Reducir las ineficiencias de nuestra economía es
uno de los retos inaplazables una vez liberados –por la via de los votos- de
quien hoy nos desgobierna.
En Venezuela siempre tenemos la tendencia y la
mala costumbre de pasarnos las responsabilidades como si fuera una papa
caliente, pero extrañamente también creemos, o quizá nos gusta creer que ésta
nunca es nuestra, sino de alguien más.
Cuantas veces hemos escuchado por ejemplo a
propios y extraños; ¿Es que con un presidente así como no vamos a comportarnos
de la misma manera?
Indudablemente que para evitar que podamos
escudarnos en esta irresponsable actitud, corresponde al sector público (léase
los gobernantes y sobre todos quienes decidan actuar como líderes), tomar esta
iniciativa, presentando al país un estricto plan de desarrollo que muestre
desde el inicio su viabilidad, su austeridad y sobre todo su sustentabilidad.
Una de las formas más eficaces que tienen los
gobiernos – centrales y regionales – de demostrar a los contribuyentes que vale
la pena asumir y cumplir los compromisos ciudadanos es a través de la inversión
de sus respectivos ingresos y muy especialmente la de los impuestos que
recaudan de ellos, orientándolos hacia sectores y actividades que mejoren su
calidad de vida.
Mantenimiento y propio funcionamiento de calles,
avenidas, escuelas, hospitales, servicios de transporte público, recolección de
basura, seguridad ciudadana, es decir todos los servicios publicos que le
competen tanto central como regionalmente que son una forma inmediata y clara
de devolverle al ciudadano sus impuestos – directos o indirectos – pagados y de
hacerles sentir que su entorno es vivible y agradable. Esta forma de inversión
de los impuestos ciudadanos es ademas una fuente generadora de empleo formal
que dinamiza las economías regionales.
Obviamente para ello el gobierno central debera
permitir a las regiones el pleno ejercicio de sus funciones, la libertad de
acción que corresponde a la descentralización y la entrega oportuna de sus
correspondientes situados constituciónales como complemento de sus ingresos.
La reestructuracion de la inversión de nuestros
impuestos es una forma eficiente de crear empleo estructural que tendrá como
consecuencia la disminución inmediata y progresiva de la economia informal y
emitirá señales claras y fuertes a la población, de seguridad y pertenencia.
No hay nada más desmotivante para los habitantes
de una ciudad, o país, que el verlo (a) sucio (a) desatendido(a) e inseguro(a)
y son precisamente estas las características mas resaltantes de las nuestras.
En general, la gente tiende a comportarse según su entorno y de ello se ha
encargado con mucho éxito quienes hoy nos desgobiernan.
A estas alturas nosotros los habitantes de esta
tierra de gracia ya deberíamos habernos dado cuenta del craso error que
significa mantener la desigualdades de nuestra joven sociedad, en la que la
exclusión se da a todos los niveles y en todos sus segmentos y aunque no lo
aceptemos, muy especialmente, entre los estratos D y E es donde existe la mayor
discriminación y explotación. Solo basta con ver cómo en las barriadas los
prestadores de servicios son los que más explotan a sus pares, a su propia
gente, solo que los grandes explotadores (que los hay y muchos) son mucho más
visibles, pero los de los pobres entre pobres, mucho más salvajes.
Amanecerá y veremos.
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