En una democracia, quien pierde sigue conservando el significado de su fuerza política
Abril de 2002 fue una tragedia para Venezuela. Su antecedente inmediato fue febrero de 1992, cuando también se intentó, por la vía de la fuerza, despojar a los representantes del poder público legítimamente establecidos mediante el voto popular. Ni en una ni en otra ocasión se lograron los objetivos, pero las repercusiones fueron de tal magnitud que afectaron de raíz la democracia venezolana.
El intento de golpe de Estado de 1992 profundizó los problemas que venían gestándose en Venezuela: el desprestigio de las instituciones públicas, la desconfianza en la dirigencia, la pérdida de legitimidad de los partidos políticos, entre otros. La zozobra y la sensación de caos se convirtieron en sentimientos colectivos. En esta deriva, llegó diciembre de 1998. El pueblo decide sustituir una elite política por otra y, un año más tarde, aprueba una nueva Constitución, fruto de un proceso constituyente decidido por el voto mayoritario de los venezolanos.
En los dos años siguientes los enfrentamientos se hacen frecuentes. El Gobierno radicaliza sus posturas, y el descontento empieza a posicionarse en diversos sectores sociales. Ante ello, la creatividad de algunos sectores concibió la "genial" idea de agarrar el atajo de la subversión y el golpe al Gobierno.
Los sucesos del 11, 12 y 13 de abril se producen atropelladamente. Tuvimos golpes y contragolpes, rebelión de un sector militar que, una vez victorioso, es doblegado por otros militares. Tuvimos muertos causados por las balas de uno y otro bando. Traiciones que se olvidaron pronto e imposiciones de última hora. Todo fue tan rápido y tan denso que todavía hoy queda mucho por aclarar.
El segundo episodio se desarrolló en los meses de noviembre y diciembre del año 2002 con la llamada huelga petrolera. El resultado de casi un año de guerra civil fue la división entre partidarios del Gobierno y de la oposición. En donde la victoria de unos es sentida por los otros como aniquilamiento.
En el 2012 elegiremos presidente de la República. Evidentemente, uno de los dos candidatos que representan las tendencias mayoritarias será electo. En una democracia, quien pierde sigue conservando el significado de su fuerza política y quien gana sabe que hay una parte de la sociedad que debe considerar y respetar como oposición. Esa regla de oro tan elemental, para que en Venezuela sea debidamente aceptada requiere superar el trauma del 2002. Especial esfuerzo debe hacer en este sentido el Gobierno que desde entonces utiliza el tema de la conspiración como estrategia electoral para deslegitimar al contrario y abonar el clima de odio y división que tan buenos resultados le ha traído.
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