Los días pasan y en la espera de verdaderos cambios que se hacen
interminables, pero al mismo tiempo los acontecimientos y la información que se
genera son tantos que los días se hacen realmente muy cortos, se siente como si
nos llevaran a tropezones para arrancarnos la esperanza de paz; pero nosotros
persistimos y aunque pareciera que peleamos contra el tiempo, en realidad
estamos esperando lo mejor de él, como si sus profundas horas, interminables
para el alma, breves para el cuerpo cansado, se aliaran con nosotros soplando
vientos de buenos tiempos.
Es necesario mantener la meta visualizada, no perder el objetivo en el
quehacer de cada día; por el contrario, prepararnos, esforzarnos en la
paciencia que labora mientras espera, que se nutre de sabiduría para hacernos
excelentes en lo que hacemos. Respirar profundo y en cada inhalación decidir
que no dejaremos contaminar nuestro corazón. Dar pasos de fe y no olvidar usar
la fuerza más poderosa en la Tierra, el amor, que debe acompañarnos en todo lo
que hacemos; que debe ser un distintivo de todos los venezolanos que queremos a
nuestro país y lo queremos para todos.
Pero vencer no consiste en derrotar a un grupo contendiente y dejarlo
caído, el verdadero vencedor es aquel que para vencer convence. Al convencer
aplicamos las matemáticas a favor, y mientras más somos los que estamos de
acuerdo en un mismo pensamiento, más expedito será el camino para reconstruir.
Vencer es un proceso de siembra y de cosecha, no es tener una ventaja política
y ganar posiciones de poder solamente. Hay que ser más agudos en el análisis y
en la acción.
Una semilla fue sembrada en nuestra tierra y su amargo fruto ha sido el
plato principal en nuestras mesas. Todos sin excepción hemos sido sorprendidos
al probarlo; algunos hemos decidido no comerlo, otros lo han aderezado con
diversos ingredientes tratando de digerirlo, pero han terminado intoxicados.
Muchos otros se han dejado seducir por su apetencia y lo han degustado
exquisitamente para terminar adictos y a la merced de su venenoso efecto.
Por esa razón es tan importante e impostergable el proceso de vacunación
contra el odio. Solo que no es tan sencillo como tomar unas gotas o recibir una
inyección; es toda una labor de convencer con sabias palabras y con buenas
acciones. Si convencemos, preparamos la tierra y sembramos variados frutos, que
al ser servidos en la mesa irán desplazando al soberbio y elocuente veneno que
maquillado de atractivos colores se le ha ofrecido a nuestra gente hasta el
cansancio. Y en este aspecto la educación constante es una llave maestra para
abonar el suelo y arrancar las raíces de malas hierbas. La siembra debe ser
abrumadora, sin dejar espacios vacíos; como un bombardeo, pero de valores, de
paz, de verdad, de amor y de mucho trabajo. Es dar la herramienta y enseñar el
proceso. No entregar el producto terminado, no dar el pescado servido en el
plato, sino enseñar todo el proceso de la pesca e incentivar para el logro.
Ciertamente lo mejor que una sociedad puede enseñar a su gente, lograr, lograr
para ellos y para el país entero.
Es dirigirnos a nuestra gente con la convicción de que si hemos sido
inspirados por el amor a nuestra patria no habrá sentimientos mezquinos que
puedan teñir de oscuro nuestras acciones; es arroparlos y convencerlos con la
evidencia de nuestro testimonio vivo de no acepción y de respeto por el valor
de sus vidas y lo que ellas pueden aportar en este proceso que necesita del
trabajo de todos.
Es tiempo de tomar decisiones para limpiar nuestros corazones, para no
ser más marionetas de emociones perversas que se van anidando en nuestro ser
para convertirnos en esclavos del odio. Es tiempo de elevar nuestros ojos al
cielo, de pedir guía y consejo para cada uno, de caminar la segunda milla y
esperar lo mejor de Dios para nuestra patria.
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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