martes, 5 de junio de 2012

CAROLINA JAIMES BRANGER, MENTIROSO, MENTIROSO

Es una tragedia toparse en la vida con un mentiroso. Y no hablo de aquéllos que dicen mentiritas blancas, sino de los mentirosos perversos. Esos que dicen y se contradicen como si estuvieran tomándose un vaso de agua.

Tal vez haya mentirosos que, por alguna patología, no tengan la intención de hacer daño. Pero el resultado final es que dañan, no importa si no hubo intención. Sin embargo, mucho peores son quienes mienten a sabiendas del daño que causan. Ellos son responsables y deben responder por sus actos.

"Mentiroso, mentiroso" una película de 1997 dirigida por Tom Shadyac y protagonizada por Jim Carrey que cuenta la historia de un abogado que para escalar posiciones se convierte en un mentiroso compulsivo, incluso con su familia. Su hijo desea como regalo de cumpleaños que su padre pase 24 horas sin decir mentiras. Allí comienza una trama que cada vez se enreda más. Y es que alguien que ha pasado la vida diciendo mentiras no sabe cómo actuar cuando está obligado a decir la verdad.

Un país no puede ni vivir en paz ni prosperar si sus habitantes están en constante estado de sospecha sobre si es verdad o mentira lo que dice el primer mandatario. Lo pude constatar por los comentarios que recibí por mi artículo de la semana pasada, "¿Y si no está enfermo?". El que muchas personas no crean que el Presidente está enfermo nos habla de lo mal que estamos. Yo no sé si Chávez está o no está enfermo, pero sí sé cuán enferma está nuestra sociedad.

¿Cómo podemos tener estabilidad si un porcentaje importante de la población considera que el Presidente dice la verdad o dice mentiras sobre un mismo tema? Al menos son tres millones de personas (quienes votaron en las primarias) que dudan sobre si son verdad las cosas que dice Chávez, más allá de su enfermedad. Más terrible todavía resulta que un número importante de miembros del PSUV duden también sobre la veracidad de su palabra. Y es que el que mucho habla mucho yerra. Chávez ha hablado demasiado, ha dicho demasiado y ha mentido demasiado.

La mentira se ha institucionalizado como forma de gobierno. Nos hemos acostumbrado a ella. Se ha arraigado. Se propaga como la verdolaga. ¿Nos damos cuenta del peligro que representan el mentiroso y las mentiras para nuestra sociedad? ¡Hay otro camino!

cjaimesbranger@gmail.com

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