miércoles, 18 de julio de 2012

GERVER TORRES, ¿Y SI CHÁVEZ COMIENZA A DECIR LA VERDAD?

En un reciente arrebato de sinceridad, el Presidente Chavez criticó su propio gobierno. Estando de campaña en Barcelona, dijo que él mismo tendría que asfaltar las calles de esa ciudad y arreglar las carreteras del estado Anzoátegui, tal es el estado de la vialidad en el país. Si el presidente se entusiasma y se mantiene en esa onda de decirnos la verdad, comenzando tal vez con la situación de la infraestructura, le oiremos decir en los próximos días que:

El monto total requerido para recuperar y actualizar la infraestructura del país, (de alrededor de 25 millardos de dólares) es casi un tercio de lo que hemos regalado en los últimos 10 años a otros países (casi 70 millardos de dólares).

Entre los años 50 y 70 del siglo pasado, Venezuela fue líder latinoamericano en infraestructura. Obras como la represa del Guri, el puente sobre el lago de Maracaibo y la araña en Caracas, fueron en su momento obras de vanguardia y referencia internacional. Hoy, nuestra infraestructura es de las peores de la región. Diversos informes de organismos y agencias internacionales así lo confirman. Así, por ejemplo, en un índice de calidad de la infraestructura en Latinoamérica, elaborado por Latin Business Chronicle, Venezuela ocupa el antepenúltimo lugar, superando apenas a Paraguay y Bolivia.

Particularmente dramática es la situación del sector eléctrico. El país con el mayor potencial energético del continente americano, vive entre apagones. De acuerdo con una encuesta realizada por el Foro Económico Mundial, sobre la calidad del suministro eléctrico, Venezuela ocupa el lugar 124 dentro de 139 países considerados. Esto significa que quedamos detrás de países mucho más pobres que nosotros, como Tanzania y Etiopía. La cuestión es seria. En lo que va de 2012, en el país se han producido 500 apagones, es decir, un promedio de 2,6 por día. Si bien el servicio es cada vez de peor calidad, resulta ser uno de los más costosos de la región. Un estudio del Banco Mundial indica que Venezuela se ubica en el tercer lugar en costos eléctricos per cápita, solo superado por Nicaragua y Haití. La gerencia del servicio es tan deficiente, que la recaudación nacional que hace CORPOELEC solo les permite cubrir el 50% de la nómina del personal fijo.

El estado en el que se encuentra la infraestructura del país, tiene tres causas fundamentales: falta de inversión en nuevas obras y mantenimiento, pésima gerencia y excesiva centralización. En cuanto a la primera causa, tenemos que Venezuela tiene para los últimos diez años, como porcentaje del producto, el valor mas bajo de inversión en la America Latina. Ese valor ha estado por debajo del 2%, mientras que Chile, por ejemplo, supera el 6%. El Banco Mundial por su parte, recomienda que este monto sea del 9% para los países en desarrollo.

Como gobierno no lavamos ni prestamos la batea. No invertimos en infraestructura y tampoco dejamos o estimulamos al sector privado a hacerlo. Mientras tanto, en la America Latina se están ejecutando proyectos de infraestructura de todo tipo, mediante régimen de concesiones al sector privado. En México, por ejemplo, al menos 29 proyectos operan actualmente bajo el esquema de “prestación de servicios”. Prisiones, escuelas, carreteras, hospitales, transportes, generadores de energía fueron adjudicados por el gobierno federal y los gobiernos estatales al capital privado para su construcción y explotación en contratos de hasta 30 años. En Perú, la inversión privada ejecutada en carreteras concesionadas suma US$2.643 millones a abril del presente año. En Colombia se estima que actualmente el 22% de sus carreteras funciona bajo régimen de concesiones.

El capital privado que financia obras de infraestructura en América Latina y otras partes del mundo, no es sólo el de grandes transnacionales. En varios países de la región, los ahorros de los trabajadores han servido también para financiar los proyectos de infraestructura acometidos por el sector privado. Es así que en Perú los fondos de pensiones tienen inversiones en infraestructura alrededor de 3,5 millardos de dólares; en México, más de 6 millardos, y en Colombia, más de 9. En Venezuela, los ahorros de los trabajadores públicos se vuelven sal y agua, bajo la administración gubernamental.

La falta de infraestructura disminuye dramáticamente la calidad de vida de la población y encarece los servicios. Tomemos el caso de la infraestructura sanitaria. La ONU considera pobre a quien no recibe agua, y en Venezuela hay alrededor de 4 millones de personas que carecen de este servicio vital. Los más pobres son los que pagan más caro por el agua. Hoy, en Venezuela, quienes reciben agua a través de tuberías pagan aproximadamente un bolívar por metro cúbico de agua, mientras que quienes deben comprarla a camiones cisternas pagan 20 bolívares por la misma cantidad. O sea, hasta 20 veces más. En el país hay también 7 millones de personas que no cuentan con una disposición adecuada de las aguas servidas lo cual crea entre otros problemas, riesgos de salud.

La pobre calidad de nuestra infraestructura dificulta la inversión en nuevas empresas, y por tanto la creación de nuevos empleos. Seis de cada diez miembros de la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria) aseguran no poder aumentar la producción de sus compañías debido a la inestabilidad de la red eléctrica.

En esta onda de auto crítica y sinceridad, el Presidente podría llegar a hacer algo verdaderamente admirable, revolucionario y sin precedentes: llamar a votar por Henrique Capriles.

gerver@liderazgoyvision.org

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