sábado, 21 de abril de 2012

GUSTAVO YEPES / TRAIDOR O IMBÉCIL

“El que revela el secreto de otros pasa por traidor; el que revela el propio secreto pasa por imbécil” Voltaire
Todos sabíamos que eso pasaba, pero no deja de impactar que un protagonista de los que podemos llamar un “peso pesado”, por su cercanía a la cúpula del poder y sus graves responsabilidades, nos lo diga en la cara, con todo desparpajo, y con una sonrisa cínica que revela su complacencia al paladear el dulce sabor de la venganza.
Aquellos que lo acusan de traidor se traicionan a sí mismos, ya que están admitiendo que sus secretos fueron revelados, y pasan automáticamente a la otra categoría que define Voltaire.
Este hecho comunicacional, en mi opinión, tiene dos caras, dos noticias: una buena y una mala.
La mala, para salir de eso, es que los traicionados tienen más argumentos para aferrarse a toda costa al poder, y ya sabemos de qué son capaces. Es indudable que redoblarán sus esfuerzos, desde el ministerio de elecciones y el resto de los “poderes”, para asegurar su permanencia, porque de lo contrario, tendrán que pagar aquí en la tierra por sus innumerables pecados. Los demócratas, bajo el liderazgo de nuestro candidato, debemos esforzarnos aún más para evitar el sin fin de sinvergüenzuras que se están gestando, la cuales conoceremos en detalle cuando otro “peso pesado” se atreva a decirnos lo que ya sabemos en el campo electoral.
La buena noticia, gracias a lo que Voltaire tilda de imbecilidad, es que por fin tenemos a un delincuente confeso de crímenes contra los derechos humanos, algunos de ellos considerados por el Estatuto de Roma como de lesa humanidad. Los demócratas, y en especial las víctimas de los delitos confesados, hemos recibido en bandeja de plata a un personaje que debe ser llevado a las últimas instancias internacionales para que pague por sus delitos y deje servida la mesa para los otros comensales, aquellos que se aferran al poder a toda costa.
El estatuto de Roma (7.1.e) define como crimen de lesa humanidad, entre otros, la “encarcelación u otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional”. Es evidente que el delincuente confeso confirma que sus actuaciones forman parte de un ataque sistemático, como política de estado, contra un grupo de compatriotas cuyo delito es disentir. A los juristas les tocará decidir qué hacer en este caso, pero me parecería inconcebible que se desperdiciara la oportunidad que nos ha brindado este delincuente.
Los traicionados, por su parte, ya tienen en marcha su estrategia de minimizar, descalificar y hasta de echarnos la culpa a nosotros, estrategia harto conocida que cada vez es menos efectiva. Razón tiene el candidato de la unidad cuando afirma que algunos voceros oficialistas "están hundiéndose en su propio pantano".
gyepesp@gmail.com

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