Los procesos de reversión o
degeneración son problemas de los sistemas evolutivos, sobre todo de aquellos
marcados por la flecha del tiempo, siempre en ascenso, hacia el progreso.
Esta particular acepción del
progreso y la evolución, como proceso constante de complejidad y orden hacia
estadios superiores de organización, fueron cuestionados en el siglo XIX, entre
otros, por T.H. Huxley, uno de los grandes zoólogos de su tiempo, quien vio en
el darwinismo social, desarrollado posteriormente por Spencer, una errada
interpretación de los nuevos postulados evolutivos al desarrollo del cuerpo
social.
La afirmación de Spencer de
que, mediante la lucha por la vida, la evolución "terminará necesariamente
en el establecimiento de una perfección total y de una felicidad completa"
contradecía los descubrimientos de Charles Darwin sobre el retroceso biológico
observado en sus estudios, la degeneración de las especies y su extinción
existía como posibilidad, el mismo Huxley escribiría sobre las
"modificaciones regresivas... una serie de formas convergentes, de
complejidad gradualmente menor".
El pensamiento político
rápidamente adoptaría estos esquemas para explicar a la democracia como una
forma de gobierno de relativa complejidad y evolucionada, de igual manera
vieron al colectivismo y al totalitarismo como formas más simples y degeneradas
de relación política.
Fue durante mi lectura de ese
otro libro de Samuel Huntington La tercera ola, sobre los movimientos de
democratización en el siglo XX, que me encontré con la teoría política que
siguen estos procesos de degeneración democrática, en un enjundioso análisis,
Huntington señala que ya en 1920 James Bryce llevaba el darwinismo social a su
consolidación cuando analiza en su obra Democracias modernas la tendencia de
los países del mundo hacia la democracia como una tendencia natural, producto
de lo que él llama la Ley General del Progreso Social, siendo la democracia, el
nivel superior de la organización socio-política de las naciones.
Pero era un hecho observable y
constatable que una buena parte de estas democracias se retrotraían a niveles
inferiores, involucionaban, cuando esto sucedía, la sociedad se desbancaba a
las tradiciones formales de autoritarismo, por lo general con la introducción
de nuevas formas de totalitarismo basadas en movimientos de masas y
organizaciones fascistas, en figuras de "jefes" y partidos únicos,
siendo los principales beneficiarios de este retroceso la institución militar.
En el caso venezolano (al que
me niego a categorizar como "fenómeno", y para comprenderlo basta
leer el artículo de Gustavo Coronel, Involución) es notorio que luego de 40
años de tradición democrática el país se encuentra en una ola de retroceso democrático,
explicarlo va a tomar mucho estudio y análisis de los diversos factores que lo
provocaron, aunque ya sabemos que algunos que han salido a la discusión
pública, entre ellos: la preponderancia del personalismo y el centralismo de un
Estado "fuerte", la poca o nula madurez de las instituciones, la
falta de una educación cívica y democrática de la población, un Estado dueño de
la riqueza petrolera en condición de monopolio, la carencia de una clase media
proactiva, una institución militar divorciada del país y caldo de cultivo de
conspiradores, y algunas otras que se estudiarán en su momento.
El asunto es que estamos ante
un hecho contundente, el país ha retrocedido en su evolución democrática, el
otro hecho es, que estamos a tiempo de revertir este retroceso, pero veinte
años de involución nos han sembrado algunas trampas que debemos sortear para
salir de este marasmo, y uno de los factores que harán difícil volver al
sendero perdido, es el enorme desajuste que sufrimos con nuestro sistema
electoral, que como todos sabemos, es esencial para la democracia.
Elecciones libres, abiertas y
limpias, sin ventajismos groseros, sin castigos ni trucos para que la oposición
pueda competir, sin amenazas ni sanciones para los electores que desean
expresar su voluntad, sin acciones en contra de los medios de comunicación para
que puedan informar adecuadamente, sin que medien obstáculos para la
observación internacional del proceso electoral, pero por sobre todo, un grado
mínimo de honestidad en todo el sistema para que no opere a favor de una
tendencia, ni se parcialice con el partido de gobierno de turno es vital para
poder recomenzar el regreso a la democracia.
Cuando unas autoridades
electorales permiten propaganda donde un candidato se compara con Dios o con el
padre de la patria, cuando los bienes de la nación, sus medios de comunicación
públicos están comprometidos con el candidato del gobierno, que es el
presidente de la República.
Cuando esas mismas autoridades,
supuestamente un poder autónomo, se hacen cómplices de un fraude a la nación,
al permitir que un candidato enfermo, se presente a la justa como si nada, sin
exámenes médicos, sin evaluaciones que garanticen su permanencia en el cargo al
cual se postula y permiten su inscripción como candidato para la Presidencia
obviando olímpicamente el compromiso de la institución con el país y con la
democracia... el proceso de degeneración es grave y el trabajo de rescate del
país, una tarea de titanes.
saulgodoy@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.