sábado, 9 de junio de 2012

THAELMAN URGELLES: VENEZUELA NECESITA VOLVER AL GOBIERNO DE LOS CIVILES

El gobierno de Hugo Chávez ha creado la ficción de un avance revolucionario de la democracia y del socialismo en los últimos catorce años de historia venezolana. La primera promesa la ha cumplido parcialmente, y la segunda es puramente ficcional. Ha avanzado la democracia al quebrar el sistema partidista anterior de élites política y económica, forzando a una gran retirada de los viejos cuadros privilegiados de la sociedad venezolana. Esto permitió una renovación de la política con nuevos actores y nuevas caras.
El populismo de Chávez ha articulado a los más pobres, integrándolos al juego político. Porque los apretados controles de la política de partidos fueron removidos, se creó la impresión de un avance hacia la democracia directa que convenció a millones de venezolanos de que, de hecho, una revolución estaba teniendo lugar. Sin embargo, esto ha sido más ilusión que realidad. El costo de este cambio no ha traído consigo una revigorización de la vida institucional que supuestamente tendría lugar con la nueva constitución de 1999. Por el contrario, este cambio súbito trajo un incremento en el poder arbitrario del propio Chávez y de su nueva élite de militares gobernantes. El actual contendiente en la carrera presidencial, Henrique Capriles Radonski, representa una vuelta al gobierno civil.
La retórica socialista tiene una función, por otro lado, de crear la falsa impresión de que Chávez es el paladín de la causa de los pobres. Pero si estudiamos su gobierno desde una perspectiva histórica más amplia, descubrimos que no es más que el paladín de la causa del militarismo. La historia republicana venezolana está plagada por el conflicto entre el control civil y militar del gobierno. Durante la mayor parte del siglo 19 y la mitad del 20, militares han sido los jefes del Estado Venezolano. Sin embargo, en 1958 Venezuela tuvo un giro civilista que duró 40 años, derrotando cada una de las conspiraciones militares que se pusieron en su camino. Este nuevo régimen se basó en la organización burocrática de los partidos políticos y para los años noventa estaba tan desacreditada por la corrupción y la impopularidad, que rápidamente se desintegró.
Los intentos de golpe de estado de Chávez en 1992 revelan la verdad de su carácter: él representa la tendencia histórica de Venezuela hacia el militarismo, en oposición al gobierno civil. Su campaña electoral de 1998 fue el reconocimiento de que la era de los golpes de estado se había acabado y que el camino electoral era la única manera como el militarismo podría retomar el control del gobierno. Venezuela ha tenido una economía de capitalismo de Estado por décadas, con una inclinación hacia el estado de bienestar mucho anterior a Chávez. El cambio que su gobierno trajo a la vida política de la nación fue realmente un retorno al militarismo como élite gobernante más privilegiada, con un disfraz democrático y una retórica socialista vacía.
El reto ofrecido por Capriles en las próximas elecciones presidenciales de octubre consiste en un retorno al gobierno civil. De nuevo, la retórica socialista de Chávez funciona como un mecanismo ideológico para ocultar la realidad. Capriles es dibujado como un representante de los ricos, de la burguesía y de las viejas élites políticas. Pero esta es una afirmación difícil de creer, juzgando por la juventud de Capriles, pues tiene tan sólo 39 años, y de su origen partidista en Primero Justicia, partido que tiene apenas doce años de existencia y que nunca ha alcanzado la silla presidencial. Además, en las primarias para la candidatura presidencial del pasado febrero derrotó al candidato de los viejos partidos, Pablo Pérez de un Nuevo Tiempo. ¿Cómo se puede afirmar con credibilidad que Capriles representa a los viejos aparatos políticos?
El prejuicio socialista contra toda forma de oposición, tildándola de oligarquía y burguesía, no es más que una generalización débil y simplista que trata de distorsionar la realidad. Capriles ofrece un cambio a 14 años de autocracia militarista. Pues, de otra manera, ¿cómo puede llamarse a un presidente sino un autócrata y un tirano cuando ha subordinado de manera ilegal a todos los demás poderes públicos, dispone de la propiedad privada de los venezolanos arbitrariamente, corrompe la libertad y equidad de las elecciones usando masivamente los recursos del erario público para sus campañas electorales, insulta a cualquier oponente de la forma más incivilizada, cierra canales de televisión y radio independientes, castra a cualquiera que desafíe sus decisiones y se niega a cualquier forma de rendición de cuentas? Es, sin duda, paradójico que las reformas democráticas iniciales que su presidencia significó se convirtieron en el poder personal más absoluto al final. Pero esa es la verdad innegable de una personalidad autoritaria que fue educada en un cuartel militar. Capriles representa todo lo contrario.
La política venezolana no puede ser dividida en una lucha entre ricos y pobres, lo cual no es más que una torpe visión de nuestra realidad histórica. La verdadera división es entre el militarismo y el gobierno civil. Esto es lo que está en juego en las próximas elecciones de octubre
turgelles@gmail.com
@TUrgelles

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.