Hace
un tiempo circulaba por Internet un artículo humorístico, si así puede
llamársele, que pintaba el deterioro de los valores de cierta parte de la trama
social uruguaya. Alardeaba el protagonista del cuento, de cómo vivían él y su
familia sin trabajar, gracias a las dádivas otorgadas por el gobierno, al
tiempo que se reía de los giles que pagando impuestos financiaban su modus
vivendi, mostrando a la vez su carencia en códigos de convivencia civilizada.
Se regodeaba con lo que cobraba por el Plan de Equidad, el de Asignación por
Hijo, lo de su pareja por anotarse en el plan Madre Soltera, más lo que
conseguía en el semáforo si tenía ganas de sacar algo más, aparte de contar con
luz y TV gratis por estar colgado, del moderno celular que se había
"apropiado" y varias otras ventajas más.
A
pesar de que las autoridades se ufanan en la disminución de la pobreza y la
indigencia bajo los gobiernos del Frente Amplio, como si nunca se hubiera dado
antes (en la época de Lacalle bajó a la mitad), deben reconocer que esto se
debe sobre todo, al crecimiento económico experimentado por Uruguay en todos
estos años gracias a las condiciones externas que han favorecido a los países
emergentes que cuentan con lo que las nuevas economías dinámicas demandan. Tal
como lo expusiera, con su solvencia y claridad habitual, el economista Talvi el
martes pasado. Ha ocurrido en las naciones vecinas lo mismo que aquí, tuvieran
el gobierno que fuera, del momento en que se redujeron las tasas de interés, la
recesión en el norte liberó grandes flujos de capitales hacia nosotros y la
composición de la demanda global fue en búsqueda de mayores cantidades de
materias primas.
Lo
que resulta preocupante es que a pesar de esta notoria mejoría económica y de
las grandes sumas que tanto la administración Vázquez como la de Mujica han
volcado en las llamadas políticas sociales, no se nota menos ambulantismo, ni
menos gente viviendo en la calle, ni menos cuidachoches, limpiavidrios o
personas y niños que recogen y viven entre la basura. Por el contrario, los
asentamientos en lugar de disminuir han aumentado.
Entonces,
como bien le preguntó la diputada Ana Lía Piñeyrúa en una reciente y bien
documentada interpelación al ministro Olesker, además de otras muchas
interrogantes que quedaron sin contestar, es si el ministerio gasta o invierte.
Cómo y en qué se aplica el dinero que aportan los uruguayos a través de sus
impuestos.
Porque
está visto que la inclusión social que tanta falta hace en ciertos núcleos, no
se logra simplemente poniéndole plata en el bolsillo a la gente, o subiéndola
en el índice de pobreza porque la cuota del Fonasa, al valor del mercado, hoy
se computa como parte del ingreso. Lo que hay que combatir es la marginación
sociocultural y ella se logra por medio de la educación, el trabajo, la
capacitación. El reparto de dinero sin contraprestaciones, sin control, no hace
más que fomentar el círculo vicioso de la ignorancia y la indigencia. A estas
personas hay que darles instrumentos para que puedan salir de su situación y
las transferencias monetarias deben ser transitorias y condicionadas.
Mucho
más beneficioso es que los cientos de millones de dólares que se destinan a los
diversos planes se canalicen hacia obras de infraestructura que ofrezcan a la
gente la posibilidad de ganar un salario a través de su trabajo, fortaleciendo
su autoestima e incentivando esa cultura. La diputada hizo notar que el Mides,
según el informe de evaluación de los programas 2009 y 2010, no tiene bien
definida la población objetivo y si es así, ello se presta a direccionar el
plan o el dinero a quien se quiera. En otras palabras, clientelismo puro y
duro.
Lo
cual coincide con los propios dichos del ministro Daniel Olesker, quien declaró
públicamente que el F.A. debería capitalizar electoralmente lo hecho en
beneficio de los pobres. Si bien luego intentó desdecirse, amenazando con
acciones judiciales, al final no pasó nada pues sus palabras estaban
registradas. Una postura en consonancia con la del senador Rubio, que en plena
campaña electoral dijo lo mismo.
Como
expresara la interpelante Ana Lía Piñeyrúa, "el éxito de un gobierno en
materia social se ve en la mejora de la calidad de vida de la gente, en la baja
de la exclusión educativa, laboral y social y en la consiguiente extinción de
esta clase de programas".
http://www.elpais.com.uy/12/06/02/predit_644290.asp
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