Otra ofensa a la religiosidad de nuestro pueblo, otro engaño más. Dios es infinitamente bueno pero no infinitamente tonto.
Hace diez años fuimos testigos de la multitudinaria, civil y pacífica manifestación jamás vista en el país. Cerca de un millón de venezolanos nos dimos cita en el este de Caracas para machar hasta la sede de PDVSA, en Chuao, en apoyo a los trabajadores de la industria petrolera despedidos arbitrariamente por el propio Presidente de la República y exigir un cambio radical en la conducción del Estado, incluida la petición de la renuncia del teniente coronel felón. “Uh, Ah, Chávez ya se va”; “Urgente, urgente, un nuevo presidente”; “Al loco, al loco, al loco le queda poco”; “Democracia Si, Dictadura No” “No al comunismo”; “Castro y Chávez la misma cosa son”. Eran las consignas que en forma alegre ese río humano gritaba a todo pulmón. Gente de todas las clases sociales y económicas, de todos los sexos, edades y credos, de todas las ideologías y de todos los partidos. Sin armas. Un pueblo cansado de tantos desaciertos y disparates gubernamentales, de odios, amenazas, burlas, violaciones a la Constitución y leyes y deterioro institucional. Cuando alcanzamos el distribuidor de Altamira y extendimos la mirada hacia todas partes, la marea humana que vimos nos hizo erizar los pelos. Comentamos “hasta aquí llegó este señor y su tal revolución”. Mucho antes de llegar al destino final inicial ya se oían los gritos de mucha gente de “pa’ Miraflores”. Aunque no acompañaría la marcha hasta Miraflores, no me parecía nada de extraordinario ni peligroso eso por cuanto sabía de tantas veces que manifestaciones habían marchado hasta ese sitio en los 40 años de democracia.
Buena parte de la marcha siguió derecho hacia el centro de la ciudad, sin ni siquiera haber oído a Carlos Ortega. Nosotros la abandonamos en las Mercedes y tomamos rumbo a nuestros hogares, convencidos de que el final del gobierno estaba muy cerca, sería cosa de horas que el teniente coronel hiciera lo mismo que hizo el 4F. Pero a las pocas horas todo cambió. Apenas llegado al apartamento y encendido el televisor vimos la primera imagen desgarradora. Un ciudadano tendido en el suelo, en el centro de la ciudad, con estertores de muerte. Luego otras y otras. Luego una cadena presidencial y en pocos momentos las pantallas partidas. En un lado el teniente coronel diciendo mentiras, insultando, amenazando, como siempre y en el otro lado las dantescas imágenes de gente corriendo, gritando, llorando, heridos y muertos, ambulancias, guardias nacionales disparando, “caballeros” en puente Llaguno haciendo lo propio. Los teléfonos repicando. Dónde estas, dónde esta fulano, lo viste, están bien, cuidado, no salgan de la casa.
Entrada la noche, los rumores se hicieron más fuertes. Se fue, renunció, lo mataron, esta preso. Al filo de la media noche una cadena. El Alto Mando militar, muy circunspectos, presididos por el general trisoleado del momento, le anunciaban al país que ante tal situación se le había solicitado la renuncia “la cual aceptó”. Al amanecer del 12, todo parecía en calma, aprovecho ese momento para escribir el paraninfo de ese próximo lunes. “Buen día Venezuela”, lo titulo y redacto: “Escribo esta columna en las primeras horas del amanecer del viernes 12 cuando ya se ha consumado lo que tenía que ser. El Pueblo, así con mayúscula, en ejercicio pleno de sus derechos constitucionales y cívicamente dio al traste con esta “revolución pacífica”. Una inmensa emoción sentimos en este momento pero también una gran rabia y pesar por las vidas perdidas –o más bien ofrendadas en el altar de la nueva patria- en las últimas horas de esta pesadilla. Despertamos y debemos retomar el rumbo, aprendiendo de los errores y disparates cometidos, viendo hacia delante y a partir de hoy lunes comenzar a trabajar duro para reactivar el país. Los militares a sus cuarteles, los maestros y alumnos a las aulas, obreros y empresarios a sus puestos de trabajo, los curas a sus iglesias es decir cada cual a desempeñar el papel que le corresponde dentro de la sociedad, como debe ser, sin que ello signifique borrar lo sucedido no, quien cometió delitos que asuma su responsabilidad pero sin retaliaciones ni venganzas ni nuevos odios, enseñándole a los que nunca comprendieron qué significa vivir en democracia que democracia es dejar que las leyes funcionen y los tribunales decidan libre, autónoma y soberanamente, con libertad y respeto entre y para todos”. Lo envío a la prensa. A media mañana me entero de que el señor Carmona sería el presidente encargado o interino o no sé qué. A mediodía, en la casa de mi partido, me entero de una primera decisión del nuevo gobierno. Un decreto derogando todo. No acudo a Miraflores en protesta ante esta violación de la Constitución. Un amigo me dice “es que estas molesto porque a los adecos no los metieron en el gobierno”, no le respondo, solo lo miro. A partir del triste espectáculo de la auto juramentación y la lectura del esperpento de decreto, las televisoras entran en mutis. Quedamos desinformados. ¿Qué pasó en ese ínterin hasta que apareciera de nuevo el teniente coronel?
No sé si fue golpe de Estado o vacío de poder o qué cosa fue, solo sé que un pueblo salió a la calle y en el más hermoso de los actos democráticos, de protesta cívica y pacífica, en uso pleno de sus derechos constitucionales había dado al traste con ese desgobierno. Alguien en algún momento cambió las cosas. Hasta hoy la impunidad cubre lo ocurrido. Presumo que el teniente coronel es el principal culpable, que personeros del alto gobierno y miembros de la FAN son culpables, que Carmona y los redactores del decreto son culpables, y muchos otros tanto del gobierno como de la oposición. ¿Se sabrá algún día con nombre y apellidos? Mientras tanto el comunismo avanza a paso de vencedores y el país se destruye a pasos agigantados. ¿Será que el 7 de octubre podremos convertir en votos aquella multitudinaria marcha y evitar que haya un 13 de abril?
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