas las veces que sea necesario: en Miranda no sólo no sobrevino el caos, sino que, aún con recursos mermados, se impuso el orden, el progreso, la modernidad, el Gobierno honesto y franco, transparente; el Gobierno del bienestar y la igualdad para todos.
  Y si así ocurrió en Miranda, pues digámoslo de una vez: así también ocurrirá en toda Venezuela una vez que Henrique Capriles sea elegido nuestro Presidente.
  Este evento de hoy tiene una importancia muy especial. Venimos de un Gobierno muy largo que se ha caracterizado por hablar y hablar y hablar. Casi podríamos decir que se ha tratado de un Gobierno de puras palabras. Pero ya es hora de recuperar el tiempo perdido y entrar en la acción. Y es la convocatoria para esa acción la que nos reúne en esta mañana.
  Uno de los elementos que más ha contribuido al éxito de Henrique Capriles como funcionario público, es que siempre se ha sabido rodear de un excelente equipo de colaboradores. Como no tiene complejos y no le amedrenta la sombra de los demás, puede buscar siempre el concurso de los mejores. Y esa es una diferencia importante. Nadie llega lejos solo. Todo se logra en equipo, y como el problema es de todos, tenemos que resolverlo todos juntos.
  Hoy Henrique Capriles nos presentará lo que serán sus acciones en sus primeros cien días de gobierno. Plan que ha elaborado con múltiples colaboradores, de las más disímiles disciplinas; expertos todos, voces autorizadas en sus respectivos campos. Es, y no hay que ser modestos al decirlo, la reunión de los mejores, de la inteligencia nacional, como sólo la pudo convocar un auténtico líder.
  Y es que, necesario es decirlo, Henrique Capriles no se nos presenta como un predestinado, como el superhombre que envió la Providencia. ¡Dios nos libre! Él es un venezolano de su tiempo, joven, vigoroso, sano –sobre todo de mente y espíritu-, jalado a esta causa sólo por el amor a sus semejantes, a sus conciudadanos, y al país que todos debemos construir para mejor herencia de nuestros hijos y nuestros nietos.
  Por eso estoy esta mañana en este acto. Porque, como tantos compatriotas, me he reencontrado en Henrique Capriles con la Venezuela de mis mejores esperanzas. Porque, como esa Venezuela joven que representa Capriles, tampoco quiero rendirme. Porque, como él y la inmensa mayoría de venezolanos que lo siguen y lo apoyan, creo en el porvenir, en el progreso, en la paz, en la prosperidad, en la educación, en la salud, en la seguridad, en el bienestar, en la felicidad de todos y cada uno de nosotros como ciudadanos, y, sobre todo, creo en la democracia.
Publicado por Laura Rodriguez en Editoriales | septiembre 11, 2012
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