Nunca
como en las elecciones presidenciales a celebrarse el domingo 7 de octubre, la
oposición ha estado en condiciones tan favorables para la recuperación de la
democracia que pretende eliminar la denominada revolución, emprendida
en corrupción. La mediocridad política que destruye a Venezuela y sacia
su ambición de riqueza, toca a su fin.
La
unidad de los partidos democráticos fue impulsada por una sociedad civil,
mediante las históricas elecciones primarias en las cuales se escogió la
candidatura. Allí prevaleció el
liderazgo juvenil personificado en Henrique Capriles Radonski, entonces
gobernador del Estado Miranda.
Arrancó su campaña con el triunfo consolidado en
Zulia, Miranda, Carabobo, Táchira, Nueva Esparta, Anzoátegui y Mérida. Los dos
últimos los agregó las elecciones parlamentarias en las cuales resultó
victoriosa la oposición. Agreguemos Lara, Monagas, Amazonas y Bolívar, donde se
logró la unificación de la oposición cuya dispersión concedió la gobernación al
chavismo.
Sin
caer en el triunfalismo que podría reducir la mayoría necesaria para hacer
aplastante la derrota del continuismo,
podemos afirmar que los mencionados
once Estados garantizan la victoria. Y
mucho menos podemos omitir la manifestación de respaldo popular demostrada en
la inmensa mayoría de las demás entidades, entre las cuales se destaca Aragua,
donde surgió el golpe liderado por el presidente saliente (4 de febrero de
1992).
El
próximo 7 de octubre es pues la oportunidad de imponer la voluntad del pueblo
ante la revolución más sangrienta registrada en nuestra historia. En catorce años del desgobierno se han
acusado 160 mil homicidios. Las estadísticas revelan que en 1999, cuando el
comandante asumió el Poder se producían
2 mil homicidios. Y en estos nueve meses transcurridos del año 2012, las
cifras ubican en 20 mil los homicidios.
En
víspera de las elecciones presidenciales bien corresponde la actualización del
pensamiento de Simón Bolívar: “el que no está con la libertad puede contar con
las cadenas del infortunio y con la desaprobación universal”.
Mientras
el candidato de la unidad democrática realiza giras consultivas pueblo a
pueblo, el liderazgo del autoritarismo militar intenta implantarse mediáticamente.
Desafortunado es el abuso del comandante que
aspira perpetuarse en su destructivo mando, de transmisiones conjuntas de radio
y televisión.
Desde el primero de julio, inicio oficial de
la campaña, lleva 28 cadenas con 43
horas de duración y a través de ellas
pretende hacer ignorar criminales vicios que por igual mundialmente son
rechazados.
Plena
vigencia cobra doctrina Bolívariana consagrada constitucionalmente:
“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder; el pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía”.
NOTA AL MARGEN: El recién desaparecido
Domingo Alberto Rangel, promotor de la izquierda en la reconquistada
democracia, fue solidario con el
comandante golpista, pero no tardó en darse cuenta de la corrupción de su
gestión.
albertojordanhernandez@yahoo.es
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