Es esa coalición la que lenta, pero seguramente, se ha venido estructurando en los últimos diez años en Venezuela. Los expropiados junto a los trabajadores de Ciudad Guayana, con los parientes de los miles de víctimas mortales, junto a profesores y estudiantes de nuestras grandes universidades, al lado de médicos "baipaseados" por los cubanos, y no faltaba más, los incomprables oficiales de nuestras Fuerzas Armadas, tan arrinconados y humillados, son hoy la fuerza invencible que podrá derrotar al chavismo, ése que ya no tiene cómo realizar las hazañas electorales de las que hizo gala hasta hace poco.
En tiempos como los que vivimos, nada más cierto que aquel
dicho de que "una sola golondrina no hace verano". No, se necesitan
muchas golondrinas. Más aún, se requiere que esas golondrinas estén, de algún
modo, organizadas, o, que actúen como si lo estuvieran. En efecto, son tan
vastos y abrumadores los asuntos que hoy día enfrentamos, que sólo juntos
podríamos tener posibilidad de salir airosos de las grandes tareas que ellos
nos imponen.
Dado que el orden político no es otra cosa que el ámbito
donde los humanos ensayan la convivencia, lograr "coaligarnos" es la
única manera de enfrentar con alguna posibilidad de éxito las tareas que a
todos nos impone una vida política saludable.
Tocó a la democracia de mayor edad en el mundo de hoy: la
norteamericana, hacernos ver este asunto de manera meridiana, como todos
sabemos, en ese vasto territorio -más que un país, Estados Unidos es en
realidad, un continente- habitan al presente más de 300 millones de personas
que, desde que eran menos han mostrado unos rasgos de igualdad que siempre han
asombrado a quienes les visitan. Tocqueville, el más conspicuo entre muchos, ya
en 1835 advirtió su asombrosa "igualdad de condiciones".
Pero Estados Unidos es también un mundo que abriga a una gran
diversidad: una persistente minoría negra arropada por una mayoría blanca que,
sin embargo, tiene múltiples orígenes, hoy deben hacer sitio para una creciente
población latinoamericana. Variados grupos cristianos originarios, que conviven
con una fuerte presencia judía, mayor que en cualquier otro país occidental,
debe aceptar hoy a un creciente número de musulmanes.
Como si estos elementos no bastasen, la agitada historia
norteamericana, ya desde sus inicios tuvo que ir dando cabida a grupos muy
diversos. Así, hubo de aceptar a los esclavos liberados por la Guerra Civil,
para luego aceptar la inmensa masa migratoria proveniente de la convulsa Europa
del siglo XIX: desde judíos ashkenazi hasta católicos irlandeses, italianos y polacos.
Hoy repite el mismo esquema con asiáticos de la costa del Pacífico hasta el
alud que desde Latinoamérica no cesa de recibir.
Como podríamos imaginar, garantizar a todos su plena
incorporación ciudadana ha supuesto agotadores esfuerzos a Estados Unidos. Uno
de los más exitosos fue el que sus analistas políticos llamaron la "Gran
Coalición", la más emblemática de las cuales fue la que construyó Franklin
D. Roosevelt en las décadas de los 30 y 40 del pasado siglo.
Roosevelt logró que su partido -el Demócrata- coaligara en un
solo frente a obreros, granjeros, académicos y jóvenes, con los recién llegados
judíos y católicos. Todos ellos unidos para llevar adelante lo que se llamó el
New Deal, joya invalorable del Partido Demócrata.
A partir de entonces, la idea de una "gran
coalición" se ha referido siempre a la alianza de diversos grupos para
conquistar y mantener el poder. En América Latina hubo algunas parecidas, como
la liderada por el PRI en México y la que entre nosotros protagonizó Acción
Democrática, con logros singulares. Que ya luzcan agotadas no les quita en
absoluto el papel que tuvieron en su tiempo.
Hoy quiero, empero, referirme a otro tipo de coalición. No el
que garantiza a un grupo político la conservación del poder, sino la
"coalición" que aseguraría su derrumbe. Ojo, no me refiero a cosas
como la inflación, la inseguridad y otros males que, cuando se juntan, hacen
muy difícil que un gobierno sobreviva. No, me refiero a actores de carne y
hueso, gente concreta para quienes el grupo que controla el poder ha llegado a
convertirse en una gran amenaza.
Es esa coalición la que lenta, pero seguramente, se ha venido
estructurando en los últimos diez años en Venezuela. Los expropiados junto a
los trabajadores de Ciudad Guayana, con los parientes de los miles de víctimas
mortales, junto a profesores y estudiantes de nuestras grandes universidades,
al lado de médicos "baipaseados" por los cubanos, y no faltaba más,
los incomprables oficiales de nuestras Fuerzas Armadas, tan arrinconados y
humillados, son hoy la fuerza invencible que podrá derrotar al chavismo, ése
que ya no tiene cómo realizar las hazañas electorales de las que hizo gala
hasta hace poco.
Esta Gran Coalición luce hoy tan invencible como la de
Roosevelt en su tiempo; y su mayor fuerza reside en la absoluta convicción de
que un chavismo triunfador entrañaría la ruina definitiva de todos. Por eso, se
requiere del esfuerzo supremo de todos juntos para lograrlo.
antave38@yahoo.com
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