Entrando ya en la segunda semana del segundo mes
de campaña vale la pena hacer una revisión de lo actuado hasta ahora por ambas
candidaturas. No es un balance de fondo sino más bien un recorrido superficial
por varios de sus episodios.
Vamos en primer lugar con el candidato
continuista. Contrariamente a lo que él mismo pensaba de sus facultades
físicas, es obvio que la enfermedad, cualquiera sea su estado, le ha producido
limitaciones en su desempeño. Ha hecho una campaña pobretona, con escasas
salidas al campo, y varias de ellas con una asistencia escuálida, muy lejos de
sus triunfales mítines de otrora.
Sin embargo, el punto es que la asistencia
tiene poco que ver con sus dolencias. La presencia rala de sus partidarios
tiene que ver, obviamente, con el progresivo y sostenido declive de su
capacidad de convocatoria. Vientos de derrota soplan por las comarcas
chavistas. Catorce años han sido más que suficientes para comprobar que el
fulano "proyecto" no es más que una patraña y que Chávez ha sido, de
alguna manera, más de lo mismo, pero peor.
Es más, el propio candidato da muestras de
malhumor y de intolerancia propias de quien sabe que su cuarto de hora está por
finalizar. En Carabobo, cuando anunció el cambio de Maduro por Ameliach, como
candidato a la gobernación de ese estado, la gente, "su" gente, se
dio a gritar "No" sostenidamente y a corear rítmicamente el nombre
del alcalde de Puerto Cabello, Lacava, quien al parecer goza de las
preferencias de la base chavista. Bastó esto para que a Chacumbele le diera una
rabieta feroz, vociferando que el candidato lo escogía él y sólo él y
reafirmando, en tono brutal de "no me discutan más", la candidatura
de Ameliach. No digamos el tono que han adquirido sus insultos y agravios
personales a su rival. Buena parte del tiempo de sus peroratas se le va en
descargar sobre Capriles los más feroces y desconsiderados denuestos. El Chávez
sobrado de otros tiempos ha sido suplantado por uno nervioso e inseguro, es
decir, por un perdedor.
Por el otro lado, está un Capriles cuyos
recorridos por Venezuela han venido adquiriendo la tesitura de una marcha
triunfal. Por donde pasa, pueblo chiquito o grande, ciudad grande o pequeña,
son miles las personas que se suman a su cortejo, generando un ambiente de
esperanza y, más que de ello, de seguridad en la victoria. Capriles ha creado
un clima que cada vez se parece más al que acompañó a Chávez en su campaña de
1998. El hartazgo del país era tal que descartó la candidatura de Irene Sáez,
por la cual, en su rechazo a lo conocido, estuvo a punto de votar hasta que
apareció la que tenía la presencia y el verbo de Hugo Chávez. Hoy ocurre algo
parecido.
Los casi catorce años seguidos de Chacumbele han
ido modificando el ánimo popular y la aparición de Capriles, ha proporcionado
el factor que permite, como en 1998, cambiar de régimen.
Es lo que va a suceder. Cuando a una idea le
llega su tiempo no hay fuerza que pueda con ella. En los venezolanos ha hecho
presa la idea de que ya está bueno de Chávez. Incluso entre quienes lo han
seguido hasta hace poco se respira la necesidad de un cambio político. Eso lo
condena a la derrota.
tpetkoff@talcualdigital.com
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