lunes, 1 de octubre de 2012

CARLOS BLANCO "EL PAÍS PUEDE TENER LA ALEGRÍA DE QUIENES SE APRESTAR A CONSTRUIR LA LIBERTAD", TIEMPO DE PALABRA

A VOTAR POR CAPRILES
Venezuela se vuelve a enfrentar a sí misma el próximo domingo. Se verá en el espejo de su historia, de sus bondades y ruindades. Los electores tienen que decidir entre la autocracia y la democracia. No hay que engañarse, a veces los pueblos escogen la autocracia y van jubilosos a su decadencia. Así ocurrió entre nosotros: se tiroteó al pasado cuando en realidad se atentaba certeramente contra el futuro. Ese disparo hirió de lenta muerte el porvenir. Las élites ensoberbecidas, dueñas de nada, al final, le sirvieron este país al glotón que desvariaba en los cuarteles.
Hoy hay una oportunidad representada por Henrique Capriles. Como muchos de mis lectores saben, no voté por él en las primarias. Confieso que no pensé que tenía el carácter para el desafío que le correspondía. Una vez triunfante el 12F iba a votar por él de todos modos, dado el compromiso adquirido de que todos votaríamos por el escogido. Sin embargo, como la experiencia muestra, no se sabe quién es quien hasta que se enfrenta a los desafíos de la vida. Capriles ha hecho una campaña formidable que tiene algunos haberes de inmensa significación.
LOS ACIERTOS.
El candidato ha dejado el alma, como ha dicho, en este recorrido por Venezuela. Pueblo a pueblo, camino a camino, ha venido llevando el mensaje de inclusión y esperanza. Ha sido una campaña de inmenso valor político y personal. No se limitó a las ciudades grandes, opositoras en su mayoría, sino que fue más allá a hablar de lo prohibido: armonía y paz social. Esta actividad ha promovido adjetivos desproporcionados y ditirámbicos hacia el candidato, yo me limitaría a decir que mientras conoció mejor al país, mientras estuvo en contacto más cercano con la gente, se hizo más genuino como persona y más completo como dirigente.
No creo que su mérito sea que lo abracen y lo besen por aquello del que no conozca historias que coma cuentos. Eso se ha visto muchas veces en Venezuela. Lo diferente es que un joven como Capriles, colocado en el brete de representar un país dolido y caótico, se haya entregado de la manera en que lo ha hecho a una causa que el 12 de febrero lucía incierta. Ha logrado transmitir autenticidad, lo que es un mérito inestimable en un país dominado por tramposos.
La transformación del candidato lo ha llevado a enfrentarse a Chávez en un terreno que ninguno de los dos contendores imaginó. Hay que ver el tamaño del desafío que implica para un joven como Capriles batirse de tú a tú con quien sin duda ha sido un líder de proporciones tan descomunales como su ambición; lo ha hecho y ha descolocado a Chávez, quien todavía no le agarra la distancia a su contendor. Ese despreciado y bisoño candidato opositor le está royendo el pedestal a un líder histórico, el que se propone salvar a la especie humana.
Chávez seguramente quería pararse en el cuadrilátero con Bush, con el imperio, con la historia, con los ricos del planeta, con Páez y sus oligarquías; ahora su ego no soporta estar allí, con su revolución, sus hábitos rojos, frente a este inesperado joven retador al que en sus sueños no le habría concedido más que un pie de página.
NO HAY PATALEO.
Ya no veo encuestas. Existen para todos los gustos. Solo sé que el deber moral de todo demócrata es votar por Capriles y convencer de hacerlo a los que duden. Las piedritas que se desprenden de la inmensa montaña ciudadana, cada vez con más frecuencia, son síntomas de avalancha. Puede estar en marcha... Ojalá.
Imagino un país en el que los comisarios y los policías ajusticiados por Aponte Aponte bajo las directrices presidenciales, estén libres. Quiero un país en que militares y civiles presos políticos vuelvan a la calle; en que la jueza María Afiuni se pasee orgullosa por las calles. Pienso en el regreso de los exiliados; en los que con fortuna o sin ella sueñan a Venezuela como un dolor muy personal. Tengo fijo en mi memoria del futuro el reconocimiento que vendrá a los trabajadores de Pdvsa que tanto sacrificaron y que luego fueron expulsados, perseguidos, exiliados, y vilipendiados hasta por los propios.
El país que viene no será fácil, pero de ganar Capriles puede tener la entrañable alegría de quienes se aprestan a construir la libertad. Será un país descuadernado pero en el que habría ocasión para el aporte colectivo. No sé qué tan amplio sería ese gobierno pero estoy convencido de que el país sí lo sería para garantizar que ningún espacio se cierre por razones políticas.
Sobre todo imagino un Estado que use la inmensa energía acumulada en sus profesionales sin preguntar de dónde vienen, asegurándose sólo de saber a dónde van en su labor de artesanos del futuro. Un país en el cual sus ciudadanos no teman el arrebato a su propiedad y puedan obtener de nuevo lo que les cogieron y les pertenece en forma legítima.
Vislumbro una Venezuela tan simple como una parrilla entre familiares y amigos un domingo cualquiera, donde exista el entreverado que no excluye; sin la obsesiva conversación sobre las sorpresas, arranques, amenazas y tiranías de su Presidente.
EL CHAVISMO.
El chavismo como lo hemos conocido no sobreviviría incólume a una derrota. La debilidad física, intelectual y política de su líder augura cambios en ese aluvión hoy venido a menos. Sus herederos tendrían la opción de sabotear un nuevo gobierno o convertirse en fuerza democrática de oposición. Si sabotean, les podría ocurrir que el país los desterrara de sus afectos de manera radical; si se convirtieran en oposición democrática tal vez serían una fuerza poderosa de izquierda, referencia internacional dada la impronta que dejaría Chávez y un contrapeso al Gobierno de Unidad Nacional que se formaría. ¿Serán capaces?
AVALANCHA.
El próximo domingo hay que votar con entusiasmo y sin violencia. El entusiasmo es contagioso y anima a los escépticos, promueve el coraje y vence el miedo, da sentido a las luchas que se han librado por años. También hay que prevenir la violencia. La violencia la usa quien quiere ocultar derrotas. Recuérdese al jugador que sabiéndose perdedor usa cualquier subterfugio para tirar las cartas, empujar la mesa y sacar la pistola. El mejor disuasivo es la firmeza cívica dispuesta a defender sus logros y la renuncia a provocaciones.
Votaré por Capriles con la tarjeta de la Unidad e invito a mis lectores a que lo hagan también. Él encarna la voluntad de cambio en la Venezuela de hoy. Ojalá la avalancha esté en marcha.
Venezuela ha vivido una devastación social. La exclusión que Chávez ha realizado en nombre de la inclusión ha llevado a una ruina difícil de superar. Los piratas han tomado el control de los mandos del Estado y de la sociedad. Ha sido como la guerra. Desde los escombros desparramados ojalá tuviésemos la oportunidad de recomenzar. Ilusiona la ilusión de tanta gente que desea que vuelva a amanecer...
www.tiempodepalabra.com
Twitter @carlosblancog

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