Los irlandeses del sur dicen que ellos son una
república porque Inglaterra es una monarquía. En Chile Liberal compartimos este
espíritu recalcitrantemente republicano, y seguiremos así por siempre. Pero
esto no es óbice para que nos unamos a los súbditos de la Reina Isabel II,
quienes en estos momentos salen en masa a celebrar el sexagésimo aniversario de
la coronación de Elizabeth Regina, jefa de Estado no sólo del Reino Unido de
Inglaterra, Escocia, Gales, e Irlanda del Norte, sino además de Canadá,
Australia, Nueva Zelandia, entre muchos otras naciones.
Esta es una ocasión para que los ingleses celebren su
identidad nacional al exaltar las instituciones que aún persisten después de
siglos de historia. Su país pasó de ser una potencia mundial a un modesto
quinto lugar, y con la irrupción de Asia seguirá cayendo, han asumido esta
realidad con su característico talante flemático, sabiendo que a pesar de todo
son herederos de una rica tradición, y de una institucionalidad tan sólida como
admirable — a veces, incluso, desconcertante—. Todo lo que han pensado sus más
notables luminarias, lo que han investigado sus científicos, y lo que han creado sus artistas ha
repercutido en todo el planeta, llegando incluso a ser la esencia de la cultura
universal.
El país por estos días pasa por una crisis mayor, si
bien menos dramática en la realidad que durante el Jubileo de Plata, en 1977. Y
en este punto queremos detenernos. Durante el Silver Jubilee, el desbocado
sindicalismo británico puso al país de rodillas. El desempleo arreciaba y la
respuesta era irse a huelga: el país fue
paralizado, la basura se apilaba en las calles, al extremo que incluso las
funerarias dejaron de trabajar y los cadáveres se podrían sin encontrar
sepulcro. Si le añadimos las nacientes tensiones raciales más el pánico que
infundían los terroristas católicos del IRA, sin olvidar las revueltas en
Irlanda del Norte, notamos que el caos fue total. Gran Bretaña era el
"hombre enfermo de Europa". En este contexto irrumpió la implacable
frialdad de la Dama de Hierro logró restablecer el orden, tanto así que cuando
Margaret Thatcher abandonó el poder, el país era el menos sindicalizado de
Europa. Su victoria —aunque pírrica— sobre los mineros, y su golpe demoledor al
terrorismo irlandés, son un ejemplo a seguir.
La situación desesperada de los 70 fue además el
escenario propicio para que surgiera el punk y sus niños símbolos, los Sex
Pistols, quienes con su estridente tema "God Save The Queen"
capturaron el zeitgeist de aquellos años. Durante la semana del jubileo de
plata, el mítico programa Top Of The Pops, por única vez en su historia, no
anunció el número 1 de la semana, ni tampoco lo hizo ninguna emisora. Insultar
a la reina era antes, como hoy, un tabú. Fue uno de los rarísimos casos de
censura en Gran Bretaña (anteriormente,
el tema Je t'aime non plus del francés Serge Gainsburg también fue censurado,
ya saben: "No sex please, we're British").
La diferencia entre aquel jubileo y éste es que hoy
nadie cuestiona a la monarquía (bueno, excepto los punks). Isabel II ha sido
una monarca a la altura de las circunstancias. No obstante los escándalos,
gracias al matrimonio de William y la princesa Catalina (indicación de la
Reina: no llamarla Kate, sino "Catherine"), la monarquía ha cobrado
nuevos bríos y goza de mejor salud que nunca. El país vive una crisis
devastadora, pero el matrimonio del príncipe y el Jubileo de diamante quizás
den el golpe anímico que los súbditos necesitan para ponerse de pie. El
ambiente que percibo en estos momentos, al ver Sky News, es de algarabía total.
A pesar de los disturbios el año pasado, el Reino
Unido vive en calma, y una de las señales que los británicos son gente
civilizada es que durante los desórdenes una mayoría aplastante del público
exigía más mano dura: 78% apoyó uso de gas lacrimógeno, 82% pedía toque de
queda, 90% quería más guanacos (ver fuente). En deprimente contraste, en Chile
se arguyen todo tipo de retorcidas necedades para justificar a los
encapuchados, las tomas de caminos, los pirómanos y el sitio de ciudades, se
cuestionan las bombas lacrimógenas o la adquisición de carros lanza aguas.
Bueno, al final del día, la diferencia es que el primero es un país democrático
e institucionalizado, y el segundo una república bananera que sufre una eterna
adolescencia.
En una república todos somos iguales, y la soberanía
reside en el pueblo, formado por ciudadanos. En una monarquía, la reina es la
soberana, y el resto son sus súbditos. Por el respeto que su cargo comanda, le
debemos a Elizabeth II una reverencia, por ser ella la encarnación misma de los
británicos, y la felicitamos por estas seis décadas en el trono, siendo el
pilar de su país. En Chile, país donde no conocemos el respeto, nuestro gesto
parecerá extraño a algunos, pero se lo debemos por nuestra admiración hacia
aquella pequeña pero grandiosa nación. Aunque no por eso, vamos a dejar de
escuchar a los Sex Pistols:
God Save The Queen
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