domingo, 23 de septiembre de 2012

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿ULTRA DERECHA VS. ULTRA IZQUIERDA?, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

La ciencia política acude muchas veces a términos cuya procedencia no se corresponde con la comprensión y desarrollo de procesos sociales o situaciones políticas. De ahí que el léxico político contiene vocablos que suenan extraños pero que su frecuente empleo induce a familiarizarse con su sonido. Su empleo es reiterativo. Tanto que, hay palabras que parecieran específicas del ámbito de la política. Sin embargo, no lo son. Pero ahí están. Incluso más fortalecidas que nunca.

Es así como los vocablos “derecha” e “izquierda”, aún cuando puedan ser considerados anti-éticos, se emplean para destacar el contraste de ideologías profundamente conflictivas en virtud de consideraciones y postulados distanciados dado el modo particular de entender las realidades y los enfoques que, desde sus razones e interpretaciones, pueden hacerse. Al menos, así lo refirió Norberto Bobbio, estudioso politólogo italiano.

Ahora estas expresiones de “derecha” e “izquierda”, han tomado otra senda por lo que sus explicaciones han devenido en mayores problemas. Particularmente, por cuanto sus acepciones han caído en sitiales de la política donde el sectarismo sacrifica no sólo el carácter semántico que las envuelve, sino también lo perfectamente dialógico que caracteriza el sentido y naturaleza dentro del cual ambas palabras adquieren particular connotación. Actualmente, es común aludir a los polos que configuran una realidad política en detrimento de las expectativas que indefectiblemente animan la incidencia de valores morales (solidaridad, tolerancia, paz, pluralismo. libertad e igualdad) asociados a sus concepciones.

Sin embargo, se habla de “ultra derecha” y “ultra izquierda” con la tendenciosa intención de acentuar la brecha que existe entre ellas en razón de argumentos, muchos de ellos, triviales. Pero que, en todo caso, constituyen causales para despotricar contra el otro desde cada trinchera. Desde cada reducto político-conceptual, hay quienes reivindican tendencias ya desmontadas por la historia. Pero no por una historia totalizadora, sin futuro, como la que de alguna forma acompaña ambas proposiciones propias de un dogmatismo exasperado, de una visión ortogonal de las coyunturas que la vida sociopolítica y socioeconómica determina. Es claro que en medio de un universo tan contrapuesto como el político, por todo aquello que en su agitada esencia adquiere relevancia, como en efecto son las relaciones de antagonismo entre partes contrapuestas, se establezcan posiciones que evidencien orientaciones en contrario. Pero de ahí a exagerar realidades mediante insidiosas manipulaciones que sólo conducen a activar afrentas, insuflar transgresiones o a deformar la institucionalidad democrática, por el hecho egoísta de imponerse a trocha y mocha, la diferencia es inaceptable. Sobre todo, cuando hay que dar cuenta que debajo de estos términos de “ultra derecha” y “ultra izquierda”, no se encubren meras ideologías, Más allá de eso, se solapan actitudes que son reflejo de programas contrapuestos cuyos retorcidos perfiles especulan en torno a la solución artificiosa de muchos problemas. Aunque lo peor no queda ahí. La mayor parte de los mismos terminan abandonados o haciéndole lobby a planteamientos populistas que sólo han tenido como propósito motivar crisis de todo género y condición con la perversa pretensión de justificar, en el fondo, la presencia de una “ultra derecha” o de una “ultra izquierda” como recursos políticos mediante los cuales, fanáticos partidarios, seguirán empeñados en disfrazar propósitos en nombre de causas distintas a la motivación originaria.

En fin, la política nada ha ganado con el juego que se da cuando los antagonismos incitan conducirse bajo tendencias soterradas como las de “ultra derecha” o “ultra izquierda”. Mucho menos, la democracia. Sólo han servido para enmascarar propuestas que finalmente resultan lesivas o peligrosas. Justamente, por la agresividad que su aplicación compromete de cara a reformar realidades imposible de ser remozadas con actitudes impositivas. Nada constructivo sería posible en caso de optar en medio de la paradójica confrontación “ultra derecha” vs. “ultra izquierda”.

