Las encuestas contienen muchas contradicciones
como para descartar el triunfo de Capriles
Chávez no se llama a engaños y
sabe que los indecisos no le pertenecen: no sólo los ha insultado con
palabrotas denigrantes, con las cuales ha tirado la toalla. Hacia ellos,
además, está destinada la guerra sucia, a la que apela en esta recta final para
procurar su abstención, asumiéndolos como gente con cerebros despoblados. En
Palacio no se habla de otra cosa: el "majunche" resultó ser un
magnífico ejemplar: un potro subestimado, cuyo desempeño en la pista provoca
inquietudes bien fundadas alrededor de su remate. La posibilidad de que el 7-O
ocurra un revés histórico le hierve la sangre al comandante, que había iniciado
la carrera siendo el favorito indiscutible: hoy, sin embargo, es Capriles el más
apostado y quien menos paga en las taquillas. "El flaquito",
menospreciado por su juventud, ha superado con su galope a quien la galería
tenía como a un prospecto imperdible, que -aun cansado por tantas faenas
exigentes-, lucía sobrado ante un rival en apariencia insolvente para plantarle
cara.
Así está la atmósfera política:
dominada, ya no por las percepciones de una "victoria irreversible"
del purasangre bolivariano, sino por la idea -bien sembrada y ya muy extendida-
de la "victoria probable" del desestimado potrillo mirandino: un
caballo preparado para sorprender en este derby, donde el triple coronado da
señales de la degeneración de sus antiguas condiciones. Al margen de sus
dolencias, y muy por encima de ellas, el comandante ya no cuenta con las pasiones
acaloradas de su fanaticada, ni tampoco con los deslumbrantes porcentajes de
intención de voto de otros tiempos. Ubicado en la delantera con números que van
de entre un 46% y un 52%, las cosas no dan para una "tierra
arrasada", digna del capítulo final de su novela reeleccionista.
Respaldado por porcentajes más
bien modestos -algunos ubicados en el margen de error de las encuestas- es
lógico que Chávez tema a un resultado desfavorable: bien a una derrota frente a
Capriles, o bien a una "victoria pírrica" suya, con la cual la
revolución exhibirá sus dificultades para asegurarse un futuro que trascienda
al ciclo vital de su líder. El comandante sabe bien lo que tiene enfrente: un
PSUV desenfervorizado cuya movilización el 7-O es una incógnita; una oposición
valorada positivamente por casi tres quintas partes de la población, y un rival
cuya magra intención de voto resulta extrañamente contrastante con el 80% de
agrado y aprobación de la atractiva campaña de Capriles. Chávez no es tonto:
las encuestas contienen demasiadas contradicciones como para descartar el
triunfo del potrillo. Viéndose al espejo observa claramente lo que es: un
caballo exhausto y macilento en peligro de quedarse en el aparato.
Argelia.rios@gmail.com Twitter @Argeliarios
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