sábado, 7 de julio de 2012

GERMAN CABRERA, EL MERCOSUR, LOS SUKHOI Y LA PEREZA DE TRES DEDOS.

Hace pocos días encontré a orilla del camino una pequeña pereza de tres dedos. Boca abajo entre las hojas parecía muerta, pero cuando la toqué emitió un lastimero silbido de pájaro. Había caído desde lo alto de un árbol y tenía sangre seca en su cara.

 Cuando una perecita se desprende del pelaje de su madre y cae al piso está condenada a muerte, su progenitora no bajará a buscarla.

Me pareció cruel dejarla a merced del frío y las hormigas carniceras, así que la llevé a mi casa donde quedó adoptada por la familia.

Es, en su aspecto, el animalito más tierno que se pueda imaginar pero tiene manos de tijera, 12 hojas afiladas que le impiden acariciar.

Tres veces al día la alimento con biberones de leche de soya, como lo he hecho con los araguatos huérfanos, y le doy a masticar trocitos de hojas de yagrumo.  

Ayer, mientras le alimentaba, comenzaron a pasar a baja altura los aviones Sukhoi que el Presidente Chávez ha comprado a los rusos. A él le gusta gastar mucho dinero comprando armas rusas porque se considera comunista y sigue viviendo la heroicidad vetusta de la Guerra Fría. También expresa su amor a Mao cuando viaja a China...

Los aviones estremecieron el espacio durante horas, ensayando para un nuevo desfile militar, o tal vez como demostración de poderío en vísperas de elecciones. Creo que al Presidente (que acaba de afirmar que “el que no es chavista no es venezolano”) le erotiza el estruendo de los motores a reacción. Si ese ruido tan viril fuese acompañado por explosiones de bombas sería ideal como banda de sonido para la película que cree estar viviendo.

Cada vez que los aviones tronaban la perecita se contraía y yo me acordaba de mi tío abuelo Juan Traversoni que en 1930, al escuchar un aeroplano, salía al patio de su casa y mirando al cielo gritaba ¡¡Vayan a volar a la p… madre que los parió!! , porque pensaba que le iban a caer encima. También me acordaba de Sarajevo y Siria mientras mi burbuja selvática en los Altos Mirandinos  se contaminaba con la abusiva polución militarista y guerrerista.

 Aquella situación me revolvió la bilis (“Ud. no debe sentir  ningún estrés en un sitio como este”, dice la gente) y reavivó la calentera que me produjo la entrada de Venezuela en el Mercosur, cuando rauda y sumisamente los países asociados corrieron a sacar a los paraguayos para poner a los venezolanos, o mejor dicho corrieron a desconocer a F. Franco (a quien el nombre no le ayuda) para meter a  Chávez.

No me siento obligado, en lo personal, a criticar al Congreso paraguayo ni a acudir en su defensa. Para la destitución de Lugo,  se recurrió a la Constitución, que puede ser acertada o no pero es su Constitución y tal vez mediante ella logren acomodar el entuerto.

Ahora bien, aprovechar el conflicto para abrazar a Chávez y su proyecto fascistoide me parece bochornoso. El Mercosur juzga a los paraguayos por actitudes consideradas antidemocráticas y anticonstitucionales pero le abre las puertas a un gobierno que se pasa la Constitución y la democracia por sus gónadas y cuyo líder muestra sus veleidades imperiales imponiendo bloqueos energéticos.

Solidaridad ideológica le dicen. Es de no creer.

Voy a darle de comer a la pereza.

 Germán Cabrera T.
 german_cabrera_t@yahoo.es

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