El
choque entre las expectativas de crecimiento y la actual realidad se tornará
más crítico con el transcurso de los años en el supuesto, por demás trágico,
que el actual régimen continúe ejerciendo el gobierno. El manejo de la clase
trabajadora se hará más espinoso por las implicaciones que acarrea mantener una
nómina improductiva que día a día reclama mayores reivindicaciones. Es probable
que ese sea uno de los problemas cardinales a resolver durante la próxima
década. Será difícil, no imposible, retomar nuestros hábitos al trabajo hoy
absolutamente descalabrados. Esa catástrofe por su gran alcance podría
calificarse como signo fidedigno del socialismo arruinador.
La
esperanza de la mayoría respecto al próximo gobierno, con enorme posibilidad de
ser regido por Henrique Capriles, descansa fundamentalmente en el anhelo de
reestructurar el Estado y posibilitar la reorganización de la sociedad
venezolana, severamente perturbada durante los últimos 13 años. El régimen usa
la ingente cantidad de medios que controla, radio y televisión a la cabeza,
para engañar a los pobres y persuadirlos del óptimo nivel de felicidad que
lograrían, pero eso sí, dentro de la revolución.
Así
pues, el próximo gobierno requerirá de un tiempo prudencial para rescatar la
cordura institucional hoy descaminada, y ponerla a favor de la mayoría. Nos
encontramos en una especie de pobreza y negligencia estabilizadas y ante formas
de control que apuntan hacia metas sociales cada vez más estrechas. La destreza
represiva ha sido dispuesta para acechar y disuadir a las mayorías mediante
maniobras discurridas por una difusa autoridad violenta que hace registros
caprichosos de la ley. ¿Qué se busca con ello? Además de reprimir para
amordazar, nada menos que alejar, desplazar, manipular los conflictos y
orientar a la sociedad hacia falsas definiciones que, asiduamente repetidas,
pasen a ser una suerte de cordura única.
El
Presidente usa la mayor parte de su tiempo en festejar un precepto en cuya
órbita sólo caben opciones marginales que él suele llamar Batallas o Misiones.
Explota el poder no para inducir progreso sino para tratar de concretar una
entelequia que fije procesos de control social. La alternativa revolucionaria
es tan precaria y falsa que sólo los sablistas, o incautos, creen en ella. Es
evidente cómo el sistema de intervención pugna por coartar la capacidad genuina
del hombre y desaprovechar su afán de progreso que refleje criterios morales y
humanistas, para suplantarlo por la chabacanería más crasa.
Como
si fuera poco la revolución bolivariana autóctona, con todos sus vicios y
puntos vulnerables y de filiación, insiste en socavar los valores tradicionales
de nuestra sociedad para degradarla aún más. El trabajo, la disciplina, la
jerarquía, entre otros valores, están en franca decadencia y sometidos al
ataque continuo con miras innobles, mientras se liberan corrientes exaltadas
cuya orientación nadie, ni siquiera el gobierno, puede prever con certeza más
allá de acciones violentas de montoneras con signos propios tipo La Piedrita.
El
régimen persigue, lográndolo en algunos sectores, crear un clima general de
miedo y angustia en toda la nación ilustrando al pueblo sobre los vicios
creados en 40 años de democracia representativa (1958-1998) razón por la cual
debe ser borrada de la historia y sustituida por la bondad irrestricta de la
revolución bonita. En esa tarea están empaquetados los medios de comunicación
oficialistas que se valen de todo desatino rabanero para agredir a quienes
están en desacuerdo con las bondades de la revolución bonita. Los medios
privados, por su parte, hacen lo propio con la autocensura.
¿Qué
queda? La historia enseña que sólo mediante el voto cívico y mayoritario puede
conquistarse el destino buscado. La intimidación de los radicales, si bien
beneficia temporalmente a sus ejecutantes, tiene poco alcance en el tiempo. La
época Chávez, independiente de sus condiciones de salud, está llegando a su
fin. Ahora toca facilitarle a la democracia la tarea de recuperar la sensatez
perdida durante los últimos 13 años por una irrealidad perniciosa conducida por
la fracción más inepta del país.
miguelbm@movistar.net.ve
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