¿Será por eso que estos días Nelson Bocaranda ha hablado de reuniones
misteriosas en La Habana entre generales cubanos y venezolanos con la presencia
fugaz de Chávez? ¿Será por eso que María Corina Machado pidió la semana pasada
en la Asamblea Nacional abrir una investigación parlamentaria sobre la penetración
militar cubana en la Fuerza Armada Nacional?
El 30 de octubre del año 2000, Hugo Chávez y Fidel Castro firmaron el
llamado Convenio de Cooperación Integral entre las dos naciones. Desde ese día,
la ayuda económica venezolana a Cuba y la influencia política e ideológica del
régimen cubano en Venezuela no han dejado de crecer. Hoy por hoy, Cuba y
Venezuela se sostienen gracias a la dependencia recíproca de los dos polos de
la alianza.
La gravedad de esta situación la define con precisión el insólito
artículo 2 del convenio, el cual señala que "la República de Cuba
suministrará las tecnologías y productos que estén a su alcance para apoyar el
amplio programa de desarrollo económico y social de la República Bolivariana de
Venezuela... y serán pagados, en el valor equivalente a precio de mercado
mundial, en petróleo y sus derivados". En otras palabras, este acuerdo no
regula un simple caso de asistencia solidaria de Venezuela a Cuba, ni pone
límites al intercambio, sino todo lo contrario: Cuba le tiende la mano a
Venezuela y Pdvsa se ocupa de pagar la solidaridad isleña con barriles muy
concretos de petróleo, 53.000 barriles diarios cuando comenzó a ejecutarse el
Convenio, que ahora son alrededor de 130.000.
Además del enorme costo que representa para Venezuela esta parte del
acuerdo, el convenio incluye otras cuatro áreas que amplían considerablemente
los alcances de la supuesta cooperación integral: 1. La presencia en Venezuela
de decenas de miles de funcionarios cubanos, civiles y militares, dentro del
marco de misiones que pretenden ser exclusivamente médicas, educativas y
deportivas pero que no lo son.
2. Relaciones comerciales mediante las cuales Cuba recibe, también a
cambio de servicios no determinados, bienes y productos no petroleros procedentes
de Venezuela.
3. Asistencia crediticia venezolana, sin que se sepa el monto de esos
créditos ni sus condiciones.
4. La puesta en marcha en Cuba de negocios conjuntos, que van desde
plantas para fabricar ollas arroceras, hasta el tendido del cable submarino de
fibra óptica entre los dos países y la reconstrucción y manejo de la refinería
Camilo Cienfuegos en las proximidades de la ciudad cubana de Cienfuegos, todo
ello, naturalmente, financiado con capital público venezolano.
En el clima de absoluto hermetismo que ambos gobiernos le imprimen a sus
relaciones, este intercambio de servicios cubanos de naturaleza no determinada
y sin valor comprobable de mercado por dinero, petróleo y sus derivados, bienes
y productos no petroleros, impide determinar la equivalencia en dólares del
intercambio y el monto de la deuda, que en principio se supone que sea cubana,
pero que tras algunas sumas y restas de tahúr puede terminar convertida en
deuda venezolana.
El resultado del convenio ha sido una travesía perfecta, sin nubes de
tormenta en el horizonte.
Hasta ahora, cuando el cáncer y las elecciones de octubre ponen en serio
peligro la estabilidad del actual régimen venezolano. ¿Cuál sería para Cuba el
efecto directo de una debacle chavista en el futuro inmediato? ¿Resistirán los
cubanos las penurias de la caída de otro muro de Berlín? Al margen de cualquier
interpretación del complejo momento político venezolano, y por mucho que en una
eventual presidencia de Henrique Capriles Radonski se pretenda conservar dentro
de una cierta normalidad las relaciones con La Habana, resulta inevitable que
sus ministros tendrán que sacar de inmediato las cuentas pendientes entre las
dos naciones y exigir los pagos correspondientes, como primer e imprescindible
paso para proceder a una sana revisión del convenio del año 2000. Desde esta
perspectiva, no cabe la menor duda de que Cuba hará todo lo posible (y lo
imposible) para garantizar que nada, lo que se dice nada, le impida a Chávez o
a su sucesor conservar el poder. En ello le va la vida al régimen cubano.
¿Será por eso que estos días Nelson Bocaranda ha hablado de reuniones
misteriosas en La Habana entre generales cubanos y venezolanos con la presencia
fugaz de Chávez? ¿Será por eso que María Corina Machado pidió la semana pasada
en la Asamblea Nacional abrir una investigación parlamentaria sobre la
penetración militar cubana en la Fuerza Armada Nacional? ¿Será por eso que la
medianoche del pasado miércoles, nada más regresar de La Habana, Chávez se
reunió en Miraflores con José Vicente Rangel, Adán Chávez, Diosdado Cabello,
Elías Jaua y Nicolás Maduro? ¿Simple charla de viejos camaradas entregados a la
amable tarea de recordar el pasado ante las cámaras de televisión? ¡Por favor!
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