Uno de los problemas políticos que siempre ha tenido Venezuela ha sido que todos los venezolanos desde que nacen quieren ser presidentes de la República. Y gastan millones de horas en conciliábulos para hacer realidad este deseo en lugar de ocuparse de los problemas reales del país. Eso impidió que Acción Democrática y Copei, los partidos ejes del sistema nacido tras la dictadura de Pérez Jiménez, crearan una sólida clase media en la que asentar la democracia en aquel país tan rico en todo menos en sentido común.
Fruto de aquellos errores y de un golpe de estado dado por Hugo Chávez en 1992, que no se supo manejar, está la actual presidencia del militar venezolano un populista sui generis que como nos decía el P. Ugalde, un jesuita bergarés que fue rector de la Universidad Católica de Caracas, se dice el representante del socialismo del siglo XXI y eso ni es socialismo, ni es izquierda, sino demagogia populista y autoritaria, rociada con presupuestos millonarios en tiempos de crisis y con precios del barril de petróleo a ser vendido en joyerías.
Hugo Chávez es un militar y fue un militar golpista. En 1992, en aquella asonada mataron sus tropas al hijo del Delegado del Gobierno Vasco en Venezuela, Gaizka Etxearte que iba a la Universidad con su padre. Entiéndase pues que independientemente que no me gusten nada los militares en el poder, no tenga por este presidente la menor simpatía. El crecimiento económico, la distribución de la riqueza, la defensa de los intereses del país se pueden hacer sin conculcar los derechos humanos, sin someter a la población a cadenas radiales y televisivas oceánicas sin posibilidad alguna de réplica y sin posibilidad de cuestionar a una dirección militar cubana que lo dirige todo con el mando a distancia. De hecho su enfermedad la está tratando en La Habana porque no se fía de los médicos venezolanos. Paranoias propias de dictadores.
Afortunadamente la oposición venezolana se ha puesto de acuerdo y en lugar de la invertebrada fragmentación partidista ha elegido un solo candidato para oponerse al militar enfermo el próximo 7 de octubre. Se llama Henrique Capriles Radonski, tiene 39 años y es el actual gobernador del estado Miranda. Ganó en buena lid en unas elecciones primarias frente a otros candidatos y para su elección, que fue abierta, concurrieron tres millones de venezolanos. La gente quiere cambio y lo ve en este joven político no lastrado por pasado alguno y que encima habla de paz, de entendimiento, de futuro, de unión entre diversos, de respetar al adversario, de hacer valer la hermosura de la democracia que consiste en el gobierno de las mayorías con respeto de las minorías. Lógicamente este lenguaje de construcción nacional y de futuro rompe la brutalidad de un discurso revanchista basado en el insulto al adversario y en decir que quien no es chavista no es venezolano.
Para denunciar este ventajismo oficial recibimos esta semana una delegación de partidos que apoyan al candidato Capriles presididos por el secretario de la Mesa de la Unidad Ramón Guillermo Aveledo Orozko, quien fuera en su día presidente de la Cámara de Diputados y secretario del presidente Luis Herrera Campins. Por cierto. En su comparecencia en la Comisión Iberoamericana del Senado, además de hablarnos de la situación de su país, leyó un fragmento de una carta escrita por el exiliado Luís Herrera Campins al exiliado José Antonio Aguirre tras leer el libro de éste "De Gernika a Nueva York pasando por Berlín". Chapeau.
Aveledo y sus compañeros nos hablaron de un abusivo ventajismo comunicacional. Chávez tiene todos los días diez minutos gratis de espacio electoral y la posibilidad de encadenar radios y televisiones cuando le dé la gana. Ellos tres minutos, los mismos que además tiene Chávez. Viven también la auto censura de los medios y un clima insano de amenazas. Pero la campaña de Capriles coge fuerza día a día.
La situación es muy dura, Capriles dejó de viajar a Madrid para no perder el ritmo electoral que lleva, y ha dejado que vinieran los partidos que le apoyan para alertar sobre este ventajismo asfixiante que viven. La amenaza de una hegemonía comunicacional como amenaza Chávez, el cierre de 170.000 empresas en estos años y el programa chavista de reducción total del espacio para la propiedad privada en la siguiente legislatura es su obsesión. Cuando Raúl Castro trata de abrir la mano, Chávez anuncia el cierre del puño. "¡Exprópiese! Es su grito de guerra.
"Las elecciones son libres, pero no son justas y nos preocupa el sistema electrónico de votación. La trampa se producirá donde no estemos por eso vamos a estar en todas partes" nos dijeron.
Ante esto sería procedente hacer lo que nos pidieron los opositores venezolanos que no es más que se pueda acudir a las elecciones y hacer una buena observación electoral. Pero algo malo trama Chávez, cuando a la Unión Europea, le ha negado tal posibilidad que hace extensiva a otras observaciones.
"¿A ustedes les gustaría que observadores venezolanos estuvieran en las elecciones españolas o en las vascas?" nos decía el jefe de gabinete del ministro de Asuntos Exteriores venezolano. "¿Por qué no?", le contesté. No tenemos nada que ocultar.
Pero Chávez tiene mucho que ocultar. De ahí su ventajismo.
D. Manuel de Irujo solía decir y repetir que "todas las libertades son solidarias". Y hay que recordar que hace 75 años Venezuela abrió sus puertas al exilio vasco.
@ianasagasti
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