domingo, 1 de abril de 2012

PEDRO PAÚL BELLO / EL ENGAÑO DE LOS CONSEJOS COMUNALES

El estado democrático o constitucional, a diferencia del tipo totalitario, se caracteriza porque el ejercicio del poder es controlado y limitado por la sociedad, de manera directa o, principalmente, a través de los órganos del propio estado.  Si ello no fuese así, los gobernantes abusarían del poder pues, como decía Montesquieu, “todo hombre que tiene poder tiende a abusar de el”  por eso, la carta democrática interamericana contiene, como principio, la separación e independencia de los poderes públicos. En efecto, si no hay control del poder, no se puede concebir que haya elecciones limpias, representatividad, alternativilidad, pluralismo, transparencia administrativa, participación real y ejercicio respetado de los derechos humanos.

En el pasado, los gobernantes con vocación totalitaria, y a falta de organismos de control como los antes señalados, disponían del poder con toda libertad y sometían a sus poblaciones a toda clase de abusos y atropellos. En el reciente siglo xx, el mundo todo vivió  --y en buena parte soportó--   atropellos sin límites contra la vida y la dignidad humana que, sin ser los únicos, ejemplarizaron los totalitarismos soviético y nazi. Las décadas terminales del siglo xx y las iniciales del xxi, muestran fuertes tendencias hacia el rechazo de tan bárbaras expresiones de gobierno, pese a las muchas que aun subsisten.

Muy lamentablemente, nuestro país, por causas y hechos que conocemos, es una muestra del “nuevo modelo”, o podemos decir, de nuevos ensayos totalitarios en el mundo. Ese modelo reciente consiste, fundamentalmente, en que los regímenes de ese tipo se “disfrazan” de democráticos para ejercer, mas disimuladamente, atropellos idénticos a los que realizó el totalitarismo, diríamos, clásico.

Es acá donde   --entre otras--  se pueden insertar las concepciones llamadas comunales que, como siempre, se quieren presentar como populares, pero, en su realidad y práctica, son nuevos mecanismos para, con otros, evadir controles constitucionales del ejercicio del poder y ejercer controlada centralización absoluta del mismo.  El veneno que se usa para “vender” la idea, es la de ir hacia una democracia participativa, que es presentada como alternativa progresista ante la tan desacreditada, por los mismos comunistas y como si fuese opuesta y negativa: la democracia representativa.

La pretendida y, en la practica, lograda eliminación de la descentralización en Venezuela, conduce, como se constata, a que los ciudadanos no puedan participar en la toma de decisiones políticas que les afectan directa y personalmente, precisamente, porque no están cerca de los centros de poder sino muy lejos.  Cuando el poder es descentralizado y las autoridades locales tienen autonomía política, el ciudadano puede acercarse a éstas en función de sus reales necesidades o maneras de pensar.  Así sí se ejerce, democráticamente, el control ciudadano del poder político, pero la centralización anula la participación la cual, únicamente, sólo  a nivel local es realizable.

Tenemos que, en verdad, los consejos comunales presentados  como columnas vertebrales de la participación política, carecen de verdadera autonomía política pues, en la práctica, son dirigidos desde el poder centralizado.  En nuestra Venezuela actual no existe la tan cacareada  “democracia participativa y protagónica.” Esta apenas existe agónica.

En efecto, los consejos comunales no son instrumentos de participación, pues sus miembros no son elegidos en elecciones populares universales, secretas y directas, sino mediante irregulares “asambleas de ciudadanos”, la mayoría de las cuales están bajo control de mecanismos paralelos del psuv, con  sus listas y finanzas.

La finalidad real de los consejos comunales no es otra sino la de acabar, en niveles populares, con la democracia auténtica, pues el fin es el sustituirla por el modelo referendario de cabildos abiertos que son controlados por al así llamado “poder popular.” Con este mecanismo, el gobierno totalitario puede, a la cubana, controlar el ejercicio del poder en todas las instancias centralizadas del país.

En realidad, como los expresó Brewer-Carias en su trabajo titulado “el inicio de la desmunicipalizaciòn en Venezuela”, el llamado “poder popular”, conformado por organizaciones como los consejos comunales, sólo sirve para eliminar la descentralización, la democracia representativa y la participación a nivel local,[1] lo que resulta, para el gobierno totalitario, un hacer muy principal, pues los integrantes de los concejos municipales, los alcaldes y los miembros de las juntas municipales son, constitucionalmente, elegidos por votación popular, universal, directa y secreta, pero no así los de los consejos comunales.

Debemos recordar que Chávez ha expresado que su objetivo es “ir marchando hacia la conformación de un estado comunal” y que, al viejo burgués, ha dicho que es necesario “irlo desmontando progresivamente mientras vamos levantando al estado comunal, al estado socialista, al estado bolivariano,” y que el objetivo es “transitar hacia el camino de una ‘ciudad comunal’ donde no se necesiten alcaldías ni juntas municipales, sino sólo el poder comunal,”[2] dependiente del poder central y del partido único.


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