Los politiqueros baratos, como los que están en el poder, carecen de las neuronas para comprender que todo el asunto se trata de lograr una nación próspera, productiva, competitiva, donde los ciudadanos no sean siervos del Estado
Un país honesto y decente nos espera, si así lo queremos, si por
él trabajamos, si no lo asfixiamos
El nuestro es un pobre país. Un país no es rico porque unos
recursos naturales le produzcan cuantiosos ingresos en dólares con mínimo
esfuerzo. Un país es rico cuando sus sistemas sociales funcionan, cuando nadie
teme un futuro de mendicidad.
Un país es rico cuando el dinero propiedad de todos no se
escurre en turbias trapisondas y estafas, cuando la sociedad no teme que sus
dineros puedan ir a depositarse en los bolsillos de funcionarios
gubernamentales convertidos en magnates. Un país no es pobre cuando tiene un
sistema educativo de vanguardia y tecnología de punta al alcance de todos. Un
país es rico cuando la salud de su pueblo es cuidada con celo y todos cuando
enfermen tengan garantizada la mejor atención.
Un país rico es aquel donde el buen quehacer de las personas y
agrupaciones es recompensado y el mal comportamiento de los infractores de las
leyes es correspondiente y oportunamente castigado. Un país rico es ese donde
se genera empleo digno, productivo, de calidad y debidamente compensado. Un país
rico es ese donde todos quieren invertir.
Los politiqueros baratos, como los que están en el poder,
carecen de las neuronas para comprender que todo el asunto se trata de lograr
una nación próspera, productiva, competitiva, donde los ciudadanos no sean siervos
del Estado.
Dice Capriles que hay un camino. Pero la prosperidad no va a
caer del cielo como lluvia calmante. Hay que anular el pobrecitismo, abandonar
la quejadera tonta que tanta fortaleza da a los malos, declarar cesantes a
estos bárbaros apoltronados en el poder. La riqueza no se decreta, pero el buen
ánimo sí, el deseo por un mejor país y las ganas de progresar sí, la decisión
de frenar la debacle sí. Basta de citas citables, de huecas frases hechas, de
ridículas consejas. No más creer que saldremos del foso si nos confesamos
víctimas y llamamos a un nuevo hombre a quien ponerle los ropajes de Mesías. No
más suponer que necesitamos una nueva camada de héroes de la patria con pechos
llenos de medallas de utilería. No más creer que la vida es una película.
Precisamos una sociedad entusiasta, positiva y asertiva, con familias y
organizaciones decididas a luchar por lo justo. Un país honesto y decente nos
espera, si así lo queremos, si por él trabajamos, si no lo asfixiamos. Capriles
puede liderar. Pero el país lo construimos nosotros.
smorillobelloso@gmail.com
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