Mientras el
Gobierno sostiene cortas las riendas del país y hace cuánto está a su alcance
para mantenerse dentro sus metas de crecimiento de mediano plazo, las
inversiones de los colombianos fuera del país no paran de crecer
El país más
estable del continente en medio de las turbulencias de los mercados
internacionales ha sido Colombia. Ha conseguido mantener tasas de crecimiento
de más de 4,5% cuando la desaceleración de grandes y pequeños países ha sido la
regla. Esto ha sido obra de una atención minuciosa prestada por el Estado a sus
variables macroeconómicas. Mejor que eso, el mantenimiento del vigor de la
expansión colombiana es el producto de una anticipación estratégica de sus
agentes económicos al rumbo que llevan las cosas en la escala global.
Colombia no es
inmune pero sí es previsiva. La caída de los precios internacionales de los
commodities ha sido un escollo difícil de sortear, más aun cuando el propio
país, en su camino hacia convertirse en un país petrolero de alguna
significación, ha visto recortado su ingreso petrolero de manera significativa.
Este rubro aporta hoy 1 punto del crecimiento del PIB y no sólo los precios del
crudo se han debilitado, la producción del país ha caído sensiblemente del lado
de Ecopetrol y del lado de las operadoras privadas.
Así pues, cuando
los colombianos en este momento se enfrentan, además, a una crisis sostenida en
las economías de sus principales socios comerciales y de inversión, de nuevo el
Gobierno dispara las alarmas y se preparar para adecuar su propio rumbo a las
exigencias del estancamiento planetario. Es que las expectativas de crecimiento
de su economía acaban de ser revisadas y modificadas hacia la baja por Barclays
Bank.
Pero Colombia
ya está haciendo lo propio, tanto en el sector público como en el privado. Las
tasas de interés acaban de ser revisadas a la baja por el Banco Central y los
analistas aseguran que no pasará mucho tiempo antes de que se repitan los
recortes como una forma esencial de estimular la inversión y el gasto. Ya
también los ministerios que se ocupan de la planificación de lo económico han
anunciado una aceleración de la inversión gubernamental y del gasto público
para el segundo semestre y a la inflación la mantienen en cintura de manera de
que el control de los precios también sirva de motor al gasto y al dinamismo
económico en su conjunto.
El elemento
más difícil de manejar hasta ahora es el frenazo que la inversión privada
extranjera está resintiendo debido una falta de confianza generalizada.
El capital es
cobarde, esa es una realidad incontestable y Colombia sigue generando
reticencias.
Pero la
audacia empresarial colombiana no parece transitar ese tipo de sentimientos.
Mientras el Gobierno sostiene cortas las riendas del país y hace cuánto está a
su alcance para mantenerse dentro sus metas de crecimiento de mediano plazo,
las inversiones de los colombianos fuera del país no paran de crecer.
Colombia no
está blindada. Pero lucha con mucha fuerza contra la corriente.
beatriz@demajo.net.ve
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