Si en la conciencia de los ciudadanos
venezolanos la defensa de lo público fuera un valor suficientemente claro y
arraigado, nuestra sociedad funcionaría mejor: habría menos corrupción; menos
deslegitimación del Estado; tendríamos mayor equidad y en consecuencia menos
pobreza.
A lo largo y ancho de nuestra historia poco
nos hemos preocupado por construir un proceso ascendente de civilidad. Eso sí,
hemos sido acuciosos en alimentar un torbellino de luchas entre diferentes
tipos de intereses que, bien sea apoyados en las armas, en el poder, en la
violencia, en la riqueza, han pasado por encima del "bien común" para
concentrarse en proyectos particularistas
Que los niños y las niñas se mueran de
desnutrición en muchas regiones del país, ¡poco ha importado!; que los
bachilleres no puedan ingresar a la universidad a pesar de las llamadas
misiones, ¡vaya y venga!; que no haya empresa ni empleo, ¡ese no es ningún
problema!; que las empresas privadas se nacionalicen, ¡quién dijo que eso
cuenta! "Lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta", dice el refrán
popular barquisimetano, a manera de caricatura de la forma como se maneja lo
público.
En una ponencia que llevé para un seminario
posdoctoral y que titulé “Desafíos del Interés Público”, refiriéndome a la
crisis oficial, decía que: "Hemos construido una modernidad sin
civilización en el sentido estricto de la palabra. No hemos logrado crear una
red de relaciones sociales que diferencie claramente lo público de lo
privado... (...)... afrontamos una crisis de la civilidad porque tales valores
y sistema de respeto mutuo, de convivencia ciudadana que asumen diversas formas
están en quiebra.
El interés general, los valores sociales
colectivos no son reconocidos ni interiorizados por las personas, lo cual
expresa el desacato a las normas generales como una recuperación "de la
guerra de todos contra todos...". Hemos sido obtusos y lerdos en el
aprendizaje de la cultura política, la cultura ciudadana y la asimilación de la
ética pública. Se supone que, en primer lugar, es el Estado el llamado a velar por
la defensa y la preservación del interés público, tarea que le compete al resto
de la sociedad.
Pero, como lo he afirmado en otros artículos
de opinión, "En Venezuela la desinstitucionalidad del Estado ha llevado a
su paulatina sustitución por parte de grupos o intereses poderosos en el
arbitrio de relaciones políticas, económicas, culturales y sociales,
relegándose el imperio del bien común a favor de propósitos individualistas y
grupales que no reflejan el interés colectivo".
¿Si no
es el Estado entonces quién? Les toca a todos los ciudadanos venezolanos con criterio y con valor. No
queda otro camino, no debiera ser así, pues la institucionalidad no puede ser
abandonada, delegada ni sustituida, lo cual no excluye ni desmerita las
conductas ciudadanas ejemplares.
Sólo que esto no lo ven así los afectados por
el fallo de la justicia, empezando por los rojos rojitos. Pero, no se preocupen
los revolucionarios, que por ahora, como una vez dijo el comandante,
"nadie les quitará el pan de la boca ni tampoco ningún niño morirá de
hambre por su culpa". La gente en Venezuela muere por el
desgobierno, la inequidad y la injusticia.
britozenair@gmail.com
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