miércoles, 22 de agosto de 2012

ANDRÉS HOYOS, DEL TEDIO A LA CALENTURA, CASOS OBAMA Y ROMNEY, ELECCIONES EEUU,

Las elecciones presidenciales americanas, que parecían enfrentar a un cansado contra un despintado en medio de un tedio mortal, por fin se empiezan a calentar.
Obama ya no es el hombre del momento, como lo fue hace cuatro años. Sufre a estas alturas el desgaste de sus políticas timoratas. No fue capaz, por ejemplo, de sacar al país de la crisis económica mediante medidas anticíclicas fuertes, algo ya imposible de corregir, y se ha vuelto casi un espectador de la seguidilla de torpezas económicas europeas que le podrían costar caro en noviembre. Su esperanza es que la Reserva Federal se aplique lo mejor que pueda para que la economía americana llegue en un estado decente a las elecciones, prospecto muy dudoso. 
Mitt Romney, por su parte, es un niño bonito mormón de 65 años que tuvo un desempeño aceptable como gobernador de Massachusetts (2003-2007). Antes de eso fue por años un tiburón de los negocios. Su especialidad eran los famosos leveraged buyouts, que consisten en comprar al debe compañías llenas de activos valiosos para luego ganar mucho dinero destazándolas con más o menos cariño y revendiéndolas completas o por partes. A despecho de su apariencia, Romney no despierta furores ni pasiones. Hay algo gélido en su profesionalismo de alto manicure, y los demócratas no han perdido ni un instante en pintarlo como un multimillonario insensible que casi no paga impuestos y cuya política iría en contra de la vapuleada clase media.
Así iba la contienda por la vía de las erosiones tediosas hasta que Romney nombró a Paul Ryan como candidato a vicepresidente. Este acto audaz, sorprendente y posiblemente suicida, mete de lleno la campaña en la lucha ideológica. Para los republicanos, Ryan tiene la virtud de que redefine el campo de batalla y recluta en masa al Tea Party, para el cual este halcón del neoliberalismo clásico es un héroe. Su idea es reducir el gobierno a las mínimas proporciones sin importarle en lo más mínimo si por el camino se lleva de calle a amplias capas de la población. Intensificar la lucha de clases para que los ricos la ganen sería una idea exótica en casi cualquier lugar del mundo, pero aparentemente no en Estados Unidos. Allí más de una vez la derecha ha logrado que la gente vote por candidatos que le ofrecen aceite de ricino: voy a dejarte desprotegido cuando seas abuelo, no va a haber seguro de salud para tu prima, voy a minimizar la inversión en la educación pública que reciben tus hijos, pero eso es bueno para el país y debes votar por mí.
Simplificando mucho la compleja sociología del asunto, el dúo republicano representa a los hombres blancos —que vaya uno a saber por qué son los que les compran la pócima— contra el resto del país. Las matemáticas, según esto, no darían para que Romney gane, a menos que una vez más las matemáticas dejen de aplicar en la política americana.
La campaña está teniendo su tradicional dosis de suciedad, en medio de una gran saturación, debida en parte a que la Corte Suprema le quitó el bozal al dinero en materia electoral, permitiendo a los ricos de todas las orientaciones intervenir en política con muy pocas restricciones.
Hace unos días yo hubiera apostado que Romney iba a ganar. No obstante, la inclusión de Ryan me parece demasiado arriesgada, pues deja a los indecisos y al centro político en manos de su oponente. ¿Triunfarán aun así los vendedores de aceite de ricino? Encienda su televisor el 6 de noviembre y lo sabrá.
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

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