miércoles, 29 de agosto de 2012

OSWALDO PÁEZ-PUMAR, TRES TEMAS, LA DEGRADACIÓN, EL SOBERBIO, EL ACUERDO

LA DEGRADACIÓN
            La población está claramente informada del atropello que representa el juicio que se le sigue a la juez María Lourdes Afiuni. Desde el mismo momento cuando el presidente saliente pidiera 30 años de cárcel para ella, por haber ordenado la liberación de Eligio Cedeño para que el proceso en su contra continuara pero en  libertad, conforme a la ley, era de esperarse que ante la imposibilidad de complacerlo con una sentencia condenatoria, definitivamente firme, las tortuosas prácticas del sistema judicial salieran a relucir para privarla de libertad, sin que mediara indicio alguno, ni mucho menos comprobación del delito imputado: haber obtenido una retribución por su sentencia. Solo existió la sospecha del saliente que no puede entender que una decisión que libera a un perseguido suyo pueda producirse sin que haya mediado una compensación dineraria. 
Dícese que aquel que juzga dice más de si mismo que de aquel a quien juzga. En lenguaje popular “cada ladrón juzga por su condición”.
            Hace mucho tiempo que ese proceso contra ella debió estarse desarrollando en libertad, como lo prescribe la ley. Pero ¿dónde están los jueces que la acordarán ante las múltiples peticiones de sus abogados defensores, cuando ella está ahí sub-judice, precisamente por haber sentenciado que el juicio a Eligio Cedeño debía continuar pero en libertad y eso fue lo que causó la ira del saliente y cuando los que juzgarían a quien acuerde la libertad de Afiuni, gritan en los actos de apertura del año judicial “uh, ah, Chávez no se va”.
            La existencia de una grave condición de salud ha obligado a sus jueces, a riesgo de irritar más al saliente, a ordenar que tenga la casa por cárcel dadas las condiciones existentes en los penales sobre las cuales sería redundante hablar, cuando los acontecimientos de Yare II hablan por sí solos.
            Ocurre ahora, que la juez Afiuni va a ser sometida a una intervención quirúrgica y la titular del Tribunal 17 de juicio, Marilda Ríos, que conduce el proceso, vaya forma de conducirlo, en lugar de proceder como lo dispone el artículo 11 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, dictar su sentencia y solicitar el concurso de la fuerza pública, lo hace al revés. “Los efectivos militares realizaron la supervisión y notificaron a la Juez que el Hospital de Clínicas Caracas (HCC) es seguro para proceder a la hospitalización de Afiuni Mora”. Y todavía dicta sentencias en nombre de la República.
EL SOBERBIO
            Con frecuencia se emplea la palabra “humilde” para referirse  a las personas de condición económica precaria; y aunque el diccionario a ese fonema le reconoce una acepción vinculada con carencia, el nexo es con la carencia de nobleza y no con la carencia de recursos.  El vicio de la soberbia es el apetito de querer ser preferido a los demás, creerse más que los demás y dejarse llevar por ese deseo o creencia. Es la antípoda de la virtud de la humildad que es la que acompaña al hombre que reconoce su miseria, el que por esa honestidad para consigo mismo es verdaderamente humilde.
            El deseo o creencia del soberbio se atribuye a sí mismo el origen de todos los bienes; y atribuye los males por los que deben ser castigados a los demás, círculo en el que ingresan incluso sus más cercanos colaboradores, cuando la necesidad de encontrar un culpable se hace presente.
            El soberbio está al margen de la responsabilidad. Curiosamente el lenguaje lo identifica. No el que el usa, sino el contenido en el diccionario. El soberbio señala las responsabilidades de éste, ése y aquel aquí, allá y acullá; y él no las tiene. Es de acuerdo con el lenguaje común un absoluto irresponsable. Elementos comprobatorios de esa irresponsabilidad lo contienen las consignas que para ese fin se diseñan. Una de ellas desplegada hace un tiempo en grandes pancartas “Déjenlo gobernar”, cuando tenía no menos de diez años en ejercicio del poder. La otra, la que va de boca en boca: “es que no sabe lo que está pasando”, cuando todo cuanto pasa, pasa por sus manos.
            Este hombre soberbio está tan poseído de sí mismo que ahora tiene conflictos con quienes se acercan a escuchar su voz en la campaña y se muestran insatisfechos, porque su discurso está ajeno a la realidad que circunda a los oyentes que comienzan a transformarse de atónitos espectadores en bulliciosos críticos; y que para desgracia del soberbio en su mente calenturienta representan una irreverencia al pretender señalarlo como responsable de los males que critican, cuando el sigue siendo irresponsable, pero será el responsable de su derrota, porque la esencia de la democracia que por no comprender quiere destruir, es que el derecho a criticar al gobierno y a cambiarlo no es una concesión del déspota, sino un derecho del pueblo que nadie puede arrebatarle.
EL ACUERDO
            Mediante acuerdo  publicado en la G. O. número 39986 del 15 de agosto alerta la Asamblea Nacional al pueblo venezolano y al mundo sobre “los evidentes planes de la derecha reaccionaria… para… anunciar resultados anticipados de las elecciones… en abierto desconocimiento a la voluntad popular… y su autoridad constitucional”. Repite lo que viene diciendo el saliente “que la oposición declarará fraudulento el resultado que anuncie su instrumento electoral, el CNE”. Nótese que el pecado está en “la anticipación de resultados” que en todas partes del mundo preceden a las cifras oficiales, menos en los regímenes seudo democráticos que usan las formas de ésta para acabar con ella.
            Es así como se descubre el propósito del saliente, “desconocer la voluntad popular”  y sustituirla por su voluntad incluso recurriendo  al fraude. Porque tanto el saliente, como “su  asamblea” saben ya cual será el resultado y por lo tanto lo que dirá el CNE, que paradójicamente, quizá a pesar de la función que le corresponde como “autoridad constitucional” hasta ignora que será lo que tiene que decir. Se trata como ya lo hemos visto muchas veces en estos catorce años de la formación de una matriz de opinión, orientada a que sea desoído en el país y en el mundo una denuncia de fraude “porque ya lo habíamos advertido”.
            El gobierno que tiene por credo electoral la fórmula de Castro según la cual “revolución no pierde elecciones”, lo que significa el desconocimiento a priori de la voluntad popular, le imputa a la oposición que va a comportarse exactamente como ellos lo hacen, es decir, que va a adoptar su credo proclamándose ganadora  y en consecuencia, va a desconocer el resultado que proclamará su instrumento, que por supuesto tanto el saliente como su asamblea lo conocen desde ya y por eso están seguros que les favorecerá. Son profetas.
            Resulta curioso observar este comportamiento en el cual el denunciante, sea la asamblea o el saliente, en su afán por construir frente a la oposición que tiene por delante una trinchera a través de la matriz de opinión que le sirva de contención a una posible denuncia de fraude, pone al descubierto la retaguardia, haciendo evidente que el gobierno se sabe sin el respaldo mayoritario, pues cuando este existe no hay denuncia de fraude que prospere.
opaezpumar@menpa.com    

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