miércoles, 13 de junio de 2012

MANUEL MALAVER, EL DOMINGO DE CAPRILES

No es que Henrique Capriles Radonski no haya confrontado retos en su carrera política de igual o mayor magnitud que el actual, sino que el de hoy domingo, por cuanto lo coloca en la ruta de demostrar que cuenta con el respaldo mayoritario de los electores venezolanos para el ser el próximo presidente de la República, comporta el riesgo de mantenerlo o retirarlo de la política.

En otras palabras: que es imposible no admitir que se está jugando el todo por el todo, haciendo una apuesta que puede empezar a aproximarlo al logro de la máxima aspiración de todo político venezolano con garras y vocación de poder, o alejarlo en una escalada de cinco meses donde sus adversarios recurrirán hasta a los imposible para contenerlo.

No pensamos, sin embargo, que sea una amenaza que inquiete o desanime a Capriles, pues si hay un signo que puede tomarse como emblema de su joven, pero no corta carrera política, es avanzar por donde muy pocos creían que lo haría y empinarse sobre dificultades que los políticos de su generación –y las de otras- no habrían aceptado.

De ahí que se cuentan de a miles los que en distintos momentos lo vieron como un político de paso, como una de esas aves migratorias que anidan durante semanas o meses en bosques y sabanas, para luego desaparecer y sin que se vuelva a tener noticias de su rumbo o destino.

Capriles los desmintió a todos, y no solo porque salió con éxito y honra de las pruebas que se propuso, sino porque, rápidamente, lució dispuesto a continuar las siguientes, la que le exigían más coraje, garra y vocación de ganador.
Parlamentario cuando aún no cumplía 25 años y presidente de la Cámara de Diputados, alcalde de Baruta durante dos períodos y la contundente derrota que le aplicó al candidato del chavismo, Diosdado Cabello, cuando aspiró a la gobernación de Miranda, son los hitos fundamentales que lo han traído a que hoy domingo revele que se coloca en la vía para pasar a ser el próximo presidente de los venezolanos.

Oportunidad que no le cayó del cielo, ni fue la obra de conciliábulos y cogollos partidistas, sino producto de la decisión de 3 millones de electores que lo eligieron entre 5 candidatos en unas elecciones primarias para que representara a la democracia y su vocación unitaria en las presidenciales del 7 de octubre próximo.
De modo que, a diferencia del otro candidato, el teniente coronel Hugo Chávez, que ya gasta 13 años en el poder, y que prácticamente le impuso al gobierno y al partido oficial, la candidatura de un hombre enfermo, con una probabilidad altísima de no culminar el proceso electoral, Capriles trae su candidatura de la manifestación más libre, competida y consensuada del juego democrático, como es convocar a los votantes para que decidan quién es el hombre con las mejores credenciales para representarlos y asumir el reto de liderar la recuperación del país.

Venezolano que fortalece su aspiración con el aval de millones que ya votaron por él, y que volverán sufragarlo, pues se trata de una decisión tomada sin coacción, artilugios o trampas que deformen la voluntad del elector.

Y que estarán, sin duda alguna, acompañándolo hoy domingo, como un torrente caudaloso, como una fuerza sin contén, como un grito que le diga a Venezuela, el continente y al mundo, que llegó la hora de cambio y ese cambio es Henrique Capriles Radonski,

El regreso, para decirlo en breve, de la unidad, de la reconciliación, la tolerancia y la solidaridad, de la reconquista del lar en el que, durante los 200 años de vida republicana, nos encontramos y reconocimos como venezolanos, como pertenecientes a una comunidad de hombres y mujeres donde ser libres significaba también el respeto a la ley, la lucha por la democracia, la paz y el bienestar.

Comunidad maltratada en los últimos 13 años por la voluntad de un caudillo absolutista, ególatra, monárquico y narcisista, con fobia por la constitución, enemigo del Estado de derecho, odio a la democracia, destructor de la independencia de los poderes, en guerra contra los derechos humanos y empeñado en imponernos una dictadura vitalicia que, eventualmente, conduciría al establecimiento de una dinastía familiar tipo Cuba o Corea del Norte.

Un náufrago del fracaso colosal del comunismo marxista, leninista, maoísta y fidelista, cuyos sargazos y miasmas recogió para sembrarlos en una tierra donde solo pueden nacer, crecer, florecer y multiplicarse la libertad y la democracia.

Ha insistido, sin embargo, aplicando una represión dosificada pero efectiva, y usando los petrodólares del último ciclo alcista de los precios del crudo para corromper a los más vulnerables, hacerlos víctimas de políticas populistas que llama “misiones” y, a través de las cuales, se le dan migajas de bienestar a la gente, pero a cambio de que apoyen sus políticas y lo respalden con sus votos cada vez que se le ocurre “legitimarse” en un evento electoral.

Teatro de la simulación, del chantaje, el soborno y la incautación de la libertad individual y colectiva, ampliamente aplicada en los regímenes totalitarios de corte marxistas, expertos en pervertir la verdad para usarla en una versión polivalente donde puede transfigurarse en lo contrario, según las conveniencias.

Y es contra el intento de convertir a Venezuela en una guarida o laboratorio del cual salgan las fórmulas para restaurar tan monstruoso estado de cosas en el país, y extenderlo por toda América Latina, contra lo que insurge la candidatura de Henrique Capriles Radonski, su propuesta, mensaje, y agallas para barrer con tamañas antiguallas, basurero de desechos ideológicos y chatarra mohosa y contaminante que no procuran otro objetivo que retrotraernos a los siglos en que dependíamos de un poder colonial extranjero.

No se llama ahora España sino Cuba, la isla destartalada a extremos inhumanos y contranaturales por dos dictadores gerentocráticos que después de aplicarle durante más de medio siglo el cruel sistema totalitario y comunista, se han acercado cual hienas a engullirse los despojos de Venezuela que está dejando la cacería chavista.

Momento especialmente trágico en la historia de un país que liberó y fundó cinco naciones, pero ahora envilecido por payasos y cómicos de la legua para quienes la destrucción, la intolerancia, la incompetencia y la corrupción se cubre con el pomposo nombre de “revolución”.

La palabra peor comprendida, utilizada y subutilizada de la historia, pues siendo una translación de un término astrológico que significa estrictamente “continuar o volver a la evolución”, transportada a la historia por los filósofos de la Ilustración, pasó a representar lo contrario, desencajarse de todo curso normal para promover el desorden, el desconcierto y la destrucción.

Hay entonces que rescatarla, volviendo a la evolución, que creo es el sentimiento último y supremo de Henrique Capriles Radosnski, y los millones de hombres y mujeres que lo acompañan hoy domingo en su inscripción de su candidatura en el Consejo Nacional Electoral.

manumalm912@cantv.net

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