El "flaquito" siembra
la idea de que una nación unida es requisito Nro. 1 para el progreso
Hace unos años, catorce o
quince, un hombre por el que inicialmente nadie daba mucho en las encuestas
salió a recorrer el país, inicialmente en una camioneta, y aunque al principio
no creía mucho en la vía electoral, porque de hecho lo que le dio su fama fue
una intentona golpista, sus para entonces mentores políticos lo convencieron
que los votos eran la forma de acceder al poder. Iba de pueblo en pueblo, de
ciudad en ciudad. Al comienzo sólo tenía un dos por ciento, pero su discurso,
sus propuestas, sin duda alguna su carisma y "el hartazgo" colectivo
hizo que tocara el corazón de las grandes mayorías y así "subió" como
la espuma. Era como un "virus" que contagió a gente de todas las
condiciones sociales que querían un cambio del que él era la encarnación. Cosas
de la vida...
Hoy, ese mismo hombre que
representaba la "revolución" en toda su expresión es la encarnación
del "continuismo", del status quo que vestido de rojo socialista es
la muestra del privilegio y el lujo por parte de sus dirigentes, el doble
discurso pues. Llegó el invierno. Ese mismo discurso que antes
"calentaba" a las masas ahora lo que pareciera generar es un profundo
fastidio. Hace una semana lo vimos de manera patente.
Mientras el líder hablaba
poco a poco el foro se fue vaciando, pero lo más patético es que él no lo vio.
Siguió cantando, discurseando e insultando más allá de sus fuerzas. Sí, cumplió
su cometido. Dio su fe de vida para las galerías pero de allí a emocionar y
generar ese fervor de otrora observamos un trecho tan grande como los misterios
en torno a su salud.
Mientras tanto, el joven a
quien las masas comienzan a llamarlo "flaquito", cosa que él
aprovecha para afirmar que "flaquito vino y flaquito saldrá", se
convierte poco a poco en una suerte de fenómeno muy parecido al que se vivió
hace años con el líder del estatus gobernante. Es una cosa como loca. Quieren
tocarlo, las mujeres se le abalanzan (y es que el chico es guapo, no se le
puede negar), los hombres se turnan para abrazarlo y darle la mano, llena
avenidas enormes en concentraciones donde lo que priva es el entusiasmo. Y es
que esa es la palabra clave: emoción. El candidato está comenzando a sembrar la
idea que un país sin Chávez es no sólo posible, sino necesario y que una nación
unida es el requisito número uno para el progreso. Bajo esa premisa, el próximo
8 de octubre sería el inicio del Gran Abrazo Nacional en el que el término de
perdedor y ganador será sólo un argumento para las cúpulas gobernantes mas no para
todos los venezolanos, quienes a partir de ese momento comenzaremos la tan
ansiada reconciliación. Como ven, es difícil no contagiarse de esta energía y
también soñar con lo que puede venir. ¿Por qué no caer ante la tentación del
optimismo?
mariaisabelparraga@gmail.com
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