A ocho días de la gran
demostración de la inscripción de Henrique Capriles en el CNE, creo pertinente
expresar algunas cuestiones, que para nosotros, los de la alternativa
democrática, resultan verdades. En primer lugar, está la convocatoria y el
entusiasmo que despierta Henrique. Creo que no hay dudas después de la
manifestación del domingo, y los actos de Maturín y Cumaná.
Regiones que primero fueron
adecas y después chavistas, que "el flaquito", como han dado en
llamarlo muchos de sus seguidores y seguidoras, ha levantado un apoyo que
muchos de nosotros no creímos posible. En segundo lugar, creo que está el
problema del lenguaje del candidato oficialista. Siempre estuve, y sigo estando
de acuerdo, con la forma como el candidato Capriles ha enfrentado a su
contendor. Lo he escrito en varias oportunidades, una campaña política en
nuestro país debe ser una lección de pedagogía política.
La descalificación, hay que
recordar, ocurre cuando quien emite un agravio se descalifica a su vez. Llamar
"majunche", lo que alguno de esos investigadores de la lengua, que
por cierto nos sobran, averiguó, es voz indígena y despectiva, es decir,
descalificadora, significa "indio ignorante".
En 1998, cuando escuché
los primeros discursos y arengas del hoy Presidente me horroricé. Sin embargo,
mi preocupación fue mayor cuando observé y supe de un importante sector
universitario, de la clase media y hasta empresarios, apoyando y disfrutando de
esa retórica y acompañando al entonces candidato.
Siempre he visto con
preocupación la subvaloración del venezolano. En aquellos momentos sufrí gran
angustia. Yo, que fui comunista durante la llamada Cuarta República, que
acompañé a mi padre Humberto Cuenca en tres terribles detenciones y a Adolfo
Herrera, mi esposo, durante cuatro de las 7 veces que lo hicieron preso, jamás
habría votado por alguien que se expresara así de mi país y de nuestra gente,
aun cuando fueran los adversarios políticos. Nunca oí decir a aquellos dirigentes
este tipo de barbaridades.
El lenguaje nunca se ha moderado, ni siquiera en
situaciones terribles, como las que dice vivir, se ha empeorado. Da vergüenza y
pena ajena. Pudiera intentar cambiar su lenguaje, quizá no lo logre, pero
valdría la pena que sus asesores se lo recomendaran. El lenguaje es parte
importante del estilo. El lenguaje es el mundo. No lo olviden.
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