Kirchnerismo y propaganda son
dos palabras que van inseparablemente de la mano. En efecto, aquellos
comprendieron que ésta, bien manejada y astutamente pensada, podía ser una
formidable aliada en la construcción hegemónica del poder que tanto los
desvela. Y en este sentido, los exponenciales aumentos en el financiamiento
estatal a medios de comunicación y periodistas adictos hablan a las claras.
Entre el año 2003, cuando
Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación, y el año 2010, cuando
murió, la pauta oficial aumentó 26 veces según información oficial. En el
primer semestre de 2011, el gobierno incrementó esa cifra a 344 millones de
pesos, un 40% más respecto del año 2010. ¿A qué obedece semejante despilfarro
de dinero que sale del bolsillo del pueblo? ¿Al combate contra un monopolio
comunicacional, o a la conformación de un propio monopolio estatal?
Comoquiera que sea, lo cierto
es que la inyección de dinero no tardó en surtir sus efectos, y el gobierno
nacional se hizo rápidamente de una poderosa red de medios funcionales que
incluye canales televisivos enteros, estaciones de radio, periódicos gráficos,
periódicos virtuales y revistas varias, todos amablemente dispuestos a
convertirse en los propagandistas del “relato”… a cambio de algunos billetes,
por supuesto.
Pero la propaganda K no sólo ha
resultado eficiente por tener a su servicio a todo este conglomerado de
poderosos medios de comunicación, sino que, y no menos importante, es eficiente
por las características propias del contenido propagandístico que han diseñado
conforme a las ideas goebbelianas.
En efecto, Joseph Goebbels, el
famoso ministro de propaganda del nazismo, ideó once principios para la
propaganda política que se ajustan y encajan con impactante exactitud al
discurso genérico del kirchnerismo. Veamos:
Principio del enemigo único:
“Individualizar al adversario en un único enemigo.”
Los conceptos edificantes de la
propaganda kirchnerista han sido los de “nacional” y “popular”. De allí que
todo adversario sea automáticamente considerado “antinacional” y “antipopular”.
Principio del método de
contagio. “Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo”.
No importa qué procedencia
tenga una disidencia: la propaganda K ha instalado la idea de que si no se es
kirchnerista, entonces se es “fascista”, “golpista”, “oligarca”, “cipayo”,
“antipatria”. No hay lugar para otra alternativa que esas.
Principio de la transposición.
“Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
El kirchnerismo es especialista
en tapar malas noticias con fuegos de artificio. ¿Ejemplos recientes? En el
peor momento para el vicepresidente Boudou en su causa judicial por presunta
corrupción, se anuncia con bombos y platillos la estatización de YPF; en el
peor clima social desde la reelección de Cristina, signado por un descontento
manifiesto en la clase media, el gobierno lanza planes de créditos de vivienda
para estos mismos sectores a los fines de calmarlos.
Principio de la exageración y
desfiguración. “Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza
grave”.
La propaganda kirchnerista no
tolera el disenso y conoce muy bien las técnicas de victimización. A la más
mínima expresión de disconformidad y manifestación pacífica, como fueron los
cacerolazos, se argumentará que está en marcha un “proyecto destituyente” y
“golpista” de la “oligarquía”.
Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de
los individuos a los que va dirigida”.
La propaganda kirchnerista se
presenta en diversos niveles y para distintos tipos de personas, no sólo en
términos de lo educativo sino inclusive en términos de la edad. Personas
adultas relativamente instruidas consumirán 678; la masa en general consumirá
“Fútbol para todos”; y los niños consumirán Paka Paka. Todos, sin excepción,
estarán bajo las influencias de la propaganda.
Principio de orquestación. “La
propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente”.
¿Notó que los defensores del
kirchnerismo siempre recurren a los mismos trillados latiguillos? Pues es
consecuencia de la aplicación de este principio.
Principio de renovación. “Hay
que emitir constantemente informaciones”.
La desmedida utilización que hace
Cristina Kirchner de Cadena Nacional para contar frivolidades sobre regalos que
le hicieron, guiñarle el ojo a Moreno, regañar a Fernández o acusar a un abuelo
de “amarrete”, deriva de la necesidad de estar siempre comunicando algo, por
más insulso que sea, de manera unilateral.
Principio de la verosimilitud.
“Construir argumentos a partir de fuentes diversas”.
¿Recuerda el obrero que no era
obrero sino dirigente político, o la vecina que no era una vecina común y
corriente, sino candidata a concejal del kirchnerismo? Ambos elogiaban al
gobierno en una prefabricada conversación con Cristina Kirchner en Cadena
Nacional, constituyéndose en la “voz” del supuesto ciudadano de a pie.
Principio de la silenciación.
“Acallar las voces que no sean funcionales”.
Los aprietes a periodistas, los
casos de censura que se denuncian en los informes de la SIP (Sociedad
Interamericana de Prensa), el ostracismo social y el uso de fondos públicos
para financiar medios en detrimento de otros, han sido metodologías de
silenciamiento empleadas por el kirchnerismo.
Principio de la transfusión.
“La propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una
mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales”.
La propaganda kirchnerista se
construyó en virtud de viejas antinomias que caracterizaron épocas pasadas de
nuestro país. Los años `70 en particular, han dado especial fuerza al discurso
de un gobierno que no vaciló en sacar provecho político de las heridas del
pasado.
Principio de la unanimidad.
“Llegar a convencer a mucha gente de que piensa ‘como todo el mundo’, creando
una falsa impresión de unanimidad”.
La propaganda kirchnerista
pretende generar una sensación de homogeneidad de criterio y voluntad en
función del argumento del 54%. La idea
es que quien no engrosa este guarismo, está por fuera del “pueblo”.
¿Obra de una mera casualidad, o
de una planificada estrategia propagandística y comunicacional que atendió con
cuidado estos once principios? Sea la una o la otra, lo que se encuentra al
margen de toda duda es el estremecimiento que produce caer en la cuenta de que
existe flagrante contacto entre la propaganda oficial del kirchnerismo, y las
ideas de uno de los funcionarios nazis más importantes que tuvo Hitler.
agustin_laje@hotmail.com
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