Si me tomo el atrevimiento de
usar (sin comillas) el nombre del programa radial del exministro Londoño,
sobreviviente de un atentado bomba en el norte de la ciudad de Bogotá, a manera
de titular de la presente nota, me motiva el hecho de que la frase tiene
pertinencia si queremos describir, sin tapujos, lo que se intuye está
sucediendo en las esferas de la política y del poder en Colombia.
Evidente, para empezar, el divorcio
entre el presidente Santos y el expresidente Uribe, socios del pasado en la
llamada estrategia de seguridad democrática, caballito de batalla del segundo
y, dicen algunos decepcionados, bandera electoral del primero que le permitió
un amplio respaldo de votos. Ya no disimulan las malquerencias entre uno y
otro, al extremo de que en medio de la humareda del bombazo que casi le cuesta
la vida al exministro Londoño, el uno y el otro se preocuparon más por quién
insultaba o sacaba mayor partido político del atroz atentado, antes que en
condenar con la vehemencia el acto de terror.
El pulso, dicen, expresa la
inconformidad de algunos sectores del "bloque de élite en el poder"
causado por la "inequidad" en la repartición en las tajadas del poder
y el evidente deslinde del gobierno Santos de los escándalos de corrupción del
pasado gobierno uribista. La indignación por la aparente apertura de un posible
diálogo con la guerrilla de las Farc, la molestia por la reforma del fuero
militar, las rabietas de Uribe por las sindicaciones públicas de Santos y la
inconformidad por el marco para la paz, entre otros rifirrafes mediáticos, no
son más que los signos visibles de una definitiva ruptura entre las élites. Las
unas, aferradas a un modelo autoritario y mafioso, contrarias a los que
promueven la decisión de reparar a las víctimas y castigar a los victimarios,
como esencia de un modelo moderno y probo.
Juega a favor de uno de los
bloques, sin duda, la reciente apertura de nuevas relaciones comerciales con
los Estados Unidos (TLC) que, entre otras, traerá tensiones entre los distintos
sectores de la economía y sus expresiones políticas. Quienes se sienten
amenazados en sus intereses y eran consentidos en el régimen anterior
seguramente reaccionarán forzando una vuelta al pasado que les permita recobrar
privilegios hoy amenazados y casi que perdidos.
Echando mano a la
"combinación de todas las formas de lucha", así como lo hicieron en
pretéritas épocas, es posible que resurja un nuevo ciclo de violencia. El
fenómeno del paramilitarismo y su brazo desarmado, la parapolítica, mutado en
otras formas criminales -es lo que dicen los hechos-, se encuentran detrás de
los sucesos violentos recientes sucedidos en la capital, incluidas las
acusaciones de aliado de la guerrilla a Santos y su "mejor nuevo
amigo" y los revelantes correos de oficiales retirados promoviendo el
"golpe de Estado" contra el actual gobierno. Es cierto que hubo
rectificaciones públicas y aclaraciones, pero como dice el dicho popular: "Cuando
el río suena..."
De las circunstancias arriba
descritas no se debe soslayar la reactivación de las acciones de la guerrilla
(incluido el secuestro con eufemismos de "prisioneros de guerra") en
territorios supuestamente consolidados desde la perspectiva del control de las
Fuerzas Armadas. No se explican, a menos que sean producto de una especie de
huelga de 'fusiles caídos', algunas acciones y golpes de la guerrilla de las
Farc. O fue un globito el tan anunciado "fin del fin", o se están
dejando boquetes para generar una sensación de desestabilización, clima
propicio para el regreso al pasado, con fórmula de candidatura incluida
(¿Londoño? ¿Ordóñez?)
Así pues, semejantes
circunstancias de desestabilización (incluidas las amenazas contra líderes
independientes y de la oposición), a la hora de la verdad, ameritan medidas
eficaces, más que responder trinos.
@ticopineda
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