                    VENTANA DE PAPEL

HÉROE DE PACOTILLA

No siempre los héroes representan la divisa de la justicia, el emblema de la excelencia. Los hay también negativos, oscuros, desalmados. Algo paradójico. Pero las realidades son así. La Biblia dice que “de todo hay en la viña del Señor”. Las revoluciones han servido para demoler cualquier imagen que no convenga a sus intereses ideológicos. O al revés. Para exaltar personajes cuya conducta no luce del todo compatible con valores que consagrados sistemas políticos han exhortado como referencia para una vida digna.

El ejemplo que a diario demuestra quien luce un comportamiento irónico, insurrecto y desafiante de la ley aceptada universalmente, no es propio de destacar como el héroe a seguir, admirar y elogiar. El caso del corredor venezolano de Fórmula 1, tristemente refleja la situación referida. Es inconcebible que pueda tenerse como héroe (revolucionario) quien podría batir el record como el piloto más sancionado de la historia de la F1. Recién, contabilizaba más de 20 infracciones debidas al tipo de conducción realizado. Aparte de los cambios de componente que también acumulan sanción en el tiempo que lleva corriendo en Fórmula Uno. Y encima de esto, el gobierno no sólo alaba y financia su actividad y la distingue entre otras de signo “patriota”. Sino que además, gracias a su “bravura” en pistas internacionales, el régimen ha planteado la posibilidad de ocupar el aeropuerto de La Carlota, en Caracas, para emularlo construyendo un autódromo de categoría internacional. Como si tan costosa actividad fuera popular en la que el pueblo tuviese oportunidad para sumarse a ello al mejor estilo socialista. Y esto sucede, cuando se confunde el concepto de ídolo por el de héroe de pacotilla.

ACTO DE MASAS (DE AUTOBUSES)

Toda campaña electoral, recurre a actos que motiven el proselitismo político. Es decir, la manera de captar o atraer votantes a la causa que intenta incitarse. Eso es propio en política, pues se requiere que quienes simpatizan por el proyecto ofertado a través de las distintas presentaciones que del mismo puedan hacerse, lleguen a conocerlo de la mejor forma posible. Precisamente, entre las actividades que se programan, están los mítines, concentraciones y movilizaciones de calle. Asimismo, exposiciones a la prensa y asistencia a programas en los medios.

El problema se suscita cuando la capacidad de convocatoria merma y entonces los organizadores y promotores de las actividades de campaña, apelan a colectivos e individuos que no pertenecen al lugar en el cual ha de presentarse el candidato. Ese es el problema que está viviendo el candidato a la reelección presidencial. Es decir, quien en un primer momento impugnó cualquier intención de repetir el mandato por cuanto la Constitución refiere la alternabilidad como condición de democracia. O sea, el propio Chávez. Sin embargo, no conforme con haber repetido una primera vez, en 2006, busca ahora la reelección. Sólo que el agobio del venezolano decepcionado de promesas incumplidas y dificultades en aumento, está notándose mediante la indiferencia. El PSUV, perdió su poder de convocatoria. Ni siquiera los empleados público, por obligados que se vean, tampoco asisten. Ahora la concentraciones y movilizaciones del comandante-presidente en carroza, están mostrando un claro agotamiento. Ahora son actos de masas, pero de autobuses.

LA DESESPERACIÓN LOS ENGULLÓ

La desesperación que sufren los oficialistas, toda vez que ven perdidas sus esperanzas electorales el 7-O, es de novela. Pero no de cualquier novela. Sólo de aquellas que asaltan al lector a través de un conjunto de crisis de todo orden donde los protagonistas son monstruos asquerosos, vulgares, esclavos atormentados y víctimas indefensas, negociantes arribistas, politiqueros mentirosos y corruptos. El desespero de altos funcionarios, los llevó a no reconocer la frontera entre la torpeza y la ridiculez, la jactancia y la estupidez. Tanto es la desmoralización que padecen, que confunden acciones con pretensiones.

Es sorprendente advertir cómo han equivocado sus decisiones a la hora de actuar de cara a los problemas que últimamente han embestido al país. La sólida victoria de Henrique Capriles R. los desencajó al punto que les dio por volverse inventivos para generar las falsedades con las cuales buscan sembrarle terror al pueblo demócrata. Indudablemente, la desesperación los engulló.

amonagas@cantv.net
@ajmonagas

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